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Se llama Dani, se llama Nerea

En homenaje a un joven que luchó hasta el final y a su fiel compañera

Se llama Dani, se llama Nerea

Se llama Dani. 26 años. Digo se llama porque sigue estando aquí. Las personas dignas de portar espíritus como el suyo nunca se marchan.

Se llama Nerea. Su novia. Su compañera. 27 años. La mano que nunca le faltó. Nunca.

Él se nos fue hace unos días. Una enfermedad miserable y traidora se lo llevó. Toda su lucha, todas su ganas de vivir, no pudieron vencer al destino que un día se detuvo frente a su puerta. Aquí quedaron sus amigos, los mismos a los que tres días antes de marcharse invitó a una comida para despedirse. Aunque ellos no supieran que se estaba despidiendo. Y los chavales del equipo de fútbol a los que entrenaba. Esperando su última indicación. Y su Sporting. Y su Messi.

Ella se quedó. Con el calor de él entre sus manos. Con la satisfacción y la serenidad de haber dado por él todo lo que podía dar. Sus estudios, su oposición iniciada llena de ganas y de ilusión. Sus 27 años. Tenía que estar con él y para él. Sin una queja. Sus proyectos de futuro eran de los dos. No de ella ni para ella. Sus tiempos eran también de los dos y para los dos. Cada recaída en la enfermedad, cada diagnóstico, eran también de los dos.

De Dani, compañero de clase de una de mis hijas, siempre recordaré su mirada viva y pícara, llena de ilusiones y ganas de vivir.

De Nerea, amiga de mi hija, siempre me quedará el ejemplo de dar todo lo que se puede dar por la persona a la que se quiere.

Qué ejemplo más maravilloso de vivir. Aunque a veces la vida sea tan injusta. Tan cruel.

Y ahora también me acuerdo de esos otros "danis" a los que la vida ha golpeado con esa tremenda dureza con la que a veces nos trata. Y de esas otras "nereas", entre ellas nuestras sanitarias y sanitarios, que han estado, y seguirán estando, junto a aquellos, dándoles la mano, no dejándoles nunca solos.

Dani, Nerea; muchas gracias por habernos enseñado vuestra historia tan bonita. Tan ejemplar. Tan fatalmente humana. A pesar del dolor, sois un rayo inmenso de esperanza.

A Dani, a todos los "danis", solo nos queda ponernos en pie y despedirles.

A Nerea, a todas las "nereas", solo nos queda ponernos en pie y abrazarlas.

Ambas cosas, claro está, si es que sabemos hacerlas.

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