Entrevista | Ramón Punset Catedrático emérito de Derecho Constitucional

"El Rey ganaría si se presentara en unas elecciones"

"La monarquía es anacrónica, pero la vinculación con la capacidad simbólica permite integrar la pluralidad y las discrepancias, y el monarca está para eso, para integrar la convivencia civil y para integrar la convivencia territorial, si falla eso, adiós muy buenas"

Ramón Punset.

Ramón Punset. / Fernando Rodríguez

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Ramón Punset (Noreña, 1948), catedrático emérito de Derecho Constitucional de la Universidad de Oviedo, dirige la obra "La función constitucional del Rey. Teoría y práctica", editado por la Real Academia Asturiana de Jurisprudencia, y que acoge reflexiones de historiadores y juristas sobre las relaciones, no siempre pacíficas en tiempos pasados, entre el Rey y la Constitución.

–¿Una monarquía es anacrónica?

–Lo es porque el acceso a la jefatura del Estado por vía de legitimidad dinástica y con primacía del varón es algo de otra época, impropio de un estado democrático. Si eso se añade que el rey es una persona inviolable, en el sentido de ser totalmente irresponsable, tanto política como judicialmente, y está a la cabeza de un estado de derecho, evidentemente hay algo que chirría, sin duda alguna. Entonces hay que ver por qué y para qué sirve.

–Adelante.

–Fue la única manera de desatascar la situación del franquismo, mantenimiento de la institución de la corona de acuerdo con las reglas tradicionales de sucesión, primacía del carón sobre la mujer... Hay que acudir al viejo aforismo de que la nación es un plebiscito cotidiano, y eso puede decirse de todas las instituciones, pero de la monarquía, sobre todo, porque tiene un mayor contenido simbólico que cualquier otra. La vinculación con la capacidad simbólica permite integrar la pluralidad y las discrepancias, el Rey está para eso, para integrar la convivencia civil y para integrar la convivencia territorial. Si falla eso, adiós muy buenas.

–¿Integración es la clave?

–La legitimidad dinástica está muy bien, pero porque la hizo la Constitución, si no, nos importaría un pimiento. Es decir, Leonor llegará al trono si las cosas funcionan ahora con capacidad integradora, si la perdiera o si la monarquía se hiciera inútil o no suficientemente servicial, se quedaría como está la monarquía inglesa, una atracción turística. En resumen, la monarquía sirve para integrar por su capacidad simbólica de representación, para hacer visible o invisible.

–¿El Rey ha evolucionado?

–Cuanto más tiempo pasa, le vas viendo más seguro, más natural, menos incómodo, precisamente por la herencia recibida. Vamos a hablar de los últimos años, sobre todo. Tengo la impresión de que está disfrutando. Sobre todo, en ambientes castrenses. Ciertamente los problemas no faltan.

–El padre, yendo más lejos.

–El rey emérito tiene otra mentalidad, no se hace cargo de la situación. "Tengo que pedir perdón ¿de qué?", parece preguntarse. Su hijo está casado con una señora de clase media que es periodista, y eso le ha venido muy bien por su capacidad comunicativa, se nota mucho. No tienen nada que ver los discursos del Rey actual con los de su padre, pero nada. Y el hecho de tener como abuelos maternos a personas normales y corrientes da una mayor sintonía con la población. Fue lo que pasó con la Reina Victoria de Inglaterra, a la aristocracia no le hacía mucha gracia, pero se convirtió en la reina de la clase media, heredó su moral, justo cuando la sociedad del XIX caminaba hacia el cambio.

–¿Lo mejor fue que abdicara?

–La Constitución dice que el rey es inviolable y, por tanto, no está sujeto a ningún tipo de responsabilidad. La abdicación fue un acto de responsabilidad. ¿Ante quién? ¿Ante las Cortes? No, es lo que llamamos responsabilidad difusa ante la opinión pública porque la monarquía es una institución vitalicia.

–¿El discurso de Felipe VI contra el independentismo fue un Rubicón?

–Yo diría que sí, para bien. Fue un discurso que debería haber pronunciado el jefe del gobierno si el jefe del gobierno hubiera sido una persona de valor, no me refiero de valía, digo de valor, de coraje. Como no era el caso, el Rey representó a la totalidad del país diciendo: hasta aquí hemos llegado. Por supuesto, los nacionalistas no se lo perdonan, y parte de la izquierda, como siente una atracción fatal hacia el nacionalismo, está incómoda con ese tema. Eso también ha coartado, en cierta manera, la espontaneidad del Rey porque las autoridades catalanas no le recibían, no asisten a actos públicos... Lo que hizo está dentro de su función de arbitrio y moderación, como dice la Constitución. Por eso no alcanza la matrícula de honor siempre.

–¿Por qué?

–Porque no siempre ha llamado la atención como debía y a quién debía. Ahí está el caso del Consejo General del Poder Judicial, debería haberse atajado desde el primer acto del año judicial correspondiente: señores, apelo a la lealtad constitucional de las cámaras para que cumplan con la obligación de dar provisión a las vacantes. No se puede dejar, dejar, dejar, y luego, al final, ¿para qué? Si solo era una cuestión de intercambio de cromos, podía haberse hecho mucho antes. Seguro que el Rey, en privado, habrá dicho todo lo que debía. Me sorprendí muchísimo que en la última inauguración del año judicial en el Tribunal Supremo no dijera nada cuando la Constitución dice que la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del rey. La situación de desmoralización y de descrédito del Estado es algo que un jefe de Estado no puede tolerar. El Rey es neutral pero hace una política de valores constitucionales y hay un momento para golpear la mesa y apelar a la lealtad constitucional de los presidentes de las cámaras para que se ponga fin, inmediatamente, a esa deslealtad.

–La familia, ¿mal, gracias?

–Los problemas de familia con el padre y las hermanas han reducido la capacidad de actuar. El mayor problema de la monarquía es la familia, dicen en Inglaterra, donde hay una cadena parental parasitaria enorme, pero enorme. Eso es duro. En la biografía que Paul Preston hizo de Juan Carlos I, que hubo que actualizar porque se había quedado demasiado elogioso el retrato, te das cuenta de dónde salen los Borbones de Estoril. Es decir, de qué familia tan pobre y tan rancia proceden.

–¿Qué papel juega Letizia?

–Uno muy bueno. No digo que no haya tenido fallos, pero su influencia es extraordinariamente positiva, primero enseñando a su marido a mejorar la capacidad de conexión con la gente, la manera de hacer discursos, cómo llegar a la audiencia... Esto es un plebiscito cotidiano, no te puedes rendir, pero qué profesión no lo es.

–Si el Rey fuera candidato en unas elecciones...

–Ganaría. El país está curado de experiencias históricas negativas y es muy prudente. Cuando le preguntaron a Franco qué ocurriría cuando él faltara dijo que el rey tendría una gran ventaja: la clase media. En 40 años de franquismo se creó una amplísima clase media y eso es un seguro político. Imaginemos que decidimos prescindir del Rey.

–Hagámoslo.

–¿Qué tipo de presidente de la República elegiríamos? ¿Un presidente a la italiana sin liderazgo político y una cantidad enorme de crisis de gobierno? ¿Cómo darías legitimidad territorial al jefe del Estado en España? Estoy convencido de que si se sometiera a referéndum nacional la continuidad de la monarquía, y es perfectamente legal hacerlo a través del procedimiento del artículo 168, de que lo ganaría, y más el Rey Felipe VI.

–¿El PSOE acepta la monarquía a regañadientes?

–Depende de qué sectores del PSOE, estamos en una época extraordinaria de culto a la personalidad, y el PSOE se ha ido decantando más a posiciones de izquierda, por razones de coalición, pero, sobre todo, por razones de protagonismo personal del presidente del gobierno. No podemos olvidar aquella metedura de pata que tuvieron Sánchez y su mujer, cuando se pusieron al lado de los Reyes en un besamanos. La monarquía ha enlazado con una gran capa de población que ya no es una minoría sino que es la amplia mayoría, y en realidad el ideario de los dos grandes partidos nacionales no se diferencia gran cosa, solo en la sobreactuación que realizan para hacerse notar en la cantidad de procesos electorales. El país tiene un grado de estabilidad y, sobre todo, de madurez por encima de la clase política, y no es preocupante que haya un voto protesta favorecido por la enorme distancia que hay entre lo que piensa la gente y lo que es el mundo de Bruselas, sin reparar en que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea está dictando continuamente sentencias que afectan para bien a la vida cotidiana.

–¿Una ley de la Corona?

–No hay nada que desarrollar, la Corona tiene una capacidad de simbolización tan grande que no permite una reglamentación en detalle como otros órganos. El Rey no tiene competencias materiales y por lo tanto no es un rey político, realiza otro tipo de tarea que no es de competencias sino de influencias. Representa los valores que la Constitución proclama y establece, y más el Rey, que se lo ha tomado muy en serio y está todo el tiempo apelando a la dignidad humana y a la soberanía nacional.

–Un país que en 200 años ha tenido unas cuantas constituciones...

–Sí, pero no tiremos piedras contra nuestro tejado porque eso también ocurre en otros muchos países.

–¿El viaje en solitario del Rey a Estonia demuestra algo?

–A lo mejor solo fue un fallo de coordinación, pero no de la Casa Real. Es verdad que el Ministerio de Exteriores tiene mucho trabajo y no creo que haya sido por mala fe. Estamos un poco susceptibles porque pensamos que es como si no hubiera una sintonía entre el Rey y Sánchez, pero tampoco la había entre Aznar y Juan Carlos I, por ejemplo.

–¿Es viable legislar sobre los medios de comunicación?

–Sería meterse en unos jardines tremendos, cualquiera que conozca mínimamente el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sabe de la amplitud y la generosidad con las que ha interpretado siempre la libertad de información y de expresión. Las asocia con toda razón a la existencia de una opinión pública libre. Todos los tribunales constitucionales repiten lo mismo: los políticos soportan una carga superior de crítica que los ciudadanos normales por razones precisamente de la formación de una opinión pública libre. La Constitución no exige verdad, sino veracidad, el esfuerzo profesional de consultar una pluralidad de fuentes demostrando si llega el caso que se ha hecho lo que se ha podido para contar la verdad sin pretender que fuera absoluta. Hay en esto una sobreactuación que no llegará lejos porque ese asunto está muy tratado por la jurisprudencia y no hace falta legislar nada.

–La ley de amnistía...

–Ni siquiera se trata de un problema jurídico, es un problema de política y eso es un descrédito para el Estado, es no tener respeto por las instituciones ni por el propio Jefe del Estado. Puedo comprender un indulto, pero la amnistía lo borra todo. Y no es comparable con la amnistía de la Transición porque pasábamos de un régimen autoritario a uno democrático y hubo que pagar ciertos peajes.

–¿Sería aceptable ya un regreso de Juan Carlos I?

–Ha pasado el tiempo suficiente pero no es un problema de estar aquí o allá, el problema es que es una persona que lleva un tren de vida que es insultante para una gran parte de la población. Si hubiera hecho como Carlos V, que se fue al monasterio de Yuste... o podía perfectamente vivir cualquiera de los palacios del Patrimonio Nacional como antiguo jefe del estado, no sorprendería nada. El problema viene de esa sensación de que no se ha enterado de que está en perpetua juerga ambulante y que tiene a una serie de familiares que viven del parasitismo. Los reyes estuvieron acostumbrados a la mentalidad de que ellos te honran cuando te piden un favor.

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