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Memoria de viva voz en Candás

M.ª Esther Vega enseña cancionero popular con 79 años: no estudió música ni entiende partituras, pero se sabe todas las piezas aprendidas en la industria conservera

María Esther Vega, durante su curso, en Candás. ILLÁN GARCÍA

María Esther Vega Menéndez tiene un oído como pocas personas. No tiene estudios musicales, no sabe interpretar una partitura, pero sí sabe entonar muy bien y guarda en su memoria decenas de canciones de sus tiempos de conservera. Desde hace cinco años imparte un curso de cancionero popular enmarcado dentro de los talleres de extensión cultural organizados por el Ayuntamiento de Carreño.

La monitora, de 79 años, comenzó a cantar con diez en la iglesia parroquial de San Félix. "Cantaba por el Corazón de Jesús, por la Inmaculada, por las flores de mayo...", recuerda. Poco tiempo después, Vega tuvo que abandonar la escuela para ponerse a trabajar en una conservera. Primero recibió clases particulares en casa de Ramón de Xuan y más tarde fue a la escuela pública.

A los 14 años se sumó a la plantilla de Conservas Albo. Allí, enlataba productos del mar y cuando era necesario, iba a buscar agua a la fuente para después seguir trabajando. Entre tanto, cantaba. "Un día por enredar, me castigaron cuatro días y me fui a pedir trabajo a otra conservera, a Portané, y me admitieron", detalla.

Un año que María Esther Vega Menéndez tiene grabado a fuego en su memoria es 1953 y más aún el concurso de canto que se celebró en el lugar que ocupa hoy en día el centro polivalente de La Baragaña. Allí competían Albo y Portané. "Las de Albo tenían unas voces preciosas, eran grandes, nosotras, las de Portané, éramos doce o tres muyeres que cantamos 'Chalaneru', 'Somos hijos de Candás', 'La Marinera'... Al final, ganamos el primer premio", destaca orgullosa.

De sus tiempos en la fábrica, de las horas y horas que pasó enlatando pescado, piensa en aquellas jornadas en la que las trabajadoras mataban el tiempo cantando.

"Casi ni hablábamos, sólo cantábamos y no comíamos, no nos dejaban, bueno sí comíamos pero no se enteraban, igual sí", señala esta mujer que tenía un horario de 8 a 18 horas y de 13.30 a 20 horas. "A veces salíamos, y había pesca fresca en la rula y teníamos que volver hasta la una de la mañana. Y luego a levantarse pronto para entrar de nuevo a las ocho", relata la mujer.

Entre recuerdos de la fábrica, Esther Vega confiesa que lo que más le gustaba era cantar. "Nunca usé partitura, siempre canté de oído, esto no es ni técnica vocal ni nada, es oído", expresa la candasina.

Por momentos, Vega canta y entona algunas piezas que recuerdan ese Candás marinero, esas habaneras de las que emerge un importante olor a salitre inconfundible.

Esther Vega Menéndez es una candasina de los pies a la cabeza. "Candás ye todo, que no me hablen mal de Candás", afirma con el dedo índice levantado. "Candás ya puede ser lo más feo del mundo, que ye lo más grande que hay".

Y no solo lo dice por su pasado marinero, sino también por el trabajo que desempeña David Colado y los profesores al frente de la Escuela de Música "Miguel Barrosa" en defensa de la cultura musical tradicional de la villa.

Se desvive en elogios a los docentes de la escuela de Candás. Le encanta la canción y desvela que si es capaz de tener esa voz, se debe a su capacidad para escuchar.

Sobre el curso de extensión cultural que imparte a sus 79 años, sólo habla maravillas. Hace lo que más le gusta y enseña a más de una veintena de candasinos las técnicas para entonar y cancionero popular carreñense. "Yo no cobro, voy de voluntaria y todos los años, los alumnos me dan un detallín en cada curso, mira este reloj que me regalaron", enseña orgullosa la candasina.

"A mí lo que más me gusta es cantar", afirma esta mujer que también se colocó una paxa en la cabeza para vender pescado y ayudó a su marido en la mar, al tiempo que atendía las labores de casa, iba a trabajar a la industria conservera y atendía a sus dos hijos.

"Canto porque quiero y lo haré siempre", recalca Esther Vega, que presume de oído. "Y sin partitura", apostilla.

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