Investigador del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Mieres del Camino,

Julio VIVAS

Txetxu Ausin es miembro del Instituto de Filosofía del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y especialista en bioética. Afirma que la eutanasia o el aborto «se analizan mucho mejor desde la lógica difusa, ya que la vida o la muerte no son conceptos cerrados, sino flexibles». Estas y otras teorías formaron parte de la conferencia que ofreció ayer el investigador en el «Simposio Internacional sobre Lógica Difusa, Filosofía y Medicina» que organiza el Centro Europeo de Soft Computing en el campus de Mieres. Las jornadas continúan hoy con el desarrollo de talleres específicos en los que se evaluarán teorías, métodos, aplicaciones y herramientas que relacionan la lógica difusa y la medicina.

-¿Cuál es la relación entre la bioética y la lógica difusa?

-Es simple, la lógica difusa nos ofrece una visión diferente al analizar muchos de los conflictos y dilemas que surgen del debate en bioética, como la eutanasia, el aborto, la investigación con embriones o la experimentación con los animales. Temas que están en la calle y que se analizan mucho mejor desde la lógica difusa, que establece una balanza en estas consideraciones. En lugar del todo o nada, se introduce cierta flexibilidad que nos permite acercarnos a estos asuntos de manera más adecuada y que, incluso, permite llegar a un consenso de forma más o menos amable.

-¿Cómo se aplica la lógica difusa a la eutanasia o al aborto?

-Creo que en este aspecto tiene que haber una distinción gradual y no absoluta sobre lo que es censurable o no. Respecto al aborto, es difícil de entender que algo sea censurable a partir de un día y que justo el día anterior haya estado permitido, no puede haber una categorización ética o jurídica diferente cuando hay supuestos de hecho similares. Con la eutanasia pasa algo parecido, se dice que es quitar la vida, pero también puede ser acortar la muerte o la agonía, tendrá que ver con la situación del paciente, con su contexto, con una serie de factores que no se pueden determinar a priori y de manera absoluta. Quizá haya que llamarlo de otra manera, pero es el legislador el que tiene que decidirlo. En nuestro caso, tenemos que flexibilizar un poco nuestra manera de ver estos asuntos para poder llegar a consensos y no proporcionar soluciones traumáticas, modular cómo analizamos determinados fenómenos y cómo los catalogamos desde la ética y el derecho.

-El simposio analiza la relación entre la filosofía y la medicina, ¿pueden ir de la mano estas disciplinas?

-Deben ir de la mano, no me cabe la menor duda. Una de las ideas que se ha puesto sobre la mesa en este simposio es que la medicina, como disciplina, incorpora una serie de valores y que, al definir lo que es una enfermedad y lo que no es, estamos haciendo una consideración ética y hasta política. En la tradición de la medicina, el médico trataba no sólo la enfermedad, sino al paciente y su entorno social. Con la superespecialización de la medicina se ha perdido esa dimensión humanística que tenía, aunque también nos ha traído muchos avances y progresos. La medicina debe centrarse en el paciente y su entorno, y no tanto en la enfermedad, esa es una de las conclusiones que hemos podido sacar de este simposio.

-¿Los médicos se muestran reacios a aplicar la filosofía?

- No, pero quizá las dinámicas de la estructura de la atención sanitaria favorecen la superespecialización y una forma de tratar las enfermedades aisladamente. Es un tipo de medicina deshumanizada, pero no creo que haya un rechazo teórico. Quizá haya que cambiar las estructuras de prestación de servicios para favorecer la comunicación, el diálogo y esa necesaria vinculación entre medicina y filosofía, porque al final, la medicina tiene que ver con el estudio del ser humano y su visión, su antropología es inevitable.

-¿Conocía el trabajo que se desempeñaba en el centro europeo de Soft Computing?

-Sí, porque he tenido contacto con algunos de los investigadores que están radicados aquí, que han sido tanto profesores como becarios en el CSIC, donde trabajo. Es el caso de Enric Trillas, que fue presidente del mismo, entre otros. Creo que el centro europeo de Soft Computing es una iniciativa interesantísima y me ha causado mucha sorpresa que en Asturias se haya hecho una apuesta tan importante por la transformación del tejido económico y social a través de la investigación en áreas punteras, como el soft computing.

-¿Qué línea de investigación desarrolla dentro del CSIC?

-Pertenezco al área de Humanidades y Ciencias Sociales, y dentro de ese área, trabajo en el centro de Ciencias Humanas y Sociales de Madrid, un instituto de filosofía donde trabajamos diferentes líneas de investigación, en mi caso, sobre las éticas aplicadas y la filosofía jurídica. Además, soy editor de la primera revista española sobre ética aplicada, «Dilemata», que ha dado lugar a una importante red de investigación en temas de la ética y asuntos públicos, problemas de la sociedad, como el envejecimiento, la economía o la discapacidad. Hacemos teoría, pero volcada en las demandas de la sociedad y en las nuevas realidades que se plantean.