Ante el Día Mundial del melanoma

La madre de un mierense que murió por un cáncer de piel a los 43 años rememora el calvario y recalca la necesidad de protegerse

Pilar Álvarez quiere que el Día Mundial del Melanoma sirva para concienciar, para que todo el mundo vigile los cambios en su piel y para que se utilicen cremas protectoras

Pilar Álvarez, en su casa de Mieres, con una fotografía de su hijo Pablo a la izquierda, encima de un mueble. | D. O.

Pilar Álvarez, en su casa de Mieres, con una fotografía de su hijo Pablo a la izquierda, encima de un mueble. | D. O. / David Orihuela

David Orihuela

Ha sufrido tanto, y sigue sufriendo, que si con su testimonio logra que alguien no pase ni por la mínima parte de lo que ha pasado ella, sentirá que de su desgracia ha salido algo positivo. Pilar Álvarez es la única asturiana en la Asociación Melanoma España. El próximo jueves, 23 de mayo, se celebra el Día Mundial del Melanoma y el pasado 5 de abril se cumplieron seis años del fallecimiento de su hijo Pablo, a causa de un melanoma, un cáncer de piel. Pili quiere que ese Día Mundial sirva para concienciar, para que todo el mundo vigile los cambios en su piel y para que se utilicen cremas protectoras.

En su caso el calvario comenzó a mediados 2017. Pablo Marcos Álvarez se había quitado dos lunares, uno en la espalda y otro en la cara. Su madre insistía en que fuese al médico para quitarse otro que le quedaba en la espalda. Pablo lo iba a hacer, pero el azar quiso que el proceso se acelerase.

El hombre era soldador y mientras trabajaba, pese a todos los sistemas de protección, le saltó una chispa, una proyección, justo a ese lunar, el de la espalda. Inmediatamente acudió al médico y se lo quitaron, pero a los ocho días el laboratorio les dio el diagnóstico: ese lunar era un melanoma.

El hombre se lo ocultó a sus padres durante todo el tiempo que pudo. Se había separado de su esposa. Había dejado Mieres, donde residía su familia, y se había ido a vivir a Avilés para poner tierra de por medio.

Tras una temporada en Avilés, decidió cambiar de piso. Optó por no irse lejos y alquilar una vivienda más grande en el mismo edificio en el que residía. La idea era que así, además de su hija, podrían quedarse a dormir sus padres cuando fuesen de visita. En esos días de mudanza, su madre le apremió a mover muebles de una casa a otra hasta que , tras la insistencia materna, el hombre tuvo que confesar que no podía hacer esfuerzos ni coger pesos: "No puedo, mamá, tengo un melanoma".

El 19 de septiembre de 2017, Pablo Marcos Álvarez fue sometido a una operación en la que le extirparon un melanoma de seis milímetros. "Nos dijeron que estaba todo limpio menos una micrometástasis en un ganglio de la axila", explica la madre. "Nos fuimos a vivir con él a Avilés y parecía que todo iba bien hasta que apareció otra micrometástasis. Era en el hígado pero era muy pequeña, como la cabeza de un alfiler", explica Pilar. Al joven le dijeron que tendría que someterse a un ciclo de quimioterapia y él decía que le daba igual "si le daban unes chiscadines". Al final esa quimio se convirtió en otra operación para retirar esa "cabecina de alfiler del hígado".

Todo salió bien y "Pablo estuvo tres meses de maravilla". De diciembre de 2017 a febrero de 2018 todo fue bien. La familia celebró una consulta con la oncóloga que llevaba el caso y, según Pilar, les dijo que no hacía falta esa quimio de la que les había hablado el cirujano. "Nos dijo que tan solo era necesaria vigilancia y nos dio cita para el 15 de abril. Pablo murió diez días antes de esa consulta".

Una semana de vida

Tras la operación en el hígado empezaron los dolores de espalda y las náuseas. La madre recuerda que en atención primaria le diagnosticaron ansiedad y una contractura, "así que fuimos al fisio y al psicólogo". La situación no mejoraba. En marzo de 2018 la familia acudió al HUCA. "Nos recetaron analgésicos", recuerda la madre. Era un lunes. El viernes regresaron al servicio de urgencias, "le pusieron morfina y nos dijeron que tenía que quedarse ingresado". La mujer tiene grabadas en la memoria las palabras de su hijo: "Mamá, que no me saquen de aquí hasta que esté bien". Pasó el fin de semana y la primera conversación de Pilar Álvarez con el médico que trataba a Pablo fue demoledora: "A su hijo le queda una semana de vida, tiene afectados los huesos y la cabeza". Pilar le pidió al médico "que no le dijese nada a Pablo. Duró dos semanas y cuatro días, estaba hasta arriba de morfina".

Pablo Marcos Álvarez "tenía unas ganas enormes de vivir". Por eso, su madre le protegió hasta el final. "No sé si hice bien o mal, pero no quise que supiese que se moría". Pilar no dejó que hubiese despedidas, así su hijo no sabría que se iba. A las diez de la mañana le sedaron, murió a las diez de la noche. Pilar Álvarez aún contiene el llanto. Han pasado seis años. "Quedé traumatizada", dice. El matrimonio está a tratamiento psicológico y psiquiátrico. La mujer lo repite una y otra vez, "hay que protegerse del sol, hay que cuidarse".

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