El año 1999 finalizó en Asturias con la feliz noticia de un "milagro", el nacimiento de Luis Manuel, hijo de una luanquina de 34 años que llevaba clínicamente muerta 49 días, aunque le habían mantenido las constantes vitales en la uci del Hospital de Cabueñes para que pudiese completarse el crecimiento del feto que llevaba en las entrañas y cuyo nacimiento ella deseaba sobre todas las cosas, hasta el punto de escribir una nota en la que decía: "No quiero abortar. Quiero tener a mi hijo". Milagros Lorenzo Mesa cumplió finalmente su deseo, aunque no fuese consciente de ello. La Nochevieja del 99 le extrajeron a su hijo mediante cesárea y luego la desconectaron. Ahora en Texas se ensaya un milagro similar. Los médicos de Fort Worth mantienen con vida a la enfermera Marlise Muñoz para salvar al feto de 20 semanas que lleva en la matriz.

El caso tiene evidentes paralelismos con el "bebé-milagro" asturiano, pero también grandes diferencias, como señala el médico José Solís, jefe del servicio de ginecología de Cabueñes en 1999 y miembro del equipo médico que salvó al niño, junto a la jefa de la unidad de neonatología, Adela Rodríguez, y el responsable de la uci, José Guerra, hoy jubilado. Para Solís, una diferencia capital es el estado de gestación de la madre texana. "Creo que sería demasiado difícil completar la gestación en ese caso, tienen que ajustar mucho", indicó. En el caso asturiano, la madre fue declarada clínicamente muerta el 13 de noviembre de 1999, cuando estaba en la vigésima tercera semana de gestación, más avanzada que en el de la madre texana.

Durante el mes y medio que siguió, "había un grave riesgo de que el feto resultase infectado", y los médicos se enfrentaban a la incertidumbre de no saber si la alta temperatura de la madre se debía a un proceso natural, la destrucción de los núcleos cerebrales que sobreviene a la muerte, o a un proceso patológico. Evidentemente, si se alarga el período en que el feto debe permanecer dentro de la madre fallecida, ese riesgo infeccioso aumenta.

Pero hay más diferencias, indica el ginecólogo. En el caso de la americana, se la mantiene con vida por imperativo legal, ya que Texas prohíbe desconectar a una mujer clínicamente muerta que esté encinta. Y ello a pesar de que la enfermera dejó escrito expresamente que deseaba que la desconectasen. La familia de Marlise Muñoz respeta este deseo y critica que se la mantenga con vida, todo ello en mitad de una fuerte polémica en EE UU entre los partidarios y detractores del aborto.

"Esa obligación de mantener viva a la madre gestante no existía en 1999, ni existe ahora en España. Aquí se las desconecta", indicó Solís. Milagros Lorenzo Mesa ingresó a finales de agosto de 1999 en una clínica privada gijonesa con síntomas de meningitis. Con un fuerte proceso febril, dolores abdominales y diarreas, terminó en la uvi de Cabueñes. Antes de salir de la clínica privada entregó una nota a su hermana en la que mostraba su deseo de sacar adelante al niño. Aunque pudo salir de la primera crisis, debió volver a Cabueñes con una hemorragia cerebral irreversible. "En nuestro caso, pensamos que había posibilidad de que saliese el niño bien, lo hicimos lo mejor que supimos", añade Solís. El reto era difícil, puesto que el equipo tenía experiencia en mantener con vida algún órgano, pero ninguna en llevar a término una gestación con una madre muerta. De hecho, pocos casos se han dado desde entonces, uno en Australia y otro hace poco en Debrecen (Hungría), donde se mantuvo conectada a una mujer muerta durante tres meses para salvar a su bebé.

El caso asturiano sólo puede calificarse de éxito. Luis Manuel, que cumplió 14 años el día 31, ha sido criado por una hermana de su madre. Solís ha tenido referencias de él, de sus travesuras y de su buena adaptación pese a algunos problemas de audición.