El Bellas Artes y la Universidad de Oviedo unen fuerzar para reivindicar a esta creadora "excepcional" vinculada a Asturias

El Bellas Artes y la Universidad de Oviedo unen fuerzas para una muestra con dos escenarios sobre la artista de raíces asturianas

En primer término, una obra de Suárez-Carreño, con Alfonso Palacio al fondo durante la presentación.

En primer término, una obra de Suárez-Carreño, con Alfonso Palacio al fondo durante la presentación. / Analía Pello

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Emocionada y agradecida. Así se mostró ayer la artista de raíces asturianas Margarita Suárez-Carreño (Madrid, 1944) en la presentación de una exposición sobre su obra que organizan de forma conjunta el Museo de Bellas Artes de Asturias y la Universidad de Oviedo, dividida en dos espacios complementarios y simultáneos: las salas 10 y 11 de la Casa de Oviedo-Portal de la pinacoteca y la sala de exposiciones del Edificio Histórico universitario.

"M. Suárez-Carreño" explora los aspectos más destacados de una obra que se exhibió al público asturiano por última vez en los años 80. Un total de 81 dibujos, 24 libros y 11 revistas que ofrecen una amplia y elocuente panorámica del trabajo "singular e interesante" de la artista, en palabras del director del Museo Alfonso Palacio. Podrá visitarse hasta el 7 de julio en el Museo, y hasta el 9 de junio en el Edificio Histórico.

Está considerada Suárez-Carreño una creadora con dominio y predominio de lo gráfico que ahonda en la plasmación de la realidad con una variedad intensa del color, gran presencia del trabajo en secuencia y una rigurosa unidad de estilo.

De la obra realizada entre 1950 y 1990 se ocupa la pinacoteca asturiana, con especial atención a dos de sus motivos preferidos: la temática mecanicista y el retrato de obras de ingeniería civil y arquitecturas, tanto exteriores e interiores. En la Universidad de Oviedo se pueden ver tres conjuntos representativos de las facetas de diseñadora e ilustradora de Suárez-Carreño: ideas audaces para diseños de moda, centradas en los años 70 y 80; el emblemático proyecto de diseño urbanístico de la entrada del Metro de Madrid desarrollado a finales de los 90; y una selección de sus trabajos como ilustradora literaria para distintas editoriales y revistas, con especial atención a sus míticas e icónicas portadas para los ensayos de arte de la editorial Cátedra.

Suárez-Carreño, muy comprometida con la organización de la muestra –comisariada por Laura Baños, ayudante conservadora de Artes Industriales y Artes Gráficas del Museo de Bellas Artes de Asturias–, cedió la mayor parte de las piezas expuestas, a las que se sumaron otras dos obras de colecciones particulares y varios fondos de las bibliotecas de las entidades organizadoras.

Destacó Alfonso Palacio en su semblanza de Suárez-Carreño su "cosmopolitismo, con estancias en Perú y Japón". Tiene esta muestra un valor añadido de recuperación de una gran artista "muy original", y, apuntó, "va a sorprender a mucha gente". Pinceladas reivindicativas, pues de una creadora a redescubrir.

La vicerrectora de Extensión Universitaria, Pilar García Cuetos, destacó la grata sorpresa que supuso entrar en contacto con una persona que "te atrapa por su inmediatez y humildad", y destacó "aquellos libros universitarios" que ilustró con un derroche de talento y belleza. Destacó el interés de la artista por el paisaje industrial, escenarios urbanos con pulsión comercial, y también por la moda. "Una mujer tremendamente discreta", apuntó, que quizá por ello "no tiene el reconocimiento que merece como la artista excepcional que es, y en femenino", algo relevante en un mundo del arte "muy masculino, falta mucha camino por recorrer aún".

Suárez-Carreño confirmó la etiqueta de "discreta" con una breve intervención en la que destacó la emoción especial que le produce la exposición por sus raíces familiares, y se mostró "contenta de ser evaluada por Laura y Alfonso. El camino del arte es bastante solitario, con grandes dudas, y produce mucha satisfacción" estos encuentros con el público y los expertos en arte.

Laura Baños realizó una breve visita guiada a las dos salas de la muestra en el Museo, destacando sus motivos predilectos, "casi obsesivos, por lo mecánico, con los motores". Subrayó la importancia de su único autorretrato (aquel París, aquel 1967), sus incursiones en la abstracción y su interés por la "fantasía femenina" de la moda.

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