La emocionante historia detrás de la recuperación de Marcos Troitiño, el guardia civil que casi pierde la vida persiguiendo a unos ladrones: "Siempre hay que luchar"

"Dijeron que había un 99,99% de posibilidades de que no mejorase, pero estamos viendo la luz al final del túnel", apunta su mujer

La lección de vida del Guardia Civil que fue atropellado cuando perseguía a unos ladrones: "Hice lo que tenía que hacer"

VÍDEO: N. Menéndez A. Domínguez/ FOTO: Ricardo Solís

Noé Menéndez

Noé Menéndez

La familia Troitiño González está hoy de cumpleaños. Es una celebración con cierto regusto amargo, pero llena de esperanza. Hoy Marcos Troitiño sopla las velas porque cumple un año aunque en su DNI pone que son 41. A simple vista se aprecia que su edad real y el motivo de festejo no casan. Hay una explicación. Hoy hace un año que su vida dio un giro de 180 grados. Mientras paseaba por un centro comercial de Castellón junto a su mujer, María, y su hija, Martina, este guardia civil vio cómo dos menores robaban en una tienda. No estaba de servicio, pero su vocación le llevó a actuar. En aquel momento nadie pensaba que esa carrera tras unos adolescentes iba a poner su vida en jaque. Durante la persecución, cruzó un paso de cebra, con la mala suerte que llegó una conductora novel que no pudo frenar ni esquivarle. El golpe fue brutal. Los médicos le dieron por muerto durante meses. Pero María nunca se rindió. Tras semanas de lucha ha conseguido algo que los propios médicos ni se creían: prácticamente ha resucitado a su marido. Ahora las velas las soplan desde Los Balagares, en Corvera, lugar de nacimiento de mujer y dónde, tras un año, la familia busca volver a arrancar su vida.

"Nunca olvidaré ese momento. Nuestro aniversario es el 1 de julio y el 2 mi cumpleaños, por lo que estábamos mirando cosas. Todo pasó muy rápido", recuerda González. Nada más suceder el accidente se dio cuenta de la gravedad de lo ocurrido. Tanto ella como su hija lo vieron en primera persona. "Se quedó en coma al instante. Tenía una herida en la cabeza y no paraba de sangrar. Se ahogaba, tenía los pulmones dañados. Por suerte se acercó un médico y le realizó los primeros auxilios, porque la ambulancia tardó un montón", explica la corverana. Los médicos, nada más llegar al hospital, no dudaron en su diagnóstico: Marcos era irrecuperable. "Me dijeron que en las 72 primeras horas se sabría su futuro, pero que era muy grave", señala.

Marcos sobrevivió a esos primeros tres días, pero tardó en abrir los ojos. A consecuencia de las graves heridas que sufrió quedó en coma. María, entonces, decidió trasladar a su marido a Gijón, lugar donde tenían en mente instalarse. "En Castellón nunca nos dieron tiempos ni probabilidades, pero al llegar a Gijón nos dijeron que no iba a despertar nunca, que no iba a volver a hablar y que había un 99,999% de posibilidades de que no mejorase. No se habían cumplido ni dos meses del accidente", apunta ella. Parecía que los médicos se afanaban en tumbar a María, que siempre tuvo fe en su marido. La golpeaban, ella caía en la lona, pero rápidamente volvía a levantar los puños. "Siempre he dicho que íbamos a salir adelante", confirma.

Desde el momento del accidente María está en manos de una psicóloga que le ha dado la clave para no rendirse. "Me dijo que esto es como estar en una guerra. Yo podría estar dañada, pero hay alguien al que quiero mucho que está mucho peor. Por eso toca cargar con él y acompañarle a un lugar seguro", sostiene. Y eso hizo. A pesar de que desde el hospital gijonés la animaban a llevar a Marcos a cuidados paliativos, ella decidió buscar otra vía. "Es muy importante que la gente sepa que hay asociaciones y federaciones de personas con daño cerebral que te aconsejan dónde puedes acudir, porque siempre puede haber solución", destaca la corverana, quien recuerda de manera trágica su paso por Gijón. "Ahora me dan ganas de coger y presentarme ahí a saludarles, después de que me dijesen que era imposible que me recuperase", comenta Marcos, cuya voz, aunque ronca, suena con fuerza. "Se dan golpes en el pecho con la salud mental, pero no tienen ningún tipo de tacto", añade María.

Marcos Troitiño volvió a vivir tras 112 días en coma

Marcos Troitiño volvió a vivir tras 112 días en coma / Noé Menéndez

Tres meses y doce días después del accidente un rayo de luz entró aquella habitación de hospital. Se habían trasladado ya a Vigo, a un centro de neurorrehabilitación. La culpable fue la hija de la pareja, Martina. "Todo el tiempo que estaba en coma yo le decía que me apretase la mano, pero no había manera. La primera vez que lo hizo fue con Martina. Pasó de estar en coma profundo a coma vigil (estado vegetativo), y yo sigo manteniendo que fue gracias a ella", relata María. Aunque parecía el momento en el que empezar a ver la luz a final del túnel, para Marcos fue un golpe de realidad durísimo. No se acordaba de nada de lo ocurrido y no se creía lo que había pasado. No entendía qué hacía tumbado encima de una cama. No entendía porque no podía hablar ni caminar. No entendía nada. "Sufrió una fase de negación muy grande, decía que era un sueño", comenta María. Se había olvidado de todo lo que había vivido los últimos años. Solo sabía una cosa: no entendía por qué, no las recordaba, pero quería a las dos personas que tenía en su habitación. Su mujer y su hija.

Desde aquel instante el trabajo fue arduo. "Hemos tratado de estimularle mucho, enseñándole vídeos y fotos y hablándole de todo. Poco a poco fuimos consiguiendo avances", explica la corverana. "En Gijón me dijeron que no podía estar toda la vida en una cama, que me iba a arruinar peleando para nada. Una médico me llego a decir que nunca tendríamos una conversación normal. Ahora le veo hablando con Martina, diciéndole cosas, y me acuerdo", sostiene María. Ella no paraba de recibir golpes y los aguantaba. Pero hubo un día que uno de los médicos se fue de la lengua y, en vez de decirle esos diagnósticos fatales a ella, se lo comentó a Marcos. "Nunca vas a volver a andar", le espetó. Estuvo tres semanas con los ojos cerrados diciendo que quería quitarse del medio, porque si no iba a mejorar ese era el mejor final. María nunca le dejó solo, aunque llegó a perder 20 kilos por la ansiedad.

El 6 de octubre llegaron a Vigo y el pasado 12 de junio salieron por la puerta del hospital. Entre medias, horas y horas de trabajo, volviendo a aprender a comer, a hablar y tratando de andar. "Si no llega a ser por ti, no sé qué hubiese pasado, si llego a depender de los médicos...", se lamenta Marcos mirando a su esposa. Tras pedir el alta voluntaria al acabar Martina el curso, decidieron hacer las maletas y volver a Corvera. "Para él el ingreso era un castigo. Nos pusieron problemas para marchar, pero la decisión fue firme", apunta María. El momento de decir adiós a Vigo contó con la presencia de muchos de sus compañeros en la Guardia Civil, que formaron un pasillo para despedirle. "Ese pasillo me dio un empujón para seguir luchando. En la habitación me sentía solo, pero me transmitieron mucha fuerza", confiesa Marcos. "En momentos así, se ve de verdad que la Guardia Civil es una familia. En Castellón ya no son sus jefes, pero siempre han estado pendientes para ayudarnos. En Vigo y Pontevedra no le conocían personalmente, pero aun estando de descanso no dudaron en venir a despedirle", confirma la asturiana.

Aún queda mucho por delante, pero un año después de todo lo ocurrido pueden decir que ya están en casa. "Ahora va a un programa en Oviedo que se denomina ‘Mano a Mano’, en el que un terapeuta está solo con él, y está muy motivado y con ganas. Siempre lo dice, quiere tener agujetas", bromea María. "A mí ahora la cabeza me funciona perfectamente, he ido recuperando la memoria, pero me falta trabajar la musculatura. Quiero que me den caña y que la gente sea estricta, para ir para arriba", añade Marcos. Poco a poco la vida les empieza a sonreír, aunque María reconoce que cada vez sufre más bajones al dimensionar todo lo ocurrido. "Martina ahora tiene muchos traumas y miedos. No quiere andar sola por casa y, si voy a algún sitio, siempre me llama para ver dónde estoy. Con siete años se dio cuenta que la vida es un chasquido", revela la corverana. Lo importante es que, los tres juntos, ahora pueden soplar una vela que es sinónimo de esperanza. Porque, a pesar de los pronósticos fatales, puede haber luz al final del túnel. "Quiero que la gente que pase por algo parecido sepa que hay asociaciones que les pueden aportar soluciones. Siempre hay que luchar", sentencia María. Marcos es el mejor ejemplo de que, si se lucha, se pueden superar hasta las mayores dificultades.

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