Opinión

Una asturiana en el Museo de Bellas Artes de Córdoba

La exposición "La imagen femenina" (1850-1936) hace un repaso de la representación de la mujer en la historia de las artes plásticas españolas

-«Iglesia de aldea», de Gutiérrez Solana.

-«Iglesia de aldea», de Gutiérrez Solana. / Alicia Vallina

Se trata de una tabla pintada al óleo de pequeñas dimensiones (31 x 20 centímetros) realizada por el pintor manchego Casto Plasencia y Maestro entre 1885 y 1887. En ella, una joven campesina asturiana, de pelo recogido en un moño bajo, ataviada con un traje popular cubierto por mandil a la cintura, se apoya en una muleta para tratar de avanzar, calzada con unas características madreñas, a través de un hermoso campo de tonalidades ocres y verdosas de pincelada gruesa y empastada. La joven, que parece de cuerpo entero y de perfil al espectador, es una de las representaciones más características empleadas por los artistas de la segunda mitad del siglo XIX para mostrar el rol de la mujer, no solo en el ámbito del hogar y de la familia sino en el rural, siempre, por supuesto, no remunerado.

Una asturiana en el Museo de Bellas Artes de Córdoba

«Una asturiana», de Casto Plasencia. / LNE

Esta obra titulada "Una asturiana" forma parte de la exposición "La imagen femenina en la colección del Museo de Bellas Artes de Córdoba" donde, a través de una esmerada selección de pinturas y esculturas, se profundiza sobre la mirada masculina en la representación plástica de la mujer entre 1850 y 1936. Con sede en el edificio que antaño fuera Hospital de la Caridad y ubicado frente a la casa natal del pintor Julio Romero de Torres, el museo recoge una muestra, que se podrá visitar hasta el 2 de junio, en la que se exhiben obras que abarcan conceptos estéticos que evolucionan desde la concepción oscurantista de la España Negra defendida por Gutiérrez Solana o Ricardo Baroja hasta el desarrollo de la industrialización que trajo consigo la incorporación de la mujer al trabajo, permitiéndoles alcanzar, en algunos casos, cierta independencia económica que trajo consigo el acceso a la formación y a la educación reglada.

Una asturiana en el Museo de Bellas Artes de Córdoba

«La fe te salve», de Regoyos. / LNE

La exposición se estructura en varias áreas especialmente interesantes. Una primera se centra en el papel que la religión jugó en el tradicional sometimiento de la mujer al varón pues esta, vetada en la práctica totalidad de los recintos públicos, solo podía socializar acudiendo a los lugares de culto. Así, en obras como "Iglesia de aldea", de Gutiérrez Solana (1906), las mujeres enlutadas asisten solitarias a la iglesia del pueblo, ya que solo la creencia en Dios salvaba del dolor y de la incertidumbre de una vida de sacrificio y miseria. Algo que también se muestra en la obra del pintor de Ribadesella Darío de Regoyos, titulada "La fe te salve" (1896), un lápiz al pastel sobre cartón en el que una mujer vulnerable y de rostro triste y anguloso reposa de perfil sobre una silla en un claro gesto de abnegación y sometimiento.

Una asturiana en el Museo de Bellas Artes de Córdoba

«Chulas de Madrid», de Valentín de Zubiaurre / LNE

Del mismo modo, el movimiento romántico trajo consigo una nueva visión estereotipada de la mujer, alguien alegre, vinculada al ámbito superficial y festivo, a la que se denominó maja, en relación directa con lo castizo y lo popular que tanto veneraron los extranjeros durante las visitas que realizaron a nuestro país. La obra de Valentín de Zubiaurre, titulada "Chulas de Madrid", así lo muestra al presentar, sobre un paisaje arquitectónico de trazo sencillo, a dos mujeres tocadas y vestidas al tradicional modo de la capital.

Lo que desde luego parece evidente es la existencia de una clara diferenciación entre el mundo urbano y el rural, y la mujer iba a ser un instrumento clave en mostrar tales distinciones. Mientras los hombres ocupaban su tiempo entre la taberna y el casino, las féminas urbanas daban sensación de modernidad acudiendo al cine, al teatro o a bailes públicos, mientras en el ámbito rural, participan de las fiestas patronales tradicionales ejerciendo los roles definidos para su sexo. Pero, afortunadamente, el acceso a la educación contribuyó a que las mujeres comenzaran a ocupar espacios hasta entonces reservados exclusivamente para los hombres, culminando en el reconocimiento del derecho al voto e incluso logrando alcanzar la posibilidad de divorciarse.

A lo largo de esta completa muestra se recogen, además, obras de Julio Romero de Torres, del que este año se cumple el 150º. aniversario de su nacimiento, e incluso de su padre, Rafael Romero Barros, y de su hermano (también llamado Rafael), junto a otras pertenecientes a grandes nombres de la pintura patria como los de Mateo Inurria, Rafael Pellicer o Ignacio de Zuloaga. Las mujeres que se exhiben en la exposición aparecen tratadas en diferentes contextos (domésticos, religiosos, laborales), dejándose intuir una evolución en la concepción que de ellas se tenía a nivel económico, social y cultural. Mujeres enlutadas, de mirada triste, cansada, abrumadas por el peso del hogar, madres, devotas, artesanas y obreras, hasta avanzar a un nuevo concepto de mujer más dinámica, segura y optimista ante la vida. Una mujer coqueta, segura de sí misma, tertuliana e intelectual e "invasora"> de espacios reservados, hasta entonces, exclusivamente a los hombres. En definitiva, historias de mujeres que, entre lo profano y lo sagrado, mostraron su intimidad y sus silencios, sus melancólicas miradas y sus oscuras y espléndidas vidas para que el tiempo no las sobreviva y no sean enterradas en lúgubres rincones de la memoria.

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