"Por siempre" y "Ruempe la nueche", dos historias de premio

Ana Rosa Rodríguez y Sara Vera, ganadoras del I concurso de microrrelatos de El Corte Inglés: "Nos anima a seguir escribiendo"

En el centro de la imagen, por la izquierda, Ana Rosa Rodríguez y Sara Vera, ganadoras del concurso, flanqueadas por  Raquel de Miguel y Sandra Miranda

En el centro de la imagen, por la izquierda, Ana Rosa Rodríguez y Sara Vera, ganadoras del concurso, flanqueadas por Raquel de Miguel y Sandra Miranda / Pablo Solares

L. L.

La pérdida de un amigo y un retrato de la situación social que viven los jóvenes de las Cuencas mineras. Estos son los argumentos de "Por siempre", obra escrita por Ana Rosa Rodríguez, ganadora del I Concurso de microrrelatos organizado por El Corte Inglés, en colaboración con LA NUEVA ESPAÑA y "Ruempe la nueche", relato finalista escrito por Sara Vera Kozel. 

La pasión por la escritura fue lo que empujó a Ana Rosa Rodríguez, profesora de matemáticas en el IES Sánchez Lastra a rendir en forma de palabras, un sentido homenaje a un amigo a quien perdió recientemente. "Era una persona excepcional. Cuando falleció, nos tocó recoger sus cosas, seleccionarlas... fue una situación dura pero que nos unió mucho", explica la autora, quien aún no se cree que su relato haya sido el ganador del concurso "La sonrisa que lo cambió todo".

En el caso de Sara Vera Kozel, finalista del certamen, afrontó esta experiencia "como un reto. A veces, las dudas se apoderan de ti, pero el "¿y por qué no?" es lo que me ayuda a continuar", confiesa esta recién graduada en Filología Hispánica nacida en Mieres y cuyos orígenes mineros y el desasosiego de los jóvenes de las Cuencas inspiraron su microrrelato. Una historia que además, está escrita en asturiano. "Mi padre vino de Ostrava, una ciudad minera y siderúrgica de la República Checa, y mi abuelo materno, que es de Mieres, de la Güeria de San Tirso, también era minero. De hecho, gracias a él nació mi amor por la llingua asturiana, por eso decidí escribir en asturiano", cuenta. 

Un curso de escritura creativa en Madrid es uno de los premios otorgados a las ganadoras

Ambas son historias crudas que, sin embargo, dejan un lugar a la esperanza y que además, tienen premio. Una tarjeta regalo de El Corte Inglés de 500 euros y un lote de productos literarios en el caso de la ganadora, mientras que la finalista recibió una tarjeta regalo de El Corte Inglés 250 euros y un lote de productos literarios. Un reconocimiento al que hay que añadir una suscripción de dos meses a un taller de escritura creativa Fuentetaja, en Madrid.

"Es una oportunidad que me entusiasma y que nos anima a seguir escribiendo. En algún momento me planteé hacer algún curso de escritura creativa pero lo dejé por falta de tiempo. Este premio me parece el mejor regalo", añade Ana Rosa Rodríguez. 

Unas ganas que comparte con Sara Vera Kozel, quien se muestra  expectante ante su primera vez asistiendo a un curso de escritura "Tengo muchas ganas de empezar, soy inquieta y me gusta participar en diversas actividades. A ver qué sale", señala. 

Un máximo de 200 palabras para dar forma a historias capaces de sacar una sonrisa eran dos de las condiciones del concurso, dos principios que "Por Siempre" y "Ruempe la nueche" parecen haber cumplido con creces. 

«Por siempre», de Ana Rosa Rodríguez Pérez

Encontré a Bambi, en una estantería, cuando fuimos a su casa a recoger sus pertenencias. Había allí millones de letras, notas, fragancias y colores que se entremezclaban produciéndonos debacles anímicas. Nos reconstruimos con lágrimas, palabras, abrazos, con la repetición de sus frases y compartiendo aquellos tesoros.

Él tenía a Bambi y yo a Tambor.

Ahora, en mi casa, desde su estantería, desafiando todos los teoremas, ambos se miran y sonríen.

«Ruempe la nueche», de Sara Vera Kozel Álvarez

Lluces neón d’un sábadu nueche cualquiera y les cares conocíes de cada selmana. Yera siempre igual, nada cambiaba, mesma música y mesma xente. Ensin saber por qué, aborrecía tolo que m’arrodiaba y l’aire nun me llegaba a los pulmones, lo que fizo que’l mio llau animal despertare p’alloñame d’un peligru que nin siquiera yo sabía qué yera. 

Salí, eché a correr y cayí nun charcu d’agua embarrao nel que vi’l reflexu de la chimenea Barreo y de la mio cara, presa d’una medrana desconocía. Como estrelles pente la borrina surdieron entós cuatro cabeces que me miraben al traviés del champán, cuatro cares conocíes que sabíen lo que me pasaba, anque yo, non. Ñacen nesi momentu cinco carcaxaes que ruempen el silenciu de la nueche d’aquel llugar sagráu. Sorrises qu’una vez más, ensin falar, me dicíen que’l momentu de vivir yera siempre agora. 

Y asina, alcordame de que cuando m’apriete’l gargüelu la solombra de lo cotidiano, nunca va faltar una carcaxada que ruempa la nueche.