Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

Los «nenos» de Santolaya, la flor y nata de Candás o, como les gusta decir a ellos, lo mejor y lo peor, se reunieron anteanoche como cada año por el simple pero importante hecho de encontrarse unos a otros. Son hijos, nietos o, como mucho, bisnietos de pescadores. Y eso es lo que distingue a un candasín, que como pocos se enorgullece de su pasado obrero y humilde. Pasaron su infancia en el barrio de Santolaya, sede del Consistorio de Carreño -con hechuras arquitectónicas de fábrica conservera-, y año a año van aglutinando a más compañeros que se unen para celebrar que son de Candás: llambiones, cantarines y buenos amigos.

El encuentro de este año fue de los más numerosos, y el resultado, como siempre, todo un éxito. Así lo señaló uno de los organizadores, Tito Aramendi, quien se mostró orgulloso y contento de la celebración. Ésta acabó, como no podía ser de otra manera, con cantos de madrugada en pleno barrio.

Candás creció en el siglo XX, y surgieron nuevos barrios con marcado carácter marinero. Entre los más antiguos, el de Santolaya. La reunión de los antiguos vecinos comenzó en septiembre de 1994 con el fin de reunir a la gente de fuera, de manera que todos pudieran verse al menos una vez al año.

Con el paso de los años el encuentro ha crecido, de manera que en la actualidad la peña cuenta con unas 70 personas, de las cuales 60 acudieron al encuentro de anteanoche, que se celebró en el restaurante El Llagarón. Ya es costumbre que todos acudan con la gorra y el pañuelo oficial, y, sobre todo, con el polo, que es de color azul, pero no celeste ni turquesa, sino marino, como no podía ser menos. Van uniformados y contentos, y si alguien de Candás ve a uno suelto piensa que lleva de fiesta desde el Cristo, ya que el pañuelo es muy similar al de los festejos.

También como en años anteriores, los «nenos» homenajearon a los suyos. Este año, para ir homenajeando con el tiempo a todos, se amplió a dos el número de veteranos que han recibido la distinción: Florentino Vega y Manuel Artime

El buen ambiente predominó. Uno de los momentos más emotivos fue en la madrugada de ayer, cuando los últimos en abandonar la fiesta acudieron a cantar a Santolaya. Fue el momento de rememorar viejos tiempos con canciones imperecederas: habaneras, asturianas, marineras.