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El "agujero negro" del asesinato de Asunta Basterra

La espeluznante hipótesis de que los padres matasen a los abuelos de la niña y luego a su propia hija por motivos económicos

No debe de haber existido ningún otro caso en la historia de la criminología española en el que haya habido, desde el día de la muerte de la víctima, tantas pruebas y tan contundentes sobre la autoría de un asesinato como en el caso de la muerte de Asunta Basterra: las compras de las medicaciones administradas a la niña, las ingestas de la medicación mortífera, la cuerda hallada al lado del cadáver, las horas y lugares en los que ocurrieron los hechos y en los que los padres no han podido demostrar estar ausentes, las observaciones de los testigos (compañeros de instituto de la niña, profesores, algún familiar de la madre) tejen una red de evidencias sobre el crimen, de las que les ha sido imposible salir a los padres. Nunca el lector ha tenido tanta información de tantas pruebas seguras que señalan al ejecutor o ejecutores del asesinato. Sólo falta que un jurado pronuncie el veredicto.

Pero el lector, el ciudadano que sigue el caso, se encuentra paralelamente con un "agujero negro" que produce pesadillas en cuanto a las causas del crimen. En los comienzos, los primeros días después del crimen, la mayor parte de los medios de comunicación hablaron de un móvil de naturaleza económica: los abuelos habrían nombrado heredera universal de sus bienes a su nieta o en otras versiones, no heredera universal, pero sí heredera de algunas valiosas propiedades. A los pocos días, esta explicación, los intereses económicos de los padres, se desdijo, se anuló; no se ha vuelto a hablar de ella.

Si no existían en los padres intereses económicos, no es posible imaginar otros móviles. ¿Cómo unos padres pueden matar a una hija encantadora, más que inteligente, brillante, con una serie de cualidades que hacían prever un futuro lleno de posibilidades? es la pregunta que está en el aire, que sigue en el aire, como esos nubarrones negros de verano que no descargan ni desaparecen en un tiempo pesadamente enlentecido.

Se sabe que Asunta era una hija adoptada, cuando no había cumplido aún el año; los padres hicieron todos los esfuerzos necesarios para la compleja y larga adopción desde la China natal hasta España. Y se sabe, lo saben con toda certeza todos los padres que han adoptado a algún hijo, que al adoptado o adoptada se le quiere desde el principio, o más adelante, como a cualquier hijo biológico: es el vínculo en la convivencia y en la educación el que crea los afectos, el amor. Asunta era una niña adoptada y hasta un momento determinado existen todos los signos de que fue querida, educada, protegida por esos padres adoptivos.

Otro motivo que aparece frecuentemente en casos similares de asesinatos de seres próximos o queridos es la locura, definitiva o transitoria, del ejecutor. Con demasiada frecuencia leemos algún caso de una mujer asesinada por su marido, de algún padre que en un momento o estado de locura mata a los hijos, o a parte de su familia, incluso alguna madre (caso menos frecuente) que mata a algún hijo. En todos estos casos la explicación de la ausencia de salud mental en el ejecutor tranquiliza al lector. Sólo así se explica lo siniestro de estos sucesos.

Pero en el caso de los padres de Asunta, la existencia de trastornos mentales en ellos, o en alguno de ellos, no está nada clara (por las informaciones publicadas). La madre estuvo ingresada, el último verano, durante una breve estancia en una unidad psiquiátrica, diagnosticada de ese cajón de sastre que denominamos depresión. Pero un cuadro depresivo no es una psicosis. De este internamiento ha habido noticias siempre confusas y a veces contradictorias. El psiquiatra que la trató ha declarado recientemente: "No se debió dar el alta a Rosario Porto". Es verdad que su hija Asunta llegó a decir a algún profesor o a algún compañero de estudios "mi madre está loca" y, en otro momento, "mi madre me quiere matar". Pero una niña de trece años no es un especialista que pueda diagnosticar. A veces algunas cosas que dicen o hacen los padres a los hijos les parecen locuras. Nunca se está seguro de la naturaleza de esos juicios filiales. Sobre la salud mental de la madre de Asunta hay datos que sugieren que podría tratarse de una psicosis. No el caso del padre (supuesto cómplice, según lo publicado, en el asesinato).

Ocurre además en este caso que la niña dijo o escribió cosas de su fantasía, quizás relacionadas con acontecimientos de la vida familiar; Asunta tenía un blog en el que, junto con otra amiga, escribió una historia que debe ser tenida muy en cuenta por los especialistas; la historia cuyo título incluye una imagen, un brazo señalando el Parque de la Alameda (dibujo inspirado en la "Anatomía de un asesinato" de Saúl Bass) se refiere a "una familia feliz, un hombre, una mujer y un hijo. Un día la madre es asesinada y el hombre quiso tomar represalias sobre el hombre malo que mató a su esposa. Pero este hombre malo mata también a John, el marido. El cuerpo de él está en el Parque de la Alameda y su espíritu también. El fantasma de él espera que el espíritu de su mujer venga. Se sienta en los bancos del Parque a esperarla. El espíritu de la mujer está en el parque de Belvís".

Esta historia la escribió pocos días después de la muerte de su abuelo, en julio del año pasado, algunos meses después de que muriera la abuela.

Unas muertes bien peculiares, por cierto. La primera muerte, la de la abuela, fue una noche en la que se acostó sin problemas de salud y amaneció muerta. Al día siguiente la hija dio la orden de incinerar el cadáver (costumbre muy impropia, la de incinerar el cadáver, de los valores de este matrimonio, según todos los conocidos). La segunda muerte, algunos meses después, la del abuelo, fue igual de insólita e idéntica a la de la abuela: se acostó sin problema alguno de salud y amaneció muerto. De nuevo al día siguiente la hija da la orden de incinerar el cadáver de su padre.

La niña, nieta muy querida por los abuelos, debió preguntarse con mucha inquietud por estas muertes tan seguidas y tan inesperadas de los abuelos. Ni siquiera cuando quiere fantasear y escribir un cuento en su blog puede impedirse a sí misma escribir sobre "una madre y su marido muertos" por un tercero (el punto de vista psicológico y psicoanalítico señala la imposibilidad del sujeto de no hablar de aquello que le ha traumatizado).

En conclusión, Asunta Basterra sabía que las muertes de sus abuelos habían sido excesivamente sorprendentes. Y lo que es más grave, los padres supieron que la niña, su hija, sabía o intuía que la muerte de los abuelos no era algo ajeno a la voluntad de los padres. Este "saber", sospechar, intuir, podría convertirse en una acusación de esta hija contra ellos. En algún momento. Más tarde o más temprano. No hace falta ser un experto en psicología infantil para comprender que la niña tenía la convicción de que ambos abuelos habían sido asesinados. Esto es lo que simbólicamente aporta el cuento del blog; lo único que hace en el relato imaginario es camuflar parcialmente la realidad (como hace cualquier escritor), convertir a los abuelos en "padres". ¿El "hombre malo" de la historia de Asunta tendrá algo que ver con su madre o su padre, o un tercero, posible asesino de los abuelos?

La hipótesis parece tan espeluznante que el primer mecanismo de la mente de cualquier persona es, no solo rechazarla, sino ni siquiera poder plantearla. Hay demasiado horror en la idea de una pareja que sea capaz de matar a su propia hija como para contemplar lo inconcebible de que hayan intervenido también en la muerte de los padres de la propia Rosario Porto.

Además, los procesos judiciales y policiales no funcionan así; no ha habido nadie (salvo una tía de Rosario en un momento fugaz que recogen las cámaras de una televisión) que haya acusado a Rosario Porto de tal monstruosidad.

Ahora bien, si la investigación encontrara en la pareja de Rosario y su ex marido Alfonso motivos (por ejemplo, de índole económica) para desear la muerte pronta de los abuelos (quizás para recibir con rapidez la herencia legal), todo el puzzle se completaría. Si Asunta se convirtió en el único testigo molesto o peligroso de esos dos crímenes, había que silenciarla.

Algunos periódicos han desvelado contactos de los padres en negocios muy poco ortodoxos, con ramificaciones fuera de España. En ese tipo de "negocios" siempre hay "urgencias de dinero", pagos obligados que no admiten demoras.

El investigador debe avanzar por un camino delimitado entre dos peligros: el de negar una realidad por excesivamente angustiante,y el de dejarse extraviar por tantos senderos que se desvían del camino principal: por intereses creados, por presencia o por ausencia excesiva de imaginación.

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