Como no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita, el Sporting volvió tan contento con su punto. Un empate a domicilio no amarga a nadie y menos en un campo donde no se regalan los puntos. Lo triste fue el camino elegido para llegar a ese empate, la falta de fútbol y la nula ambición cuando el rival se quedó en inferioridad numérica con veinticinco minutos por jugar. Tan sólo Isma López se reveló contra la mediocridad. El navarro estuvo en todo lo bueno que hizo el Sporting, que tampoco fue demasiado, y se fue cariacontecido cuando Sandoval le señaló el vestuario para situar a Nacho Cases como mediapunta mientras mantenía inamovible el doble pivote ante un rival con sólo diez hombres.

Como una semana antes, el final fue trágico y el Sporting terminó pidiendo la hora ante un Numancia al que le bastaron la intensidad y el talento de Julio Álvarez para superar al Sporting. De principio a fin, aun con uno menos, el Numancia fue el único equipo que buscó la victoria. Superó al Sporting en todas las batallas individuales y su fútbol primitivo y directo fue encerrando a los rojiblancos. Las mejores ocasiones locales llegaron en dos salidas en falso de Cuéllar y fueron dos rebotes más que remates.

El Sporting sigue lanzando mensajes alarmantes. El equipo está sostenido con pinzas y va sacando los resultados "de aquella manera". La bronca de Sandoval al final del encuentro fue mayúscula, pero sus futbolistas sólo respondieron a los mensajes que les lanzaba desde el banquillo. La falta de ambición fue manifiesta. El Numancia atacó más y mejor que los rojiblancos cuando se quedaron con un hombre menos y el Sporting pareció dar siempre por bueno el empate, incluso en superioridad numérica.

Algún día, alguien contará el misterio del gratuito sacrificio de Nacho Cases en un equipo que le hace ascos a la pelota. Quizá mientras las fuerzas estuvieron equilibradas, se justificó la presencia de dos centrocampistas de contención. No es una decisión demasiado popular, pero es el criterio del entrenador. Lo que no se comprende es que el de La Arena no saltara al césped de inmediato cuando el rival se quedó con diez. Sandoval le concedió a Nacho Cases diez minutos largos y lo desubicó en la mediapunta obligando a recibir de espaldas y darse la vuelta a un futbolista que necesita ver el fútbol de cara. El desconcierto de esos minutos finales fue manifiesto. Nadie sabía lo que buscaba Sandoval, que llamó a López Garai al banquillo para explicárselo. Poco después era Mandi quien hacía gestos evidentes de no entender nada.

La incertidumbre fue tal, que los futbolistas no sabían si nadar o guardar la ropa. No hicieron ni una cosa ni la otra. Y al final fue al Numancia a quien le supo mal el empate. Capítulo aparte merece la insistencia con Mandi en el centro de la defensa. El canario sembró el pánico con algunas pérdidas de balón en posiciones de riesgo y cometió un claro penalti tras dejarse ganar la posición por Sergi Enrich.

A la vista de los acontecimientos, el sentimiento tras el choque era de alivio por el punto salvado. Pero las caras largas por el juego del equipo eran evidentes. El Sporting volvió a decepcionar en Los Pajaritos, un campo que nunca se le ha dado bien. El problema es que el partido de ayer llega tras el fiasco de Vitoria y tras las dudas que generó el Éibar. Sandoval mantiene su confianza en futbolistas que no le están respondiendo y el equipo lanza mensajes preocupantes. Incluso para los creyentes más convencidos.