El Gobierno del Principado ha aprobado la declaración Bien de Interés Cultural, con la categoría de zona arqueológica, de los castros de San Chuis, en el concejo de Allande; Chao Samartín, en Grandas de Salime, y Pendia, en Boal, con la que aumenta la protección de estos lugares arqueológicos.

El castro de San Chuis, que se localiza en uno de los altos del cordal que separa los valles de los ríos Prada y Abaniecha, presenta una planta triangular y se encuentra delimitado por un sistema defensivo compuesto por diversos fosos y una muralla modular que bordea todo el perímetro.

En el interior del recinto castreño se han localizado hasta la fecha más de una veintena de construcciones, de las que quince se localizan en el barrio bajo de la zona noreste, que presentan mayoritariamente plantas sencillas circulares u oblongas, de fisonomía habitual en el mundo castreño prerromano.

Dos edificios rompen esta norma y muestran plantas cuadrangulares, en un caso compartimentada en sendas estancias como suele ser frecuente en el mundo castreño-romano.

En el barrio alto se observan al menos otras ocho construcciones, si bien alguna de ellas parece integrarse en una o varias unidades de habitación de planta compleja.

La historia del castro de San Chuis se remonta, a tenor de las últimas investigaciones arqueológicas, al siglo VIII a.C., aunque la vigencia del asentamiento primitivo no está aclarada, si bien hay pruebas inequívocas de la ocupación durante la Edad del Hierro, que prosiguió durante el período romano, cuando el poblado experimentó una profunda remodelación.

El castro del Chao Samartín se ha revelado en los últimos años, gracias a las campañas de excavación arqueológica, como una gran fuente de información acerca del fenómeno castreño en Asturias.

Se ha constatado su ocupación durante un largo espacio temporal, que arranca en el siglo VIII a.C., en la Edad del Bronce, y que se prolongaría durante la Edad del Hierro y la época romana, hasta llegar al siglo II d.C, cuando una o varias sacudidas sísmicas provocaron el repentino abandono del sitio.

No obstante, tendría una nueva ocupación durante la alta Edad Media, constatable en una necrópolis utilizada entre los siglos VIII y X.

El castro de Pendia se localiza en un espolón en la ladera y está recortado de forma abrupta por el arroyo del mismo nombre.

En el Sur se localiza un foso tallado en la roca de dimensiones notables con el que se protegía el poblado, y el espacio interior del castro se organiza a partir de dos ámbitos bien diferenciados, separados por una muralla que atraviesa el recinto en sentido Este-Oeste y que presenta una puerta en su extremo oriental.

Al Norte de la muralla se identifica un pequeño rellano en el que se localiza un único edificio, interpretado como un espacio de representación.

Al Sur aparecen agrupadas dieciséis construcciones, catorce de ellas remiten a las habituales tipologías de cabañas castreñas, con plantas sencillas circulares o rectangulares con las esquinas de naipe y las otras dos construcciones son edificios de sauna, uno de ellos con características arcaicas, prerromanas, y el otro más evolucionado.

Este castro habría surgido en época prerromana y la ocupación del mismo continuaría, según los estudios, hasta un momento indeterminado de época tardorromana o medieval.

Por otra parte, el Consejo de Gobierno ha dado luz verde a un decreto por el que se delimita el entorno de protección de El Castelón de Villacondide, en el concejo de Coaña.