Asturias ya tiene una fábrica de minicoches: la pequeña gran factoría de Gregory

Un maquetista de Gozón ha creado desde cero una de las mayores colecciones de miniaturas de automóviles, sobre todo de rallies

Gregory Espeso en el taller donde ha fabricado más de 600 coches.

Gregory Espeso en el taller donde ha fabricado más de 600 coches. / Mara Villamuza

Pelayo Méndez

Las maquetas ya estaban presentes en la vida de Gregory Espeso mucho antes que los rallies. De hecho, cuando era pequeño, siempre le llamó más la atención recomponer modelos de aviones y de tanques de la II Guerra Mundial que de coches de carreras. En aquel momento, no les veía ningún interés. Con el paso de los años, se apasionó por pulir hasta el último detalle de los coches de los pilotos a los que idolatraba en su adolescencia.

Durante la juventud, las aficiones son muy cambiantes, pero Gregory se enamoró de los rallies y estos le han acompañado hasta el día de hoy. En esa etapa de su vida, el maquetismo pasó a un segundo plano y el motor acaparó el protagonismo. El gozoniego ganó alguna competición amateur de quads; el manillar le llenaba, pero su amor platónico siempre fue el volante.

Las altas barreras económicas que se presentaban para acceder a las competiciones de rally separaron a Gregory Espeso de su ilusión. "No podía acceder a la escala 1:1 y entonces busqué alternativas”, afirma con cierta nostalgia.

Cuando por las comentadas razones se quitó de la cabeza la posibilidad de ser piloto, se enfocó en estudiar fotografía. Fotografiaba coches de rally a modo de afición, aunque su verdadero trabajo era cubrir rutas de ciclismo. En 2012 le robaron todo el equipo de fotografía, valorado en torno a los 30.000 euros, mientras cubría una competición ciclista en Torrelavega. Decidió dejar la profesión ante las dificultades de reunir el dinero necesario para invertir en un nuevo equipo fotográfico.

Gregory Espeso, terminando uno de sus últimos trabajos en su taller  | Mara Villamuza

Gregory Espeso, terminando uno de sus últimos trabajos en su taller. / Mara Villamuza

No hay mal que por bien no venga, se suele decir, y él se grabó esa frase a fuego. "Cuando me robaron el equipo, cambié el estudio de fotografía por el taller de miniaturas", explica Gregory con decisión cuando se le pregunta por cómo llevó ese cambio. Su afición por la artesanía y por las maquetas volvió a saltar a la palestra después de muchas idas y venidas.

Profesionalmente, encontró trabajo en una planta de Arcelor en la que sigue a día de hoy, y desde entonces ha compaginado su trabajo siderúrgico con la confección de más de 600 miniaturas de coches de rally. El horario de la fábrica le favorece, trabaja por turnos y tiene tiempo libre para dedicarlo a su colección.

El primer coche que se propuso hacer fue un Peugeot 206 WRC de Luis Monzón, piloto canario bicampeón de España. Usó como referencia unas fotografías del coche y, poco a poco, fue confeccionándolo.

Su forma de trabajar no ha cambiado mucho respecto a entonces, pero sus herramientas han evolucionado notablemente. "Cuánto más te profesionalizas, más inviertes en herramientas, porque a la larga ahorras en gastos de producción", explica.

Ahora mismo, en su taller cuenta con 4 impresoras 3D de diferentes tamaños, pinturas de prácticamente cualquier tonalidad imaginable y utensilios adaptados al tamaño de las miniaturas con las que trabaja. Además, cuenta con varios ordenadores que emplea para diseñar las piezas a través de aplicaciones que ha aprendido a usar por su cuenta. "Nunca he ido a un curso de diseño 3D, puede decirse que soy autodidacta", dice con orgullo Gregory Espeso.

A pesar del gran avance que ha tenido en sus medios, sigue tratando cada coche con la delicadeza y la dedicación del primero. "Cada coche lleva en torno a 40 horas; parecen pequeños, pero alguno tiene más de 100 piezas", dice. Para intentar optimizar el tiempo al máximo, ha desarrollado un método de construcción por capas: empieza por el chasis e intenta emular todos los detalles, incluidos los del interior del coche.

Arriba, exposición de miniaturas en el salón de Gregory Espeso. Debajo, reproducciones de modelos de los años ochenta. | Mara Villamuza

Reproducciones de modelos de los años ochenta. / Mara Villamuza

Gregory ha ganado cierta fama, ya es conocido en el mundillo por ir a exposiciones de coleccionistas, pero lo que realmente le ha hecho marcar la diferencia es su interés por los equipos de asistencia a los coches. "Fui pionero en crear al equipo al completo, no solo el coche. Ahora se les da más visibilidad, pero antes no se hablaba de ellos", afirma reivindicando el carácter colectivo del rally.

Gracias a exponer la réplica de uno de los remolques que utilizaba Daniel Alonso, piloto y uno de sus ídolos, pudo conocerle. El veterano deportista avilesino le invitó a las instalaciones que tiene en Mieres y Gregory pudo hablar con él. "Me hizo mucha ilusión, la miniatura que le di era para mi colección, ahora la estoy volviendo a hacer", comenta mientras sostiene una revista en la que se ve una foto de Daniel Alonso con las miniaturas que le llevó.

Rara vez se sale de los coches. Tuvo una época en la que replicaba automóviles de sus amigos o de sus vecinos, pero un problema con una pegatina de la Virgen de Covadonga, en la parte trasera de un coche, puso fin a esta iniciativa. Ahora se está adentrando en el mundo de los juegos de rol, pero más por petición de sus amigos que por gusto personal.

También probó a trabajar en varios tamaños. Lo más grande que ha llegado a hacer es una furgoneta de asistencia en escala 1:18, pero no le convence. "Acaba siendo muy caro de hacer, sobre todo por la pintura, y lleva muchas más horas de trabajo", expone Gregory Espeso.

Pocas colecciones hay en Asturias como la suya, y se pueden contar con los dedos de una mano los miniaturistas tan profesionales como él. "En España no hay cultura del coleccionismo, no se valora la artesanía. Se valora mucho más fuera de aquí", lamenta.

La pequeña gran fábrica de coches de Gregory

Exposición de miniaturas en el salón de Gregory Espeso. / Mara Villamuza

Paradójicamente, después de toda una vida relacionada con las maquetas y la competición, ha llegado a un punto en el que ya no sigue los rallies. "Ahora son coches que parecen de Scalextric; son muy rápidos, pero no hay espectáculo ninguno. Además, se perdió el compañerismo y la comunión que había antes", critica.

Gregory ha transmitido su pasión por el automovilismo a sus dos hijos, aunque de momento ninguno se ha interesado por el proceso que sigue su padre para fabricar los coches. "Les encanta el simulador de carreras de la consola. Mi hijo mayor quiere ser mecánico, pero de Fórmula 1", comenta sonriente.

A la espera de relevo generacional, Gregory sigue volcado en su pequeña gran fábrica de coches, levantada con mucho tiempo y dedicación. Tanto o más lleva esperando Asturias por tener una planta automovilística, esta de escala 1:1.

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