C. J.

De tres a cien euros. Ésos fueron los límites que se fijaron en la subasta celebrada ayer en el Acuario de Gijón en el marco de la reunión anual de aficionados de los peces killis. Cada uno de los ejemplares de la diminuta especie marina se fue entregando, uno a uno, en pequeñas botellas de plástico que contenían el preciado tesoro de los participantes en la puja, la última de las actividades desarrolladas en el marco de la XIX Convención anual de la Sociedad Española de Killis.

También ayer se resolvieron los premios para los mejores criadores de esta especie en sus distintas modalidades. Las distinciones recayeron en Luis Pontes, Ángel Domingo Barbero, Antonio Pascual Fernández, Joaquín Marqués, Eduardo Bernardo, Robert J. Goldstein, Pere Sastre Parri, Torben Nejlund, Rui Miguel Choças, Heiko Karst, Juan Carlos Rubio Zarzuela, José Ramón García Gil, Paulo José Alves, Tom ver Eeke, Mogens Juhl, Juan Pablo Campo Fort y Michael Scheneider.

La organización destacó el apoyo recibido a lo largo de todo el fin de semana de la sección asturiana de «killiofilos» que acompañaron en todo momento las actividades.

Los beneficios de la subasta desarrollada ayer en Gijón irán a parar a la Sociedad Española de Killis, para financiar sus próximas actividades y mantener viva esta afición. Estos peces, que forman parte de una familia de carpas ovíparas pertenecientes al orden de los Cyprinidontiformes, habitan en riachuelos, pequeños arroyos y charcas estacionales de todos los continentes salvo Oceanía, según explicaron sus criadores. Sólo unas pocas especies se han adaptado a vivir en el mar e incluso en lugares con una salinidad más elevada.

Los aficionados a los killis recogen los huevos de los peces y los guardan en cajitas con turba húmeda, imitando lo que sucedería en la naturaleza al secarse la charca. Esto les permite intercambiar especies con otros aficionados del resto del mundo, como hicieron a lo largo de todo el fin de semana en el Acuario.