Chus NEIRA

Ayer en Tudela Veguín Tino Casal dejó de ser la hipermodernidad de la movida española, la voz al frente de «Los Archiduques», el pintor, el provocador estético o el artista adelantado a su época y se convirtió, al caer la tarde, en el chaval al que su hermana Concha arreglaba, en el primo, alto y con ropas negras, de un amigo de Blas o en el crío que se tiraba toda la tarde en casa de Ramón dando vueltas a un caleidoscopio. La localidad que vio nacer a Tino Casal y que lo perdió hace veinte años en un accidente de tráfico rendía ayer homenaje a su hijo más célebre. Y lo hacía de forma sencilla, familiar y emotiva, llenando de anécdotas y vecindad el recuerdo del artista.

Escaleras arriba, en el centro social tudelano, un centenar largo de amigos se agolpaba en el salón de actos. A su alrededor, fotos del Casal camaleónico en todas sus etapas. En una esquina, un «altar» con veinte velas por cada año que lleva faltando. En la calle, un cartel: «Veinte años con Casal».

José Fermín Palicio, de la Asociación Cultural Amigos de Veguín, hizo las veces de presentador y dio paso a Andrés Herraiz, alcalde de barrio de Tudela Veguín, y en la primerísima juventud de Tino Casal batería de aquellos «Zafiros Negros» con los que se estrenó el cantante. Herraiz divirtió con alguna anécdota, como aquella noche en una plaza de toros portátil en Mieres, en un festival de conjuntos, con «Stukas» y los «Dos+Dos», en la que un escándalo por el premio obligó a intervenir a la Policía. «¡Nunca vi repartir tanta leña!».

Gerardo Quintana, biógrafo de Tino Casal y personaje ya muy querido en Tudela Veguín, dio dos o tres pinceladas de su trabajo de investigación en la patria del cantante. Y Ramón Palicio, compañero de infancia de Casal, lo definió como «un caleidoscopio». «Aquel tubín de cartón con aquellos vidrios que lo girabas y cambiaba la imagen, de simetría variable. Con 7 años llegó un día a mi casa con uno de ésos. Yo cansé en seguida. Él estuvo todo el día dando vueltas. Y no era, como alguien me dijo, extravagante. Tino era extravaelegante».

Hasta Blas Rebolledo se animó a contar el día que, de guaje, jugando al fútbol delante de la peluquería de las hermanas con un primo de Tino, lanzó el balón y fue a caer a un charco que manchó el abrigo negro, largo, de Casal, que pasaba en aquel momento por la calle. Blas fue a recoger el balón y Tino le dio una patada en el culo. «¡Ojalá estuviera hoy aquí para darme otra!».

José Carlos Silva, que conoció a Tino Casal en los años de reposo, después de la enfermedad en León, proyectó un montaje con fotografías y canciones y se estrenaron las inéditas «Day by day» y «But a heart», incluidas en el nuevo recopilatorio. Conchita Casal, emocionada en el homenaje, se acordaba de los años en los que su hermano pequeño le despertaba el instinto maternal. «Sólo dejaba que yo lo arreglara». Un chico de casa.