J. MORÁN

En mayo de 2008 Santiago Carrillo (Gijón, 1915-Madrid, 2012) dictaba sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA en su domicilio madrileño. En ellas abordaba reflexivamente aspectos de su infancia gijonesa y avilesina -entre Sandokán y el militar José Miaja, que represalía a su padre en la huelga 1917-; o de sus simpatías por el Octubre del 34 -«que frenó un Estado fascista en España»-; o su autodefensa acerca de los fusilamientos de Paracuellos del Jarama: «Los generales Rojo y Miaja no me lo hubieran perdonado». Este último argumento era nuevo en el repertorio que el propio Carrillo utilizaba para contrarrestar las acusaciones, que se habían intensificado en los últimos años. En sus «Memorias» también repasaba la persecución religiosa, la defensa de Madrid o el papel de Pasionaria.

l Las JSU, con Rafael Fernández. «Salí de Gijón muy pronto, porque cuando tenía 5 años mi familia se trasladó a Avilés y, después, a Madrid. Pero a Gijón volví todos los veranos a casa de mis abuelos. Conservo muy vivos recuerdos, por ejemplo, de la Biblioteca del Ateneo Obrero de Gijón donde a los 12 años, en uno de esos veraneos, me leí todas las novelas de Salgari, "Sandokán", "La capitana del Yucatán" o "Los mares del Sur". Hasta el comienzo de la guerra, seguí yendo a Gijón y todavía el año 1936 estuve en Oviedo y en Gijón, con ocasión del congreso de constitución de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), de socialistas y comunistas, y de la que fue secretario general en ese momento Rafael Fernández, con quien tuve mucho trato».

l La Asturias de la II República y el 34. «La Asturias republicana no está contenta con el bienio socialista y se produce una radicalización muy fuerte de la clase obrera porque considera que la República no resuelve problemas y que el Gobierno es tímido. Es la Asturias que hace la Comuna de 1934, que se levanta contra la entrada de un partido fascista católico, la CEDA, en el Gobierno y que lo hace porque ha visto la experiencia de Alemania, de Italia y de Austria, donde el fascismo ha llegado al poder electoralmente y parlamentariamente y ha proclamado un régimen fascista, de opresión y de persecución. Asturias, en el 34, es un ejemplo de resistencia al fascismo y sin esa revolución, en 1935 hubiéramos tenido un régimen fascista en España».

l España, primera batalla de la II Guerra Mundial. «Hubo militares en una conspiración permanente, un núcleo que encabeza Franco y en el que están Goded y Fanjul, fundamentalmente, y que coinciden con el período en que Gil Robles es ministro de la Guerra. Ya en 1934 y 1935, las Fuerzas Armadas españolas, de acuerdo con el Estado Mayor alemán y el Estado Mayor italiano, establecen una alianza sin que el país lo sepa. Alcalá Zamora está muy preocupado e insiste a Gil Robles y a Lerroux para que se fortifiquen las Baleares, por si hay un intento italiano de apoderarse de ellas. Y resulta también que en el Ejército se está pensando en fortalecer la frontera con Portugal, por si los ingleses son los que atacan a España. Es decir, se elabora un plan de reorganización del Ejército con vistas ya a la II Guerra que el Eje está preparando. Y en realidad, Franco se suma a la rebelión cuando está convencido de que los alemanes y los italianos van a apoyarle. Estoy convencido de que si no hubiera habido en ese momento el planeamiento de la II Guerra Mundial por parte del Eje, en España hubiera habido confrontaciones sociales fuertes, pero no hubiera habido una guerra civil».

l Persecución religiosa. «Lo que fue realmente serio es que, ya al mes de proclamada la República, hay la quema de iglesias y conventos. Yo eso lo recuerdo como si lo estuviera viviendo, porque ese día de mayo yo era un joven socialista de 16 años y salí con los jóvenes socialistas y republicanos a la calle a tratar de evitar que se quemaran iglesias y conventos. En la Puerta del Sol un grupo de anarquistas estuvo a punto de lincharnos. Lo que hay que preguntarse es por qué era tan fácil en esa época, en las ciudades y en los pueblos, sacar a la gente a la calle para quemar iglesias. Por un motivo muy sencillo: porque la Iglesia había sido una parte del régimen monárquico, autoritario, absolutista, de opresión, que había sufrido este pueblo, y porque en el campo los representantes del poder opresor, del poder que hacía pasar hambre, del poder que no daba trabajo a la gente, eran el cacique y el terrateniente, el cura y el jefe de la Guardia Civil. Si no se entiende el papel nefasto de la jerarquía católica en la historia de este país, es muy difícil explicarse por qué la gente sale a la calle a quemar iglesias. Y cuando estalla ya la guerra, lo que sucede es que el aparato del Estado republicano se hunde. No hay Ejército, lo tienen ellos. Y no hay Guardia Civil, que se va pasando al enemigo. Y surgen espontáneamente grupos que se dedican a buscar a los fachas. El orden público queda en manos de las masas y de organizaciones populares, A la República le cuesta unos cuantos meses organizar un Estado nuevo, una Policía nueva y un Ejército. Cuando en Madrid me encuentro al frente de la Consejería de Orden Público, no tengo nada en las manos. Tengo la JSU y el Partido Comunista, pero de Estado no tengo nada. En ese momento la Junta de Defensa de Madrid no tiene milicianos para poner uno o dos en cada calle por donde pueden entrar los grupos que causan el desorden».

l Las relaciones con Miaja. «Mis relaciones con el general Miaja, ovetense, se producen cuando yo era un chaval de 21 años y él, para mí, ya era un hombre mayor, de cincuenta y tantos años, Pero, además, se daba una circunstancia que yo conocía y que hacía más curiosa la situación, y es que en 1917 cuando la huelga general en Asturias, Miaja dirige fuerzas militares de represión en el Principado y detiene a mi padre, que era dirigente del Sindicato Metalúrgico. En la detención, le hace una pregunta mi padre: "¿Cómo quiere usted que le cuelgue, con la cabeza para arriba o con la cabeza para abajo?". Eso que yo había oído contar a mi padre en casa desde chiquitín, hacía más curiosa la relación con este hombre y la verdad es que en todo ese período de la Junta de Defensa de Madrid las relaciones de Miaja y mías fueron de lo más afectuoso, hasta que al final de la guerra él se involucra en el golpe de Casado, al igual que mi padre, Wenceslao Carrillo».

l El Gobierno abandona Madrid. «En ese momento, yo pensaba, como muchos, que el Gobierno en Madrid estorbaba, que no iba a tomar las decisiones necesarias y si seguía allí, lo capturaban los franquistas y se acababa la guerra civil. Pero el error del Gobierno fue que se va de mala manera, dejando durante diez o doce horas Madrid sin mando y con el enemigo ya en las puertas. El Gobierno se va en la tarde del día 6, y las órdenes para Miaja y para Pozas tienen que ser abiertas al día siguiente, a las seis de la mañana. Y menos mal que el PC y la JSU reaccionamos y esa misma tarde Antonio Mije y yo buscamos a Miaja y empezamos a tratar de tomar las cosas en nuestra mano y crear la Junta de Defensa de Madrid. Las órdenes que dejó el Gobierno eran resistir lo que se pueda y, si no, retirarse hacia Cuenca. Eso era todo. Por cierto, por error, el sobre con las órdenes de Miaja se lo dan a Pozas y viceversa, y si esa misma noche no les reunimos a los dos, al día siguiente hubiera sido un lío, porque hubieran estado uno lejos del otro y con las ordenes cambiadas. Aquello fue lamentable, y lo fue porque Largo Caballero tomó la decisión de irse en el peor momento. Afortunadamente, la Junta de Defensa comenzó a actuar esa misma noche prácticamente y al pueblo no le impresionó que se hubiera ido el Gobierno».

l Paracuellos. «En el momento de los hechos, noviembre de 1936, ni Rojo ni Miaja me hubieran perdonado si yo hubiera sido responsable de los fusilamientos de Paracuellos. Ellos vivían una solidaridad profesional con las familias de mandos del Ejército franquista que permanecían en Madrid; las ayudaban económicamente, y las protegían de venganzas. Evidentemente, no hubieran tenido conmigo la relación de amistad y de trabajo que tuvimos durante la defensa de Madrid. El Gobierno republicano tenía que haber evacuado a esos presos, pero no lo hizo y nos dejó en las manos una situación enormemente peligrosa. Esas columnas de prisioneros, si huían y se reincorporaban, eran un peligro enorme porque había mandos para organizar casi un ejército. Las columnas de presos salen de Madrid y quedan fuera de nuestra jurisdicción y bajo el mando del general Pozas, que era el jefe del Ejército del centro y, por consiguiente, dependía directamente del Gobierno de la República, y no de la Junta de Defensa de Madrid. Para explicar esto de las jurisdicciones contaré algo que me sucedió a mí mismo. A los diez días de la defensa de Madrid, como había conflictos entre Miaja y Largo Caballero, inicié viaje a Valencia, pero al llegar al puente de Ventas, frontera de nuestra jurisdicción, un grupo de faistas (anarquistas de la FAI), que mandaba un sujeto con el apodo de El Chato de las Ventas, me impidió el paso y tuve que dar la vuelta porque yo sólo y el chófer no podíamos enfrentarnos a un pelotón armado».

l Única responsabilidad. «El camino que siguen las columnas de presos era además un territorio de señores de la guerra, con grupos de huidos ante el avance fascista que acampaban como podían, armados, en los alrededores de Madrid. Frente a eso, no teníamos ni guardias ni soldados. La única responsabilidad que puedo asumir, es decir, todo lo más que se me podría imputar, es que no pudimos dar cobertura a esas columnas de presos porque no teníamos efectivos ni para defender Madrid. Pero, además, esos efectivos, si los hubiéramos tenido, tendrían que haber sido suficientes en una situación normal, pero las circunstancias eran otras. Los efectivos, las gentes republicanas, estaban muy condicionados emocional y políticamente por los bombardeos de Madrid, por las casas hundidas, por las familias muertas. Son cosas de la guerra, cosas incontrolables».

l Pasionaria, un apoyo. «Durante la guerra Pasionaria permanece en Madrid y es un sostén, no sólo para mí, sino para toda la defensa de Madrid. Tenía una gran influencia popular y sus discursos, sus visitas al frente, sus intervenciones públicas contribuyeron sin duda de una manera muy importante a la resistencia. Después, trabajamos juntos prácticamente desde el año 1945, cuando ella regresa a París desde Moscú, y, a partir de ahí, el contacto fue diario, cordial, estupendo, y no hemos cesado en la colaboración prácticamente hasta que yo dejé la secretaría general del PC. Muerto Franco, es elegida diputada por Asturias en 1977, recordando que lo había sido ya en el año 1936, porque ella jugó un gran papel de solidaridad con los hijos de los mineros presos después de Octubre del 34. Pero, en 1977, Pasionaria no está en condiciones de ser activa como diputada y en el PC de Asturias surge, efectivamente, la opinión de que ellos necesitan un diputado que conviva con ellos, que trabaje con ellos, y siga muy atenta y cotidianamente la situación en la región. Es entonces cuando, en las segundas elecciones, Pasionaria deja la plaza a Horacio Fernández Inguanzo».

l Contra el fascismo. «Fui, y soy, un periodista que de joven quiso ser ingeniero de caminos, canales y puertos, porque sonaba muy grande, pero mis padres no tenían recursos para darme esos estudios. Fui periodista, pero me arrastró a la política activa durante la República, la necesidad de luchar contra el fascismo, y ése ha sido el gran objetivo de mi vida»