Asfaltar las 7 hectáreas de la ampliación de El Musel colindantes al muelle de EBHISA, en las que se generaron en gran medida las nubes de carbón que acabaron llegando la semana pasada hasta la playa de San Lorenzo, tendrá un coste que rondará los 600.000 euros. Instalar naves en esos terrenos para almacenar la hulla a cubierto, costaría unos 21 millones de euros. Esas son las estimaciones realizadas por ingenieros, con las que éstos explican por qué la Autoridad Portuaria plantea unas actuaciones que contribuirán a mitigar la polución originada en El Musel al facilitar la limpieza de las explanadas cuando se levantan las parvas que las ocupan, en vez de obligar a los usuarios a guardar el carbón a cubierto, lo que evitaría de plano el riesgo de polvaredas por el viento.

La práctica portuaria respecto a los graneles sólidos es dispar. En el propio puerto de El Musel coexisten almacenes a cubierto y a cielo abierto. A cubierto están, por ejemplo, los cereales que se almacenan en el tinglado del Muelle Moliner; el cemento con depósitos y silos en el segundo espigón, en el que también se guarda a cubierto coque; el talco en tinglados de La Figar y un almacén en la primera alineación y el abono en una nave de La Osa y en los antiguos talleres próximos al edificio de Servicios Múltiples.

Otros graneles, sin embargo, permanecen a la intemperie, como es el caso del carbón térmico en diversos muelles y explanadas. Las medidas paliativas aquí son el riego con agua y tensoactivos. En teoría, la ampliación de El Musel debería haber contribuido a evitar en gran medida que la polución llegara a Gijón, con el traslado de la terminal granelera EBHISA al Nuevo Muelle Norte, más próximo a Carreño. Un traslado que no se hizo por el importante coste económico de la urbanización de esas explanadas y la instalación de grúas y cintas. Sólo una parte del tráfico de graneles que antes se hacía por los viejos muelles comerciales se ha trasladado a esa zona de la ampliación.

En teoría, las normas ambientales de la Autoridad Portuaria de Gijón, publicadas en el BOPA el pasado 24 de febrero, obligan a usar "las mejores técnicas disponibles" en el manejo y almacenamiento de "mercancías pulverulentas".

Las fuentes consultadas señalan que aunque el carboncillo que queda en el suelo tras levantar las parvas pueda incidir en las polvaredas que se generan con el viento, lo fundamental son las propias parvas, dado que el viento es más fuerte habitualmente a mayor altura. En algunos casos se toman medidas, como hizo la Autoridad Portuaria de Avilés obligando a Chemastur a hacer una nave para almacenar blenda. Con el carbón es otra cosa, agregan. Miembros de grupos ecologistas apuntan, por su parte, que no es porque no haya alternativas.

La instalación más moderna que hay hoy en día en un puerto español para el manejo de graneles sólidos es la terminal denominada Medusa, por la que Gas Natural-Fenosa descarga cada año unos 2 millones de toneladas de carbón para su central térmica de Meirama. La descarga y carga de carbón se hace con tolvas ecológicas y a través de un sistema de cintas en circuito cerrado y el mineral se almacena dentro de una cúpula con capacidad para contener 100.000 metros cúbicos. Fenosa, la eléctrica predominante en Galicia, inauguró esta terminal en 2007, tras haber invertido 20 millones de euros y después de reiteradas protestas de los vecinos afectados, que acabaron llegando al Parlamento Europeo.

En el mismo puerto, otra eléctrica, Endesa, sigue descargando a cielo abierto, pese a las presiones ciudadanas y las promesas de los dirigentes políticos.