Este otoño se cumplirá un año desde que concluyeron las obras de la regasificadora asturiana, la mayor infraestructura energética construida en Asturias en décadas. Y hará treinta años desde que Javier Fernández, entonces diputado nacional por Asturias, habló por primera vez de poner una planta de tratamiento de gas natural licuado en El Musel. Entre aquella sugerencia del hoy presidente asturiano y el inicio de la obra, en 2009, mediaron choques políticos, implicaciones empresariales y la apuesta de los gobiernos de Vicente Álvarez Areces por una revolución energética que, con El Musel como cabecera y hasta una docena de proyectos de centrales eléctricas de ciclo combinado, iba a convertir a Asturias, especializada en la producción de kilovatios a partir del carbón, en una potencia de la tecnología del gas.

Mucho de todo ese diseño en papel se desmoronó con la crisis. Sobrevivieron los dos ciclos combinados de HC en Soto de Ribera, proyectados y finalizados antes de la Gran Recesión. Las compañías eléctricas renunciaron a todas las demás centrales, llamadas a ser clientes principales de la regasificadora y a justificar técnicamente una inversión (380 millones) que pagarán los hogares y las empresas españolas a través de la tarifa del gas.

La sentencia que anula la autorización administrativa añade incertidumbres sobre el futuro de una instalación que ya arrastra otras de tipo económico y técnico. La regasificadora, propiedad de Enagás, no funciona y no hay expectativa clara de que vaya a hacerlo pronto. Además, el complejo carece de conexión con la red de gas y sus problemas pueden agravarse con las inversiones que tiene en marcha su competidor vasco.

Hibernada. En marzo de 2012, el Ministerio de Industria decidió la "hibernación" de la regasificadora de El Musel, entonces aún en obras, porque la caída de la demanda energética la hacía innecesaria. Desde entonces no hay más actividad ni más plantilla que las de vigilancia y mantenimiento. Informes recientes de la Comisión Nacional de la Energía sugieren además que el sistema gasista podrá prescindir de la planta asturiana como mínimo hasta 2017. Hoy, la mayoría de las otras seis regasificadoras españolas trabajan a ritmos muy bajos.

Sin tubo. En la hipótesis remota de que a corto plazo la planta entrara en servicio, no podría cumplir su misión primigenia: inyectar en la red de gas el combustible que llegaría en estado líquido por barco y que se almacenaría y regasificaría en las instalaciones gijonesas. El complejo no está conectado al sistema nacional porque está sin hacer el tramo de gasoducto El Musel-Llanera, aún en tramitación administrativa. Enagás está sopesando un uso alternativo para la regasificadora que no requiere de ese tubo: utilizar el complejo como almacén y para la recarga de buques metaneros. Pero tampoco existe certidumbre de que se pueda iniciar tal actividad a corto plazo.

Bilbao. Mientras la planta asturiana encadena problemas, la de Bilbao avanza en su ampliación, con la construcción de un tercer tanque. La entrada en servicio de este depósito, prevista para 2014, complicaría aún más las posibilidades de que la regasificadora de El Musel salga de la hibernación. El Gobierno del Principado ha pedido prioridad para Gijón. El Gobierno central no se ha pronunciado.