S. FERNÁNDEZ

Tino Romero no lo puede evitar: no puede dejar de ser irónico. Ayer tarde salió al escenario desnudo del teatro de Los Canapés tras los acordes de la «Marcha fúnebre» de Chopin, vestido con una camisa de medio luto, con las manos en los bolsillos. Y se encontró con que las gradas móviles del teatro estaban de bote en bote. Tino Romero atrae multitudes. Se dirigió a los espectadores: «¿Qué hacéis aquí?». Y luego: «Bueno, ya que estáis aquí, vamos a aprovechar el tiempo». Y el tiempo se aprovechó profundamente: Tino Romero presentó «El infarto», su nuevo disco en solitario, unos cuantos temas sardónicos que siguen la línea del grupo fiestero avilesino, los de «Avilés cojonudo», legendario tema de todas las celebraciones.

Con la música de «El cobarde», de Víctor Manuel, Romero cantó su peripecia por los hospitales después de un infarto: «Tinín, si quies curar / Olvida los callos, deja de chumar». Y aquí, más aplausos. Aplausos de «gruppies». «Canta una de Sabina», gritaron desde las gradas. «Cuando venga la tu prima», replicó el cantante. «Lo mejor, la camisa». Y aquí no hubo réplica de Romero.

Pasó después a contar la historia del can de la casa de al lado: «El perro del vecino, cago'n su madre / voy a pegarle un tiro / pa' que no ladre». Romero se llevó de calle, desde el primer minuto, a todos los que se acercaron al teatro de Versalles. Explicó que es mejor contar con «Los Irónicos» que con Peret, porque a Peret no se le puede pedir una canción de «Los Irónicos». Y los espectadores, que creen que Romero tiene razón, le volvieron a aplaudir. El humo de Avilés se cambia sobre la escena por el humor de cantantes como Romero.