Medio siglo después de la tragedia en La Fabricona

Avilés se afana en transformar el espacio de antiguas instalaciones siderúrgicas para acoger un ecosistema industrial innovador

A la izquierda, las portadas de LA NUEVA ESPAÑA informando de la explosión. Sobre estas líneas, estado en el que quedó la acería LD–I tras la detonación. | LNE

A la izquierda, las portadas de LA NUEVA ESPAÑA informando de la explosión. Sobre estas líneas, estado en el que quedó la acería LD–I tras la detonación. | LNE / Marián Martínez

Marián Martínez

Marián Martínez

Ha pasado medio siglo. Para ser más concretos, el pasado 6 de febrero se cumplieron 51 años desde aquel fatídico día en el que una explosión en la acería LD–I de la antigua Ensidesa sembró el pánico en Avilés. Una caldera de vapor y agua sobrecalentada saltó por los aires. Fallecieron diez personas y aproximadamente un centenar resultaron heridas de diversa consideración. A día de hoy ya no queda nada, salvo el recuerdo. La acería no existe y las baterías de coque aledañas desaparecerán para dejar paso a modernas empresas medioambientalmente sostenibles y con la innovación por bandera.

Medio siglo después de la tragedia en La Fabricona

Medio siglo después de la tragedia en La Fabricona / Marián Martínez

El mayor impacto, tanto físico como psicológico, fuera de las instalaciones siderúrgicas lo sufrieron los vecinos de Llaranes, hasta donde volaron restos de acero e incluso piezas de gran tonelaje impulsadas por la detonación, que llegó a sentirse en la capital del Principado. Las imágenes fueron dantescas y todavía hoy se mantienen en la mente de quienes vivieron aquellas jornadas de dolor, caos y pánico.

La planta siderúrgica avilesina era considerada en aquellos años como una de las más seguras de Europa. De hecho, en las hemerotecas están las declaraciones de responsables del antiguo Instituto Nacional de Industria (INI) haciendo gala de ello. A partir de aquel momento la seguridad se convirtió en una obsesión de los responsables de la siderúrgica. Una obsesión que se ha mantenido con el paso del tiempo pese a los cambios en la propiedad de la compañía.

A lo largo de este medio siglo, solo una vez se volvió a extender el temor por la ciudad. Fue en octubre de 2018, cuando un colosal incendio en las baterías de coque, cubrió de humo negro la ciudad al arder la cinta que alimentaba la torre 1 de la destilería de carbón. El fuego consumió la estructura de uralita que la protegía haciendo que se viniera abajo y en su caída, partiera en dos la tubería de gas. En esta ocasión solo hubo un susto y cuantiosos daños materiales, en una instalación que ya tenía fecha para su clausura y desaparición.

La situación es bien distinta medio siglo después de aquella tragedia que asoló Avilés, Asturias y que conmocionó a todo el país. El temor ha desaparecido para dar paso a la esperanza y también a la incertidumbre sobre el futuro de los terrenos que desde mediados del siglo pasado acogieron las instalaciones de La Fabricona y atrajeron a la ciudad a cientos de miles de personas.

Ya se han activado los trabajos para demoler las baterías de coque y liberar los terrenos para su posterior urbanización con fines industriales y empresariales. Aún es una incógnita el futuro de las instalaciones que acogía los almacenes generales y uno de los gasómetros, que tanto el Ayuntamiento como la Cámara de Comercio quieren indultar. La idea es crear un espacio multifuncional que pueda albergar proyectos de I+D y que puedan utilizar las empresas del entorno, además de un centro de divulgación científica-tecnológica.

Nada que ver con la historia, el paisaje y el paisanaje de hace “solo” 51 años.

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