"El recipiente cerámico castreño trasciende su naturaleza de creación funcional o artística y se convierte en una herramienta de información que nos permite conocer y explicar la sociedad que lo empleó y su evolución". Los arqueólogos Susana Hevia, directora del Museo Etnográfico de Grandas de Salime, y Rubén Montes, vinculados ambos al Plan Arqueológico del Navia-Eo, ofrecieron ayer una conferencia en el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), que titularon "Del barro a la Historia: las comunidades castreñas del occidente de Asturias a través de sus ajuares cerámicos".

Sus estudios de la cerámica en los castros del occidente de la región se han revelado fundamentales, porque analizan la tipología de las piezas, pero en el contexto social, económico y cultural.

Hasta la fecha, ha sido el castro del Chao Samartín el que ha proporcionado más material cerámico, en base al cual los investigadores han identificado tres grandes etapas en la alfarería comarcal protohistórica.

En la primera, de los siglos postreros de la Edad del Hierro, los ajuares indican el enraizamiento de una tradición alfarera indígena, poco diversificada y escasamente permeable a las influencias externas. La segunda arranca con la conquista e integración del territorio en la órbita del Imperio romano que, según los arqueólogos, "determina la ruptura del relativo equilibrio que mantenían las comunidades castreñas".

La tercera fase es lade la conformación de una cerámica regional de caracteres propios en la que culmina el proceso de síntesis iniciado en la fase anterior. "Es el momento de la plena integración de los territorios en el Imperio" y nace una "pujante industria alfarera".