Pablo GONZÁLEZ

«Es mi despertador». Cuando dice esto Joaquín Esteban, vecino de Olloniego, no muestra ni un reloj último modelo ni un idílico paisaje. Señala el tramo de ochocientos metros de la autovía de la Ruta de la Plata que desde hace casi veinte años pasa a escasos metros de la villa y mantiene a buena parte de los vecinos en una vigilia obligada. «Por la noche no se puede dormir, y por el día no se puede abrir la ventana por la cantidad de contaminación que genera. Limpias el polvo y a los diez minutos ya está todo otra vez sucio», añade Esteban.

El ruido que mantiene sin pegar ojo a muchos vecinos de Olloniego lo generan los miles de vehículos que cruzan por la autovía que une Asturias con la Meseta. El tramo en cuestión fue inaugurado por el ministro socialista Josep Borrell a finales de agosto de 1993, y desde entonces los vecinos vienen reclamando que se levanten barreras acústicas para paliar los ruidos. Esta semana los principales colectivos de la localidad han creado una plataforma para presionar al Gobierno central y conseguir que acometa la obra, que implica un coste de unos 180.000 euros.

«No es dinero», insisten los vecinos, muchos de los cuales han buscado sistemas para dormir además de los tragos de tila, la valeriana o algo más fuerte. «El único momento con relativa calma es entre las tres y las seis de la mañana, cuando no hay camiones», dice Esteban, que asegura que la única forma de dormir algo es «estar hasta tarde levantado viendo la televisión o haciendo cualquier cosa y caer dormido por agotamiento». «Otros han optado por los tapones», tercia Federico Gómez, «Tayo».

Gómez y Esteban son de los que piensan que al final la autovía no trajo a Olloniego todo lo bueno que de ella se esperaba. «Ruido y mierda, ruido y mierda», repite Gómez. «Antes cuando la carretera pasaba por el medio del pueblo por lo menos había quien paraba a comer o a comprar en algún comercio. Ahora, nada», explica Esteban. Y su compañero Gómez secunda su reflexión con datos: «Llegamos a tener 22 bares, ahora sólo cinco. Hubo dos cines, y ya no tenemos; y de 14 comercios pasamos a dos». Casi veinte años después de la llegada de la autovía, Olloniego no duerme y, lo que es peor, no se escucha. «Entre este ruido y que los mayores están medio sordos, ¿cómo no vamos a hablar a voces?», sentencia con una ironía Gómez.