Los recortes congelan la Universidad de Oviedo. Las restricciones de calefacción impuestas por el Rectorado para ahorrar gas debido a la difícil situación financiera que atraviesa la institución académica llenan las aulas de gorros, bufandas y abrigos desde que comenzó noviembre. «Esto parece una nevera», se lamentan profesores y alumnos de todas las facultades y escuelas. «Estamos igual que en la calle», añaden, resignados a un largo invierno que amenaza con dejarles tiritando delante de los apuntes.

El ambiente es gélido en la segunda planta de la Facultad de Economía y Empresa poco antes de que los alumnos del turno de tarde comiencen su jornada, a las tres. «Unos días es peor que otros, pero el frío es constante», se queja Victoria Martín, de La Fresneda, mientras espera sentada a que comience la clase de Análisis Económico, de segundo curso del grado de Administración y Dirección de Empresas (ADE). No se ha quitado su zamarra ni tiene pensado hacerlo. «Las últimas horas son las peores, porque cortan la calefacción antes de que acabemos», añade, a su lado, Inés Martínez, de Pola de Siero, también tapada hasta las orejas. «Nos lo tomamos con buen humor, qué le vamos a hacer», remata la ovetense Cristina Nájera, mientras prepara los papeles para hacer anotaciones.

Dos filas más atrás, varios compañeros les dan la razón. El menos abrigado lleva un jersey de lana. «Paso muchísimo frío y eso que soy de Ponferrada y estoy acostumbrado a esto», bromea David López. «Algunos días tengo que escribir con los guantes puestos», apunta la avilesina Nuria Tabernero, con el asentimiento de Sergio Fernández, de Tapia; Rubén Iglesias, de Caravia, y Claudia López, de Gijón. «El aula tiene el techo muy alto y los radiadores están a medias. Esto no calienta en todo el día», coinciden los jóvenes.

Manuel Álvarez, profesor titular de la asignatura, les da la razón, nada más situarse delante de la pizarra. «En muchas ocasiones, tenemos que dar clase a diez u once grados», asegura este «hombre de nieve», aficionado al esquí de fondo y a los triatlones de invierno. «Estoy más que acostumbrado al frío y, aun así, a veces se pasa mal», prosigue. «Por las mañanas, la situación también es complicada. Apagan los radiadores demasiado pronto al atardecer y, por eso, el edificio amanece congelado», remata.

Los primeros cortes en la calefacción de la Universidad comenzaron a principios de enero, como una de las medidas de urgencia aprobadas por los dirigentes académicos para hacer frente a los duros ajustes presupuestarios que sufren por parte de las diferentes administraciones. «El primer trimestre del año ya se notó, pero ahora ha vuelto con crudeza», apunta Álvarez. Las restricciones afectan a todas las estancias académicas, incluidos los despachos y edificios administrativos, como la sede del Rectorado. En paralelo, también se han tomado otras iniciativas, como adelantar una hora el turno de tarde, para ahorrar electricidad. «Hace un par de años, el calor era muy intenso y a todas horas. Quizás habría que buscar un punto intermedio. Ni tanto ni tan calvo», asegura una bedel, con bufanda verde al cuello.

Los lamentos se repiten en la Facultad de Derecho, donde varios estudiantes del recién creado doble grado en la especialidad y ADE toman asiento para recibir clase de Matemáticas. La avilesina Cristina Menéndez charla con los ovetenses Aida Menéndez, Marta Ordóñez y Andrés Martínez. Todos llevan chaqueta y opinan lo mismo. «De seis a ocho de la tarde estar aquí se hace muy duro», comentan. «Muchos días, ni siquiera nos quitamos la bufanda. Incluso algún compañero llega con el gorro puesto», continúan. «Nos gustaría que esto cambiara, pero no tenemos muchas esperanzas», concluyen.

Los complementos invernales también reinan en los pasillos de la Facultad de Biología, donde un grupo de alumnos espera paciente el inicio de un examen de Fisiología y Experimentación Animal, asignatura de tercer curso del grado de Biotecnología. El Aula A acogerá la prueba. Apenas supera los 13 grados cuando entran los dos profesores que la supervisarán: la contratada doctor Carmen Perillán y el ayudante doctor Eduardo Iglesias. «Se comenta que, en algunas clases, sólo encienden uno de cada tres radiadores una vez cada tres días», asegura la alumna ovetense Sofía de la Puente. «Hace muchísimo frío. Por las mañana, hay mucha gente que no se quita ni el gorro», la interrumpe su compañera Ana Cotarelo, de Villanueva de Oscos.

Dos docentes del departamento de Biología de Organismos y Sistemas conversan, con bata blanca, en otra estancia del centro, poco después de las cuatro de la tarde. «En los despachos la situación es idéntica. Mucha gente ha puesto estufas eléctricas. No es precisamente una medida de ahorro, pero te evita pasarlas canutas», afirman. «Somos conscientes de que la situación de la Universidad es complicada y de que todos tenemos que arrimar el hombro. Pero quizás esto sea excesivo», concluyen.

Por eso, las direcciones de algunos centros se han puesto en contacto con miembros del equipo de gobierno académico para solicitar un incremento del horario de funcionamiento de las calderas o, al menos, una mejor racionalización. «Algo tendrán que cambiar porque cinco meses más así serían una tomadura de pelo. Tenía ganas de irme de "Erasmus" a Suecia, pero creo que se me han quitado», apunta, entre risas, Alejandro Díaz, estudiante gijonés de Química, con un gorro calado hasta las cejas, en el hall de su Facultad.