La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La huella imborrable que nos deja Dani

Un amigo que transmitió optimismo, alegría y pasión por la vida hasta el último instante

Dani Suárez en Las Ramblas, en Barcelona.

Solo un escenario le servía a Dani Suárez para pasar el mal trago de que su Sporting perdiese un derbi contra el Oviedo: que el gol del triunfo azul fuese de Borja Sánchez. Con el joven talento oviedista le unía el vínculo de tener un primo en común. Y por eso Dani y Borja se consideraban familia desde aquellos días que jugaban de pequeños en el parque al fútbol. Pero el pasado lunes Dani no pudo ver el derbi. El día antes, después de casi tres años de lucha infatigable contra la leucemia, se sintió indispuesto y su gran corazón empezó a apagarse y en poco más de 48 horas Dani se nos fue, dejándonos una huella imborrable entre los que tuvimos el privilegio de poder aprovechar momentos inolvidables junto a él.

Dani devoraba el deporte. Era de los que un Domingo de Ramos se iba pronto a casa para ver a Sergio García ganar su primer Masters de Augusta. O se pasaba la noche en vela por la NBA, pero se quedaba dormido en los últimos dos minutos que decidían el campeón. Y se lo tomaba con humor. Sin resignarse. Cualquier contratiempo se convertía para él en una oportunidad para contar una historia con su desparpajo. Como cuando en uno de sus largos periodos ingresado en el hospital se dedicó a enumerar todos los goles que se perdía cada vez que iba al baño. O cuando en la piscina de Valencia de Don Juan, una de sus visitas preferidas cada verano, logró subirse a la "bola" el primero ese día, después de muchos intentos anteriores, y presumía que gracias a él la atracción funcionó el resto de la jornada.

El fútbol fue su vida. Da prueba de ello su amplia colección de más de un de centenar de camisetas. Tenía devoción por entrenar, a principios de semana ya tenía apuntados en su agenda los cinco o seis partidos que iba a ver, para conocer a los rivales, y ojear a los futuros fichajes para el Romanón, el equipo donde entrenaba. Con el Sporting, su equipo, guardaba en la retina le emoción de vivir en directo en Sevilla el inesperado ascenso en 2015. Pero si con algo se paralizaba el mundo para Dani era con Messi, su amor incondicional futbolístico, y con el que se negaba a aceptar que algún día se retiraría. Por eso disfrutaba de cada partido suyo como si fuese el último. Algo que extendió a su filosofía de vida. Cada momento era único. Y siempre estaba dispuesto a plantear algún plan, que servía para unir a su grupo de amigos y familia. Una oportunidad perfecta en la que sacaba todas sus fuerzas, derrochaba vitalidad y conseguía animarte para que no sufrieses con el mal trago que estaba pasando.

Aunque estudió Magisterio tenía devoción por el Periodismo. Incluso lo cursó un año en Santiago de Compostela, antes de cambiar de carrera. Esa espinita se la pudo quitar cuando aceptó con mucha ilusión colaborar en LA NUEVA ESPAÑA analizando los partidos del Sporting. Hasta en los momentos más duros en el hospital sacaba un hueco para cumplir con su artículo. Hace dos años, aunque estaba débil tras finalizar un tratamiento, se animó a unirse a la expedición del periódico para cubrir el play-off del Sporting en Valladolid. Y como si conociese todos los hábitos de una redacción, cerró rápido su comentario nada más acabar el partido para cumplir con los plazos del cierre de la edición.

Dani solía decir siempre con una sonrisa que le faltaba un verano. Ese que la leucemia le partió por la mitad en 2017. Por eso se marcaba como objetivos los años siguientes estar al máximo en verano para pisar el prau del Carmín. Pero el mazazo no llegó cuando se anunció la suspensión de la fiesta este año, sino cuando hace tres semanas le dijeron que una nueva recaída le volvía a poner el partido de su vida muy cuesta arriba. Pero ni con esas tiró la toalla. Volvió a sacar su lado más valiente, luchador y humano para reunir a toda su pandilla, y que acabasen el día con la gran satisfacción de verle feliz. Porque Dani siempre fue el nexo de unión, desde los cumpleaños que celebraba de pequeño en el campo del Siero porque su abuelo era directivo. Y así lo hizo hace dos domingos, en un vermú y una comida en La Pola en la plaza Les Campes, como a él le gustaba, y el sábado de la pasada semana en una parrillada, demostrando su gran agilidad y conocimientos jugando al "Pasapalabra" en la sobremesa. Ninguno podía pensar que esos iban a ser los últimos momentos junto a ti, pero sin saberlo, nos dejaste el mejor recuerdo y despedida posible.

Hasta el último instante Dani fue un ejemplo de superación. La pasada Nochevieja, dos meses después de salir de su último tratamiento, se preparó y logró cumplir el reto de correr los 5 kilómetros de la San Silvestre. Y unos días antes participó en la pachanga de fútbol tradicional de Nochebuena defiendo los colores del Sporting. Siempre recordaremos tu optimismo, cercanía, ayuda, pasión, alegría y cariño. El próximo 7 de julio cumplirías 27 años. Ten seguro que, como te hubiera gustado, estaremos todos juntos celebrándolo en tu honor. Y cuidaremos de tu hermana María, tu ojito derecho, tu madre Pili y tu novia Nerea. Nos dejas un gran vacío, nunca te olvidaremos. Descansa en paz, amigo.

Compartir el artículo

stats