El profesor Julio Concepción, miembro de número permanente del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), pronunció ayer la conferencia inaugural del curso 2017-2018 bajo el título "Por las sendas de las palabras asturianas, con los cinco sentidos? y alguno más también". El ponente, filólogo, hizo efectivamente un viaje por todo lo que hay detrás de las palabras, pero también efectuó un recorrido (vía diapositivas) por lo que suponen esas palabras, su historia y sus historias: "Llegamos tarde a descubrir muchas joyas asturianas", dijo.

Julio Concepción disertó tras una pequeña introducción apoyándose en imágenes con sus títulos y el significado de cada cual. Un recorrido al que dio, además, el toque de humor en su justa medida a través de anécdotas que vivió directamente sobre algunas barbaridades que se encontró y que bautizó como "contaminación verbal".

Citó a Saramago en el momento de comenzar la andadura: "No es verdad. El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban (...)". Argumentó que una de tantas formas de hacer camino se puede realizar por las mismas palabras. Incluso dio una visión de vanguardia: "Hasta las palabras de un paisaje (léxicas o topónimas, lo mismo da) se visualizan mejor con los recursos del 3D sobre el mapa virtual". El relato prosiguió con "palabras y sensaciones de cualquier senda" y con algunos ejemplos muy evidentes, como el nombre real de lo que muchos conocen por el Naranjo de Bulnes, El Picu. Al hilo de esto citó una coplilla: "Por qué me llamas Naranjo, si naranjas yo no tengo: llámame Picu Urriellu, que es mi nombre verdaderu".

El viaje del conferenciante fue un interesante y apasionante relato de historias y cosas, como el de "El pozu la nieve, el llavaderu", en el Naranco, o el detalle de unas "fueyas de quexigu", o el valor como bien de interés cultural de un "camerín silenciado al paso de un camín francés", donde se contemplan unas pinturas novedosas. O los momentos del recorrido en los que se explica el sentido de los morrillos derruidos, la "peyera" de los pastores o los "vieyos" y las "vieyas", mucho más allá de los ancianos, que hace alusión a la "calzá vieya". Y así varios nombres más hasta la "Canal de la vieya", a la que se alude "incluso volteando la montaña", puntualizó, en Vega los Viejos (Tsaciana).

Julio Concepción Suárez también hizo paradas para explicar el "visu" en la andadura hasta que "columbramos y trascombamos, que es la vigilancia "vaquera y pastoril".

El relato es, en definitiva, la aventura y la que cuentan las palabras, pero apoyado en un estudio de campo exhaustivo que Concepción Suárez ha hecho en algunos momentos con alumnos de los que ha aprendido. Una exposición que fue señalando las cosas y nombres de la naturaleza, los peligros que pueden acechar escondidos o también los remedios caseros para curar enfermedades y, en algún caso, un método de alimentación con los "biruéganos", "bruseles", "mostayas", "gabuxas", "carápanos"; o sea, fresas silvestres que se comían al paso del camino. Incluso el perfume con el aroma de la "xistra", "abiyera" u "oreganina". También contó la clase inversa; es decir, la que le dieron los alumnos a él cuando le descubrieron el "marabayu". Y si comenzó con Saramago, concluyó con Fernando Pessoa: "Pienso con los ojos y con los oídos y con las manos y los pies y con la nariz y la boca. Pensar una flor es verla y olerla y comerse una fruta es conocer su sentido".