Pocos atropellos y muchas infecciones: las pistas que dejan 25 osos pardos muertos

Las necropsias realizadas en 20 años a plantígrados de Asturias y León proporcionan información muy útil sobre los riesgos que les amenazan

Un miembro de la Fundación Oso, ante un plantígrado fallecido en Moal en 2016.

Un miembro de la Fundación Oso, ante un plantígrado fallecido en Moal en 2016. / Miki López

A. Rubiera

A. Rubiera

Los osos cantábricos mueren pocas veces atropellados y más veces de las que sería esperable son las infecciones las que acaban con sus vidas. Además, en los últimos veinte años parece que las muertes por intervención humana, ya sea por lazos ocultos en el monte, por veneno o disparos, van a menos. 

Esas son algunas de las conclusiones extraídas de las veinticinco necropsias a osos cantábricos realizados en los últimos 20 años -entre 1998 y 2018- en Asturias y Castilla y León. La publicación de esas causas de mortalidad acaba de hacerlas un grupo de investigación con Ana Balseiro, profesora e investigadora del Departamento de Sanidad Ambiental de la Universidad de León, como primera firmante.

Balseiro, que nunca ha cuidado a un oso vivo, forma parte de un equipo de trabajo de “vigilancia pasiva” en fauna silvestre del Principado desde hace más de 20 años. Y es esa experiencia la que le ha llevado a participar en las necropsias de oso cantábrico y otras especies silvestres. “Para mí es fundamental el estudio de las enfermedades compartidas entre especies domésticas y silvestres, e incluso el hombre, desde una perspectiva única, para poder entender el contexto de transmisión y establecer medidas de control”, explica. En concreto, identificar causas de mortalidad en poblaciones como la del oso cantábrico puede ser determinante para detectar y reconocer riesgos de conservación y para establecer estrategias y programas de gestión de estos animales cuanto más certeros, mejor. De ahí que esa “vigilancia pasiva” que son las necropsias regladas “se convierten en una de las mejores herramientas de estudio epidemiológico”, explica.

Dos muertes por miopatía de estrés alertan sobre cómo manejar a los animales en vida

Hasta ahora los estudios de mortalidad y los datos sanitarios del oso cantábrico eran escasos tanto por el pequeño número de ejemplares que había, como por su comportamiento esquivo, su alta movilidad, y la escasez de programas de seguimiento, lo que siempre ha complicado la detección de osos que mueren en la naturaleza y la determinación de las causas.

Con todo y con eso, desde 1998 hasta 2018 se han podido hacer 25 necropsias de plantígrados hallados en Asturias y Castilla León. Dieciséis ejemplares procedían de Asturias. Algunos de esos estudios se pudieron hacer en el Serida, otros en la Facultad de Veterinaria de León y algunos en laboratorios externos. 

Por agrupación de causas de muerte, el estudio determinó que en 14 casos de 21 -en otros cuatro no se pudo determinar nada por el mal estado en que se encontraron los animales muertos- no hubo intervención humana en el óbito. Las lesiones traumáticas -peleas o infanticidios-, infecciones, neoplasias o las intoxicaciones determinaron la muerte. En contraste, en siete casos sí hubo intervención del hombre: caza ilegal, miopatías de estrés o envenenamientos.

Es reseñable, para los expertos, que seis animales estudiados presentaban infección bacteriana generada tras un evento traumático. Y más reseñable aún, dicen, es que un alto porcentaje de los animales murieron por causa de etiología infecciosa. 

Ana Balseiro.

Ana Balseiro.

“Es de gran relevancia y contrasta con los datos de causa de muerte anteriormente descritos para otras poblaciones de osos a nivel mundial”, indica Balseiro. Se entiende que es dato “proporciona información valiosa sobre los factores que amenazan a esta población en recuperación”. Y más aún cuando genera la muerte temprana de futuros osos progenitores, ya que de los cinco oseznos a los que se les hizo necropsia, dos de ellos murieron por hepatitis infecciosa canina, una enfermedad causada por el adenovirus canino tipo 1, “que es común en los perros y produce una hepatitis crónica aguda. En esta especie se controla fácil con vacunación. Pero es un virus que también afecta a carnívoros silvestres como zorros, lobos y en ese caso osos, con el problema de que en estos casos la vacunación resulta compleja”, explica la especialista.

Para Ana Balseiro,“el hecho de que un alto porcentaje de los animales murieran por causa infecciosa es de gran relevancia; en estudios sobre otras poblaciones de osos a nivel mundial en ningún caso se describen como una causa relevante de muerte”, incide. Es esa una información valiosa, dice, porque “a raíz de este estudio, la infección en concreto por el virus de la hepatitis infecciosa canina y otros agentes patógenos se monitorea y diagnostica en los osos que se necropsian y en los que se muestrean in vivo. Este es un paso muy importante en la gestión de la especie”, añade Balseiro.

Respecto a cómo interpretar que solo siete necropsias determinaron la intervención humana en la muerte del oso, Ana Balseiro dice que “es difícil de valorar, pero un dato importante es que ese tipo de muertes se concentran principalmente en la primera década del estudio, y afortunadamente han disminuido mucho desde 2008. Esperemos que se reduzca a cero en el futuro”. Eso sí, la experta recuerda que “no todos los animales muertos se localizan”.

Las muertes por lazos, veneno o disparos se concentran sobre todo antes de 2008

Y otro aviso: en dos animales muertos se observó una miopatía como consecuencia de un esfuerzo y estrés extremo, asociados por ejemplo al momento de su captura o traslado. Para los expertos, son dos muertes que ponen de manifiesto “que en los protocolos de manejo de los osos, en la manipulación de estos animales en vida, debe minimizarse el estrés tanto como sea posible. Algunas medidas podrían incluir minimizar el ruido durante el manejo, limitar las capturas a períodos con bajas temperaturas o proporcionar suplementos como bicarbonato de sodio, selenio o vitamina E, que ya han sido eficaces en otras especies”. 

Dicen Balseiro y sus compañeros de equipo que “el oso pardo es una de las especies silvestres más emblemáticas de la Península Ibérica, lo que exige grandes esfuerzos para la conservación de su hábitat, población y variabilidad genética”. Su estudio de las necropsias “pone de manifiesto que los esfuerzos de conservación pueden no ser suficientes si las medidas sanitarias y de vigilancia epidemiológica no se equiparan en importancia y exigencia al resto de medidas de gestión”.  

No hubo ataque en Cangas del Narcea

El CSIC concluye que el animal que hirió a una mujer el 30 de mayo solo pretendía huir, tras un encuentro “inesperado y repentino”

Ramón DÍAZ

Oviedo

El oso que hirió a una vecina de Cangas del Narcea el pasado 30 de mayo no tuvo un comportamiento ofensivo. No fue un ataque, dado que el animal solo pretendía huir, tras el encuentro, “inesperado y repentino”, con la mujer. Es la conclusión a la que ha llegado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) después de analizar concienzudamente el suceso. El informe, en el que también participó la Estación Biológica de Doñana y la Fundación Oso de Asturias (FOA), ha llevado a esta última entidad a emitir varias consideraciones sobre lo ocurrido.

En primer lugar, el incidente fue provocado por un “encuentro inesperado y repentino del oso y la mujer”. Fue además un suceso que ocurrió en “unos pocos segundos, en una pequeña carretera local, alejado de los pueblos más cercanos”, que supuso “el primer caso en Asturias en los últimos treinta años y el octavo ocurrido en la Cordillera Cantábrica”. Por lo tanto, estos incidentes son “extremadamente raros y excepcionales”, añade el comité.

El informe recoge que el incidente ocurrió a las 21.30 horas, mientras la mujer, de 75 años, daba su habitual paseo sola por una carretera comarcal. El animal accedió a la carretera, encontrándose con la mujer inesperadamente. El oso se puso de pie y golpeó a la mujer con una de sus manos, lo que le provocó heridas graves en la cara y, como resultado de la caída, la rotura de la cadera. El animal no se detuvo, ni arrastró ni se ensañó con la mujer. Incluso en su huida se cruzó con unos testigos, sin reparar en ellos, concluye el CSIC.

Los científicos creen que el animal no reparó en la presencia de la mujer, quizá por la abundante vegetación existente en la zona. “No parece que estemos ante un comportamiento ofensivo o de ataque del oso si no más bien ante una reacción en su huida”, concluye el informe.

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