A los 85 años, e apagó la luz potente de su integridad y su inteligencia, sólo queda una desolada oscuridad. Manuel Álvarez-Valdés y Valdés era un hombre brillante, recio, su cultura barría como un soplo cualquier atisbo de ligereza. Estaba tan seguro de sus conocimientos que los debatía con el aplomo que sólo proporciona la verdad. Era taxativo, serio, totalmente carente de frivolidad. Pero al mismo tiempo, entrañable; nos profesábamos un cariño mutuo. Le admiraba. Tengo muy presente la última vez que le vi. Fue en la Casa Natal de Jovellanos? ¿Dónde si no? Era el sancta sanctorum donde celebraba sus orgías intelectuales, y siempre llenó la sala de público ávido de escucharle.

Manolo Valdés, como en confianza le llamábamos, había nacido en Gijón (1932), hijo único de un indiano de Avilés que vivió la independencia de Cuba. Hizo el Bachiller en el colegio Corazón de María, y la carrera de Derecho en la Universidad de Cimadevilla, dirigida por don Fermín García Bernardo, obteniendo Premio Extraordinario. Posteriormente sacó las oposiciones de abogado del Estado, pero trabajó poco tiempo en esta profesión, ya que el sector energético solicitó sus servicios, y hubo de pedir la excedencia. Estaba en posesión de la Cruz de San Raimundo de Peñafort, y era académico de número de la Asturiana de Jurisprudencia, y académico correspondiente de Historia.

Jovellanista de vocación, sus libros sobre el prócer han arrojado mucha luz sobre la personalidad del insigne gijonés. Su curiosidad respecto a la vida de Jovino nació cuando apenas tenía cinco años, al oír de él palabras elogiosas, que más tarde contrastaron con la noticia de que el genio ilustrado tenía un libro en el Índice. Entonces se preguntó: "¿Cómo un señor tan bueno puede tener un libro prohibido por la Iglesia?".

Comenzó a leer cosas de Jovellanos, investigó, hasta adquirir unos conocimientos que le dieron la oportunidad de exhibirlos por primera vez en una conferencia celebrada en la Central Nuclear de Trillo. Entonces él ya sabía que a finales del siglo XIX, el Papa León XIII ordenó sacar dicho texto de Jovellanos del Índice.

Manolo Valdés admiraba a Jovellanos pero no era un hagiógrafo, sino que le juzgaba con imparcialidad. Por ejemplo decía que era vanidoso, "caciplero", algo pedante, y que se sentía por encima de los demás. Que no era del todo demócrata al sostener que había que escuchar al pueblo, pero que la resolución era del Rey. También defendió la causa de Fernando VII, algo disculpable puesto que no llegó a conocerlo. Pero en definitiva era un patriota, como defendió Álvarez-Valdés.

Las conferencias pronunciadas por Manolo Valdés eran siempre brillantísimas, tenía una voz contundente y unos conocimientos tan amplios que sus convocatorias constituían verdaderos acontecimientos culturales en Gijón. Historiador riguroso y sabio, deja muchos libros escritos; cinco sobre Jovellanos. Los que me dedicó hoy adquieren rango de reliquia.

Patrono del Foro Jovellanos, la institución sentirá su irreparable pérdida. A nosotros sólo nos queda guardar su memoria en el corazón, y alegrarnos de haberle conocido. Aunque hoy, es esta triste hora, nos condolemos con Marisa López-Osorio Campo, su viuda, su hijo Manuel y sus dos nietos, Covadonga y David.

El rito exequial de despedida del ilustre jovellanista tendrá lugar hoy viernes, a las siete de la tarde, en la capilla del tanatorio El Salvador, de Oviedo. A continuación, sus restos mortales serán incinerados en el mismo tanatorio. Sus cenizas serán recibidas mañana sábado, a la una y cuarto de la tarde, en la iglesia parroquial Nuestra Señora del Carmen, de los Padres Carmelitas, de Oviedo, donde se celebrará el funeral.

Descansa en paz, amigo mío.