La térmica de La Pereda, 30 años abonada a las protestas de vecinos y ecologistas

La transformación de la central de Hunosa para que queme biomasa y residuos reaviva las quejas sobre los daños ambientales de la actividad que ya se registraron cuando el equipamiento se inauguró, en 1994

Protestas contra la térmica de La Pereda en el año 2011.

Protestas contra la térmica de La Pereda en el año 2011. / LNE

El trascendente y polémico proceso de transformación en que está inmersa la térmica de La Pereda han diluido una efeméride de relevancia. La central de Hunosa celebró en marzo su trigésimo cumpleaños. Tres décadas de actividad marcadas por una complicada relación con los pueblos del entorno, los que vertebran la zona norte del concejo de Mieres. Desde el primer día hubo reticencias al proyecto por su impacto sobre el medio ambiente. Los recelos ecologistas han ido acompasados con corrientes que siempre han desconfiado de la rentabilidad real de un equipamiento que, en estos momentos, Hunosa considera estratégico y clave para su futuro, ya que la venta de electricidad de la central ha sido durante los últimos años la principal fuente de ingresos de la compañía estatal minera.

Con la central parada desde hace más de año y medio debido a que –hasta hace unas semanas– no contaba con un almacenamiento para las cenizas que se generan durante la combustión, Hunosa tiene previsto que la obra para transformar las instalaciones en una planta que utilice biomasa (en parte, la recogida en 3.000 hectáreas de monte de su propiedad) y combustible sólido recuperado (CSR, elaborado a partir de residuos) comience a finales de este mismo año. La planificación, sustentada en un proyecto de 38 millones de euros, conlleva un año de trabajos y, posteriormente, dos o tres meses de pruebas. El almanaque apunta por tanto a que la modificada térmica entraría en funcionamiento a principios de 2026.

Reciente asamblea vecinal convocada contra el proceso de transformación de la térmica.

Reciente asamblea vecinal convocada contra el proceso de transformación de la térmica. / david m

Hunosa sostiene de manera tajante que la central, una vez modificada, contaminará sensiblemente menos que la actual. Remarca que solo se quemará un 10 por ciento de CSR. Un 10 por ciento de CSR significa en términos materiales unas 42.000 toneladas anuales de residuos. El problema es que ha surgido un frente social muy activo a la hora de oponerse a la utilización, mucha o poca, de CSR. El proceso judicial abierto contra la transformación de la térmica de La Pereda ya no tiene marcha atrás. Una vez que el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA) ha admitido a trámite el recurso contencioso-administrativo presentado por el «Conceyu contra la Incineración de Asturies», el colectivo ya tiene prácticamente cubiertos los costes, valorados en 10.000 euros, que calculan se generarán a lo largo del contencioso.

En realidad, la alta tensión en torno a la térmica de la Pereda no es nada nuevo. A principios de la década de los noventa, cuando la central tomó forma, se activó también un rechazo ecologista y vecinal que, al final, se diluyó casi por su propio peso, algo que Hunosa confía en que vuelva suceder.

Vecinos y portavoces polñiticos, ante la térmica de La Pereda, en una imagen de archivo.

Vecinos y portavoces polñiticos, ante la térmica de La Pereda, en una imagen de archivo. / LNE

Las alegaciones presentadas contra el proyecto original de la térmica, hace 30 años, arrancaban con un planteamiento muy similar al actual: “Las centrales térmicas constituyen en el Principado de Asturias la fuente más importante de emisión de contaminantes a la atmosfera, tanto por el número de instalaciones como por la potencia de las mismas”. Así comenzaba el largo pliego de descargos que se trasladó tanto a la administración autonómica como a la central para intentar frenar la construcción de la térmica. En el marco de las alegaciones se subrayaba que los avances tecnológicos de la época impedían controlar debidamente la emisión de gases como el dióximo de azufre. Al tiempo, se subrayó que las citadas emisiones podrían agravar la alta concentración de enfermedades respiratorias como la silocosis que soportaba el territorio debido a la actividad minera, ya por entonces en imparable declive.

Podría decirse que el frente ciudadano que intentó evitar el proyecto de la central de Hunosa fue tan aguerrido como endeble. Las alegaciones fueron firmadas por apenas un puñado de vecinos, pese a que se intentó armar una vanguardia amplia. Resulta llamativo que solo 15 vecinos de Cardeo (2), La Pereda (7) y Ablaña (6) se sumaran a la queja. Fueron los habitantes de Baiña, con 23 adhesiones a las alegaciones, quienes más involucrados se mostraron con el movimiento. Se podría decir que la resistencia fue ruidosa, pero poco numerosa.

Los invernaderos

El rechazo a la construcción de la térmica en Mieres fue de la mano de los recelos que generó otra iniciativa que se vinculó al proyecto. Se trataba del desarrollo de una red de invernaderos aglutinados en una empresa (Hortoplasa) participada en un 32,5 por ciento por Hunosa. La iniciativa encontró la oposición de los pequeños agricultores asturianos , que llegaron a organizar una marcha de protesta entre Oviedo y Mieres. Hortoplasa terminó germinando, aunque se marchitó pronto.  

La térmica de La Pereda se inauguró en marzo de 1994 defendiendo que su actividad no perjudicaría la salud de los habitantes de los pueblos del entono. Un año después de la activación, el centro de salud de Mieres hizo público un informe que apuntaba que no se habían detectado cambios significativos en la evolución de las dolencias respiratorias entre la población local. En cuanto al balance empresarial, en su primer año la central produjo un 15 por ciento más de lo previsto inicialmente. Si quiere verse como un éxito, al menos debería matizarse. Y es que Hunosa hizo públicas unas pérdidas de 836 millones de las pesetas de las de entonces. Nada disparatado, ya que la previsión en origen era un desfase negativo de 1.646 millones. La construcción de la central había costado 18.000 millones de pesetas (más de 100 millones de los actuales euros), de los que unos 5.000 fueron financiados por ayudas comunitarias y por organismos de investigación de ámbito nacional. Se generaron 40 puestos de trabajo. Los ecologistas siguen sosteniendo que el “coste” económico y ambiental en ningún caso a compensado los beneficios laborales generados.

Las dudas sobre la rentabilidad de la térmica hicieron que la Agencia Industrial del Estado (AIE) y Hunosa estudiaran su venta unos años después de su construcción. Se solicitó un estudio independiente para que valorará el posible precio de la instalación en el mercado. El resultado fue decepcionante, ya que los peritos lo cifraron en unos 6.000 millones de pesetas, Solo se recuperaría un tercio de la inversión. Al final la operación se paralizó. 

Como ahora, ecologistas (Esbardu y ANA) y vecinos intentaron hace 30 años frenar el desarrollo de la térmica. El frente contó con la ayuda desinteresada del abogado Roberto Roces. Un gesto que fue entonces fue muy agradecido. El objetivo, apoyado por IU, hoy en el gobierno de Mieres, era iniciar un contencioso judicial para forzar a Hunosa a parar los trabajos de construcción de la central. Finalmente los críticos desistieron al enfrentarse a una posible indemnización por daños y perjuicios que, según aseguraron entonces, podría alcanzar los 5.000 millones de pesetas (30 millones de euros). 

Como hace 30 años, la térmica vuelve a estar en el centro e la polémica. La plataforma surgida en Mieres contra la quema de CSR en La Pereda aglutina a gran parte del movimiento asociativo del municipio. «Nos encontramos frente a una situación crítica que amenaza nuestro entorno y la salud de quienes habitan en Asturias», señalan los responsables del colectivo. Insisten en que el proyecto «representa un grave riesgo para nuestro querido paraíso natural y para la salud de la comunidad». La incineración de combustible CSR en Mieres generará, según sostienen, «contaminación ambiental en un amplio radio de kilómetros, emitiendo sustancias altamente tóxicas como dioxinas, furanos y metales pesados». 

La empresa pública Hunosa y los sindicatos SOMA-FITAG-UGT y CC OO de Industria defienden por su parte este proyecto, diseñado para la transformación de la térmica de La Pereda en central de biomasa, que quemará «un 90% de esta biomasa forestal, y un 10%, como máximo, de combustible sólido recuperado». Unos y otros niegan que La Pereda vaya a ser «un paso previo a una planta de incineración de residuos», y subrayan que será «más respetuosa» con «el medio ambiente y la salud».

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