Muja, veinte años de huella jurásica: los secretos del edificio que alberga el museo más visitado de Asturias

"Uno de los elementos más importantes de un museo es su recorrido, es lo que marca la construcción del edificio", explica el arquitecto Rufino García Uribelarrea

El arquitecto Rufino García Uribelarrea frente al Muja

El arquitecto Rufino García Uribelarrea frente al Muja / J.Quince

J.Quince

Tres grandes naves conforman el espacio expositivo del equipamiento museístico más visitado de Asturias, el Muja. Un aspecto único y singular que representa la huella tridáctila de un dinosaurio. Este fin de semana, durante una conferencia especial por el 20 aniversario del museo, su arquitecto, Rufino García Uribelarrea, desveló algunos de los secretos del edificio.

El proyecto, que contó con una inversión de más de tres millones de euros, surgió en 2001 y partió de la visión creativa de Uribelarrea. Su diseño, cuenta, se inspiró en el recorrido que deberían seguir los visitantes a través del espacio, concebido alrededor de un conjunto de tres círculos: "Uno de los elementos más importantes de un museo es su recorrido, es lo que marca la construcción del edificio. Esos tres círculos tienen como centro las tres grandes maquetas de dinosaurios que se pueden ver según vas avanzando desde distintos puntos de vista", explica.

Ese primer esquema dio lugar a la imagen final del volumen de las tres cúpulas que lo forman, elaboradas con madera escandinava, y conformadas por un entramado de arcos de medio punto que simulan las costillas de los dinosaurios. El museo, que consta de dos plantas visitables, guía a los visitantes mediante una ruta unidireccional que gradualmente asciende a través de una rampa.

Además, cuenta con un nivel inferior menos conocido, donde se encuentra un sótano de 300 metros cuadrados, que alberga una sala de exposiciones temporales, despachos, almacenes y talleres del personal del museo: "Es una de las plantas más importantes porque es donde se está trabajando el día a día y donde se guardan las piezas que se van extrayendo de los acantilados", puntualiza el arquitecto, citando al investigador José Carlos García Ramos, quien destaca que "el museo se nutre de piezas que van apareciendo constantemente".

El desarrollo del proyecto se llevó a cabo en varias etapas y, aunque hubo algunos desafíos, la edificación, que comenzó en otoño de 2002, se completó sin grandes complicaciones. Sin embargo, uno de los principales obstáculos fue la falta de acceso rodado a la ubicación elegida para el museo, en las ocho hectáreas de la Rasa de San Telmo. Esto requirió la construcción de un vial especial para facilitar el transporte de maquinaria y personal: "En la travesía que une el IES de Luces y el pueblo de Lue, aparecía una pista forestal que llevaba a la zona donde se iba a ubicar el inmueble, entonces había plantaciones de eucalipto. Tuvo que arreglarse para facilitar el acceso. La carretera final no se llegó a terminar hasta quizás una semana antes de que se inaugurara el museo", cuenta.

El mayor problema lo tendrían con la propia madera, que, según Uribelarrea, "dio bastante guerra" debido a que geométricamente su estructura era compleja. Se empleó para ello madera de "picea abies" laminada y escuadrada con entramados de medio punto para las tres cúpulas, utilizando un total de 406 metros cúbicos, equivalentes a unos 600 árboles aproximadamente: "Si estos árboles hubieran sido replantados hace 20 años, ya habrían crecido", añade.

Durante la conferencia, Uribelarrea compartió con el público fotografías del proceso de montaje del museo, así como planos e imágenes del edificio una vez terminado y totalmente vacío. Tras la obra exterior, se instaló una iluminación perimetral y puntos de luz en su interior cada dos arcos, aunque posteriormente se colocaron iluminaciones específicas para sacar más partido a los distintos elementos del equipamiento.

En cuanto a la ubicación del inmueble, el arquitecto señala que, a pesar de que en un principio se había considerado la posibilidad de instalarlo en el centro de Colunga, se decidió apostar por "un terreno alto", y cuya imagen diera la sensación de que se encuentra "sobre del mar".

Tras dos años de construcción, la obra se completó y equipó en la primavera de 2004. Dos décadas después, el edificio del Muja no ha sufrido ningún tipo de problema estructural ni humedades y, al margen de su rica colección museística, su singular apariencia continúa llamando la atención del visitante.