Ochenta años del "Día D", la operación que liberó a Europa de los nazis

Fernández, Landeira y Artimez... Las historias de tres hijos de emigrantes asturianos que lucharon en el Desembarco de Normandía

Trescientos jóvenes emigrantes asturianos pelearon en la II Guerra Mundial y en Corea bajo la bandera de EE UU, según la minuciosa recopilación hecha por el investigador Vicente Suárez

Esta es la historia de los tres que participaron en la "operación Overlord", el "Día D" que dio paso a la liberación de Europa

Fernández, Landeira y Artimez desembarcan en Normandía

Fernández, Landeira y Artimez desembarcan en Normandía / LNE

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Hoy, 6 de junio, se cumplen 80 años del Desembarco de Normandía, la "operación Overlord", con la que los Aliados abrieron un segundo frente a Hitler y comenzaron la liberación de Europa. En esa operación participaron tres hijos de emigrantes asturianos, de los más de 300 que sirvieron en el Ejército de EE UU en la II Guerra Mundial y también en Corea y Vietnam. Esta es su historia.

El niño que la ovetense Florentina Rodríguez y el coruñés José Fernández tuvieron al poco de llegar a Estados Unidos en 1924 iba a vivir en carne propia algunos de los momentos cruciales y más sangrientos del siglo XX. En abril de ese año, Florentina, nacida en 1902, y José Fernández (1898) dejaron La Habana para instalarse en Tampa, Florida. Ya en un nuevo país, la tierra de las oportunidades por excelencia, pronto vino al mundo el que sería el único hijo de aquel matrimonio de emigrantes. Joseph Fernández Jr. nació el 20 de febrero de 1925. Cuando se hizo adulto, se convirtió en militar de carrera. Tras su jubilación en 1976 como coronel de la Fuerza Aérea de EE UU, en su hoja de servicio figuraban algunos hitos. Y no precisamente menores. Había sido asesor de inteligencia del secretario de Defensa de Estados Unidos Robert McNamara durante la crisis de los misiles de Cuba, aquellos catorce días de tensión mundial en los que la Guerra Fría casi se convierte en la III Guerra Mundial. Sin embargo, Joseph se había visto en aprietos peores. El primero, y más terrible, fue cuando tenía 19 años. El día 6 de junio de 1944 participó en el desembarco de Normandía, la operación que sentenció la derrota de Hitler al abrir un segundo frente aliado por el Oeste. A las 10.30 horas de la mañana, con la segunda oleada, Joseph Fernández pisaba la playa ensangrentada de "Omaha". De todos los lugares del mundo, aquel era el menos indicado para visitar justo ese día. El D-Day murieron 10.500 soldados aliados. De ellos, 2.500 cayeron en "Omaha".

1. Bajo bandera americana

La historia del coronel Joseph Fernández forma parte del proyecto de investigación "Asturians under american flag" ("Asturianos bajo bandera americana"), que está desarrollando Vicente Suárez Méndez, un investigador nacido en Oviedo, de 51 años, que reside en San Román de Candamo. Suárez es técnico Superior en Guía, Información y Asistencias turísticas, y lleva varias décadas trabajando en el sector industrial. Está muy vinculado al estudio de los conflictos bélicos del siglo XX. Entre 2016 y 2020 presidió la Asociación Histórico Cultural Arhem (Oviedo), que hace recreacionismo histórico centrado en la II Guerra Mundial. El proyecto "Asturians under american flag" ya tiene identificados nada menos que a 300 hijos de emigrantes asturianos que combatieron en la II Guerra Mundial o en otros conflictos en los que estuvo involucrado Estados Unidos, como la guerra de Vietnam o la de Corea. De todos ellos, Suárez ya ha completado la biografía de un centenar.

2. Un héroe llamado baldomero

Precisamente, en Corea luchó el hombre cuya historia hizo que la atención de Vicente Suárez se posara sobre este ámbito tan desconocido de la emigración asturiana. La vida de Baldomero López fue el primer cabo de un hilo –muchas veces teñido de sangre– del que el investigador candamín ha ido tirando estos dos últimos años. López fue teniente primero del cuerpo de Marines de los Estados Unidos de América y es la única persona de origen español que tiene la Medalla de Honor del Congreso de EE UU, la condecoración más alta que concede el Ejército estadounidense. La recibió a título póstumo, después de perder la vida en la guerra de Corea el 15 de septiembre de 1950, en el desembarco de Incheon. Para evitar que sus hombres resultaran heridos por una granada de mano, la cubrió con su propio cuerpo "y absorbió todo el impacto de la explosión", dice el texto de concesión de tan alta distinción.

Baldomero López, nacido en Tampa el 23 de agosto de 1925, era hijo de un emigrante asturiano de Candamo. En 2022, la asociación cultural Arhem le brindó un homenaje en el concejo candamín al que asistieron representantes de los Marines, de la Embajada estadounidense en España y de la colonia de emigrantes asturianos en Tampa. A partir de ahí, Vicente Suárez fue ahondando en ese campo donde la emigración y la historia bélica del siglo XX confluyen. Siguió el camino abierto por sus amigos de la Asociación Sancho de Beurko, de Bilbao, que desarrollan un proyecto gemelo, el "Fighting Basques Project". Acudió a plataformas genealógicas como Ancestry, Family Search o Fold3 y se apoyó en los registros militares de los Archivos NARA, los archivos nacionales de la Administración estadounidense, ubicados en St. Louis. Y, además, en algunos casos, contacta con las familias de aquellos soldados, todos ya fallecidos y la mayoría procedentes de Tampa (Florida) o de West Virginia, los dos principales focos de atracción de la emigración asturiana. Todos los datos de este reportaje son fruto de la labor investigadora de Vicente Suárez a lo largo de estos dos últimos años en un proyecto para el que busca colaboración. Los interesados pueden ponerse en contacto con él en el correo electrónico "asturians.ww2@gmail.com".

"Este estudio, más allá de visualizar la propia participación de estos jóvenes en unos de los conflictos armados más relevantes del siglo XX, pretende poner en valor el propio hecho de la emigración y los vínculos que aún siguen existiendo entre las distintas comunidades de asturianos en todo el continente americano", apunta Vicente Suárez. "Este trabajo pretende ser un memorial, un recuerdo a todas aquellas personas que dejaron su Asturias natal por distintos motivos y comenzaron una nueva vida al otro lado del Atlántico; un recuerdo afectuoso a todos ellos canalizado a través de aquellos que combatieron en la Segunda Guerra Mundial", añade.

3. Dile al Presidente que estoy ocupado

El coronel Joseph Fernández, uno de esos "asturians" integrantes del tesoro histórico que Vicente Suárez está reuniendo, debió ser un hombre con un sentido del humor socarrón, muy asturiano. Los periódicos estadounidenses "Tampa Tribune" y "Houston Cronicle" le dedicaron una necrológica cuando falleció, el 22 de diciembre de 2003 en Huston (Texas). En la primera de esas noticias, su hija, María Fernández-Gold, recordaba las bromas de su padre cuando a sonaba el teléfono en casa. Mandaba que lo cogieran y luego decía: "Dile al Presidente que estoy ocupado". El chiste tenía su fundamento pues, además de haber asesorado a Robert McNamara durante la crisis de los misiles de Cuba, el coronel Fernández, que había ingresado en la fuerza aérea en 1950 como teniente segundo, había llegado tan alto que bien podía ser el presidente de Estados Unidos quien llamase. La carrera militar le llevó a formar parte del área de inteligencia del Strategic Air Command en diversos destinos, en tareas de analista y jefe de inteligencia en Panamá, Vietnam, Tailandia y EE UU. Era el director de inteligencia del Comando Sur del Ejército estadounidense cuando la Administración del presidente Carter negoció la devolución del canal de Panamá. De hecho, tras retirarse como coronel en 1976, Joseph Fernández trabajó tres años, hasta 1979, como director de seguridad interna de la compañía que gestionaba el canal.

El coronel Fernández, que no habló inglés hasta que tenía 8 años –"y que se mantuvo bilingüe toda su vida", subraya la necrológica del "Tampa Tribune"– tenía un perfil contradictorio. Blando y duro a la vez. Le gustaba pintar imitaciones de cuadros de Picasso o recrear escenas de cowboys e indios americanos. También escribía poemas y era un gran bailarín. Era la parte artística de un militar que había participado en conflictos como Corea y Vietnam. Y que entró por primera vez en combate el "Día D" en Normandía, la campaña donde obtuvo el Corazón Púrpura, la condecoración más antigua de las Fuerzas Armadas norteamericanas, que se concede a aquellos heridos o muertos en servicio.

4. En la sangrienta Omaha

Aquel día para la historia, del que el próximo jueves se cumplirán justo 80 años, Joseph desembarcó en la Europa continental con 19 años. Se había graduado en el Hillsborough High School solo un año antes y en junio de ese mismo año se alistó al Ejército estadounidense en Camp Blanding, Florida. Integrado en la 29 División de Infantería, zarpó hacia Inglaterra en octubre de 1942. Una vez en el Reino Unido, donde se concentraba la colosal fuerza que protagonizaría el desembarco bélico más grande de la historia, Joseph Fernández se uniría a la Compañía HQ (cuartel general) del 1º Batallón del 115 Regimiento de Infantería.

Con esta unidad desembarcaría en el sector "Fox Green" de Omaha Beach el 6 de junio a las 10.30 horas, frente a la población de St. Laurent-sur-Mer. Llegó con la segunda oleada del desembarco. El batallón en el que estaba Fernández, aunque logró avanzar más rápido que el segundo batallón de su regimiento –paralizado por un campo de minas– fue sometido a un fuego intenso de francotiradores y morteros toda la noche. No lograron asegurar la zona hasta el mediodía del día 7.

Seis días después del D-Day, Joseph Fernández y los de su batallón estaban ya a 16 kilómetros hacia el interior, tratando de cruzar el río Elle, próximo a la población de Les Fresnes. Había que hacerse con ese paso, pese a que estaba sometido a un intenso fuego alemán. En esa operación, Joseph fue herido en la pierna izquierda. Lo evacuaron y se licenció en Estados Unidos en noviembre de 1944.

Una vez recuperado, se matriculó en la Universidad de Florida, donde obtuvo una licenciatura de Artes en Educación en 1948. Tras dos años de trabajo de posgrado, enseñó un año en la Universidad de Florida hasta 1950. Pero volvió al Ejército. Ese año se alistó como segundo teniente en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Por entonces, dos años antes, se había casado con Jeanette Fernández (el 3 de septiembre de 1948). Tuvo cuatro hijos: Kurt, Susan, Keith y María. Sus nietos se llaman Erika, Belén, Joey, Jacob, Chelsea, Michael y Sofia. Jeanette, su esposa y compañera durante medio siglo, murió en 2001. El coronel Fernández está enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington.

5. Los bastardos de Bastogne

Entre los 300 asturianos que pelearon bajo bandera estadounidense, y cuya memoria está recuperando Vicente Suárez, solo tres estuvieron en el desembarco de Normandía. Uno de ellos es Joseph Fernández. Pero hay dos más. El segundo se llamaba Celestino Landeira Arniella y su peripecia vital se parece bastante a la que millones de espectadores pudieron ver en la serie "Band of Brothers", que contaba los padecimientos, desde Normandía hasta Alemania, de una compañía de soldados paracaidistas de la 101 División Aerotransportada. Celestino Landeira formaba parte de esa división. Esta es su historia.

Nació en Tampa (Florida) el 26 de febrero de 1918. Fue el primogénito del matrimonio de emigrantes formado por Manuel Arniella, nacido en 1896 en el pueblo candamín de Llamero, y de Aurora Landeira, una gallega de La Coruña, nacida en 1896. Celestino tuvo un hermano, Manuel, nacido el 2 de junio de 1926.

Celestino crece en Tampa, asiste al Hillsborough High School. Se alista al Ejército el 3 de marzo de 1942 en Camp Blanding, Florida. Después es trasladado a Camp Claiborne (Louisinana) y Fort Fragg (Carolina del Norte) antes de partir hacia Europa como parte del 327th regimiento de planeadores de la 101 División Aerotransportada. Su unidad desembarcaría el 7 de junio en Utah Beach junto con la IV División de Infantería. Su misión era asegurar Carentan y las vías de comunicación cercanas.

Posteriormente, Celestino participaría en la "operación Market Garden", diseñada por el general británico Montgomery. Aquello fue, al mismo tiempo, la mayor operación aerotransportada desplegada por los aliados (100.000 soldados) y uno de sus mayores fiascos en la contienda. Se desarrolló entre el 17 y el 25 de septiembre 1944. El objetivo, fallido, era capturar distintos puentes sobre los principales ríos de los Países Bajos, que aún estaban bajo ocupación aliada.

Pero la guerra no había terminado para Celestino. Quedaba lo peor. Posteriormente, se vio inmerso en uno de los combates más crudos de la II Guerra Mundial, el asedio de Bastogne, en donde su división, la legendaria 101 Aerotransportada, auxiliada por el cuerpo de combate B de la Décima División Blindada, resistió el asedio de las tropas alemanas que habían decidido cruzar Las Ardenas contra todo pronóstico, en una ofensiva para tomar Amberes. En Bastogne confluían las siete carreteras que cruzaban la zona. Era, por tanto, el punto clave para frenar el avance alemán. Y así, entre el 20 y el 27 de diciembre de 1944, los soldados de la 101, que aquel día se ganarían el sobre nombre de "Battlered Bastards of Bastogne", aguantaron como pudieron. Era el invierno más frío de los últimos años y no tenían equipamiento adecuado para aquellas condiciones climatológicas, tampoco comida, suministros médicos ni munición. Entre el 19 de diciembre y el 6 de enero la división de Celestino perdió 341 soldados, 1.691 resultaron heridos y 516 se dieron por desaparecidos. La décima blindada tuvo 500 bajas. Pero el hijo de Manuel el de Llamero sobrevivió.

Celestino obtendría numerosas condecoraciones, como la Estrella de Bronce, en las seis campañas donde combatió su unidad. Pero no cayó bajo las balas enemigas. Murió por fuego amigo. La fatalidad del destino quiso que este hijo de candamín falleciera el 21 de julio de 1945 en Bischofshofen, Austria, cuando el vehículo en el que volvía de un permiso se saltó un control de carretera. Los guardias dispararon y Celestino falleció poco después en el hospital. Landeira Arniella está enterrado en el cementerio militar de Lorraine (Francia).

6. El primero del "día D"

Y queda un tercer hombre, un tercer hijo de emigrantes asturianos en el "Día D". Y es Donald William Artimez Jr., uno de los primeros paracaidistas que saltaron sobre Normandía para asegurar el terreno antes de que llegaran las lanchas de desembarco. Nació en Fairmont City (Illinois) el 12 de agosto de 1915. Donald fue el segundo y único hijo varón del matrimonio formado por Donato Artimez, nacido en 1888 en Salinas y Florentina A. Verdín, nacida en 1891, también de Salinas. Donald fue el segundo hijo y el único varón. Sus hermanas se llamaron Oliva, Florentina y Margarita. Donald residía en Donora (Pennsylvania), donde a los 18 años empezó a trabajar como delineante para la American Steel and Wire Company como delineante.

Se alista el 25 de septiembre de 1942 como voluntario en las fuerzas paracaidistas de Fort Bragg, en Carolina del Norte. Por entonces ya estaba casado. Lo había hecho el año anterior con una mujer llamada Wilma Mae Woods. La boda se celebró en Danville, Virginia. Pocos meses antes de alistarse, en enero, había sido padre por primera vez. Su hijo se llamó Donald, como él.

Una vez en el Ejército, Donald es transferido a la Compañía C del 326.º batallón de ingenieros paracaidistas. En septiembre de 1943 embarcan hacia el Reino Unido. Su unidad se ubicó en Basildon Park (Berkshire) y allí se unió al 2.º batallón de la 501, un regimiento de infantería paracaidista al que le fueron encomendadas distintas tareas de aseguramiento de infraestructuras previas al desembarco en las playas. Por eso, el soldado Artimez fue uno de los primeros en suelo normando el "Día D". Saltó desde un avión C-47 que despegó desde Merryfield. Pisó tierra entre las 01.34 y las 01.37 horas. Su misión era asegurar los puentes de la carretera N13 entre St Côme-u-Mont y Carentan.

Pero apenas tuvo oportunidad ni siquiera de reagruparse con el resto de paracaidistas de su unidad. Un francotirador alemán le disparó. Le hirió en la ingle izquierda y le fracturó el fémur de la pierna derecha. Todo ocurrió en la oscuridad, mientras Donald trataba de despojarse de su paracaídas. Pero no se dio por rendido. Se hizo el muerto y cuando aquel soldado alemán se acercó para rebuscar entre sus bolsillos, Donald le clavó un cuchillo en el cuello. Luego se marchó reptando, hasta que perdió el conocimiento. Cuando se despertó, un soldado alemán le estaba atendiendo en un puesto de socorro provisional de una aldea cercana. Había un oficial médico americano, prisionero como él, ayudando a los doctores alemanes. Al día siguiente, la aldea fue tomada por soldados americanos y Artimez fue trasladado a Utah Beach, con el resto de heridos, y después fue evacuado a Inglaterra. Le diagnosticaron, además de la rotura del fémur, osteomielitis (infección de los huesos). Las heridas de Normandía lo mantuvieron fuera de servicio hasta febrero de 1945, casi hasta el final de la contienda en Europa. Finalmente, se licenciaría el 11 de abril de 1947. Después de la guerra se estableció en San Diego, California. Murió el 27 de julio de 1996. Está enterrado en el Valley Memorial Park en Marin County, California.

Desembarco en Belmonte

La Asociación Arhem celebra los próximos días 15 y 16, en el Museo de Las Ayalgas de Silviella, en el concejo de Belmonte de Miranda, el evento "Normandía 44", con recreación y exposición de vehículos y material de la Segunda Guerra Mundial. También habrá una exposición de carteles con 15 biografías de soldados asturianos que lucharon en seis ejércitos en ese mismo conflicto. Todas ellas han sido recopiladas por el investigador Vicente Suárez dentro de su proyecto "Asturianos bajo bandera americana". 

Jesús Velasco, en su casa de Lena, leyendo el reportaje de LA NUEVA ESPAÑA donde se detallaba su peripecia bélica.

Jesús Velasco, en su casa de Lena, leyendo el reportaje de LA NUEVA ESPAÑA donde se detallaba su peripecia bélica. / LNE

El allerano Jesús Velasco llevó la libertad hasta las playas de Francia

El allerano Jesús Velasco Zapico, fallecido en septiembre de 2008, dejó a sus hijos un manuscrito autobiográfico titulado "Una vida española", donde terminaba la narración de los muchos años vividos subrayando que el bien más preciado que puede tener un hombre es su libertad. Velasco, que falleció a los 92 años, lo sabía bien. Había tenido que pelear por la suya. Primero, en el bando republicano durante la Guerra Civil y, tras la derrota en España, como voluntario en el bando aliado durante la II Guerra Mundial. Jesús Velasco fue uno de los que desembarcaron en Normandía en junio de 1944.

Velasco contó su peripecia personal públicamente por primera vez en LA NUEVA ESPAÑA en junio de 1994, cuando se cumplía medio siglo del desembarco que contribuyó decisivamente a la derrota de Hitler. Lo hizo en su casa de Pola de Lena y en compañía de su esposa, la belga Esther Leoni, a quien conoció durante la contienda. Ella era, decía, su verdadera "medalla de guerra".

Entonces estaba a punto de cumplir 80 años y había vuelto a Asturias después de jubilarse de sus negocios en Londres. Era el único que había regresado a su tierra natal de los seis asturianos republicanos que, según recordaba Velasco, habían compartido con él aquellos años tan duros. Después de perder la guerra en España y pasar por los campos de refugiados franceses, acabaron integrados en la Spanish Company Number One, una unidad británica formada por españoles procedentes de la Legión Extranjera francesa y de la 185.ª Compañía de Trabajadores Extranjeros. Todos habían sido evacuados de Francia tras el desastre de Dunkerque y después volvieron al continente con la "operación Overlord", tal era el nombre en clave del desembarco aliado en las costas francesas. Los españoles salieron de Portsmouth, en el Reino Unido. Al amanecer del día D+2, el 8 de junio de 1944, pusieron pie en Francia. Desembarcaron en Arromanches, la población francesa donde los aliados habilitarían un gran puerto artificial para dar entrada al formidable despliegue humano y material con el que iban a doblegar la resistencia nazi.

Los españoles fueron destinados a hacer labores de construcción de infraestructuras, reparto de suministros y mantenimiento del orden público. "Íbamos detrás de los que combatían en la primera línea de fuego, aprovisionando y evitando que los franceses represaliasen a los colaboradores de los alemanes, los colaboracionistas", relataba Jesús Velasco. En alguna ocasión tuvo que amartillar y apuntar su fusil a un grupo de franceses que estaban apedreando a dos chicas rapadas al cero (así se marcaba a las mujeres que habían sido amantes de soldados alemanes) ante la impasible mirada de dos gendarmes. Tras encañonar a los vengadores logró que por fin los policías actuasen. "Vamos, llévenselas de aquí".

Velasco guardaba bien en la memoria el nombre de sus compañeros de armas: Luis Álvarez, ovetense; Manuel Solís, allerano de Moreda, como el propio Jesús Velasco; José Sánchez, de Oviedo; José López, de Lugones, y Julio Grato, cuyo apellido real se sospecha que era Rato. La experiencia bélica les hermanó. "Lo habíamos pasado tan mal que aquello nos unió mucho. Durante años mantuvimos encuentros periódicos y nos ayudamos unos a otros a salir adelante. Cuando alguno tenía especiales dificultades económicas, hacíamos colectas. Cuando hacía falta empleo para algunos de nuestros hijos, utilizábamos nuestros contactos", detallaba Jesús Velasco a este periódico hace treinta años.

En aquella ocasión, no quiso desvelar que además de labores de orden público o trabajos de abastecimiento de tropas, también había participado en labores de inteligencia. Se limitó a reconocer que alguna vez había saltado tras las líneas enemigas. En su autobiografía desvelaba en qué habían consistido estas misiones: "Hacíamos informes sobre la resistencia francesa (para el Ejército británico) que siempre nos pedía armas, pero nuestros mandos sabían que no se las podían entregar a cualquiera. Realizábamos labores de espionaje para certificar que las entregas de armamento se hacían siempre a las personas adecuadas".

Velasco se vio inmerso en aquella magna operación comandada por el general Einsenhower, pero confesaba que aquellos días no pasó miedo. "Miedo fue el que pasamos en el frente del norte, durante la Guerra Civil, en 1937, entre Bilbao y Reinosa, cuando los aviones italianos y alemanes pasaban zumbando por todos los lados. Eso era miedo".

Había dejado atrás su país y mucho sufrimiento. Llevaba varios años viviendo empujado por la derrota. Desde que tenía 13 años, cuando entró a trabajar en los almacenes Fontela de Caborana como aprendiz. Se afilió a UGT. Luego, a los 20 años, se alisó en las filas del Ejército republicano. Su hermano mayor, Etelvino, corría en la dirección ideológica opuesta: se marchó a Oviedo para unirse a las tropas del general Aranda, que estaba con los sublevados y resistía al cerco de Oviedo.

Tras la caída del frente del norte, Jesús Velasco es hecho prisionero en Cabrales, pasa por distintas prisiones y campos y, gracias a la influencia de un familiar, logra que el gobernador civil de Valladolid le ofrezca salvar el pellejo a cambio de engrosar las filas de los sublevados. Velasco lo hizo y es trasladado al frente de Somosierra, donde aprovechó para pasarse de nuevo al bando republicano. Luego Madrid cae, la España republicana se hunde, llega la desbandada y Velasco acaba en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Y allí empezó otra guerra.

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