Tribuna

Las andanzas de "El Bárgana"

El intento de plante de los médicos de Laviana para no asistir a los vecinos de Villoria y Tolivia

Pedro Rodríguez Cortés

Pedro Rodríguez Cortés

Aunque es un tema que debería estar reservado a mi amigo Albino Suárez, lo voy abordar y facilitar algunos datos inéditos del "asalta caminos". La fama adquirida en poco tiempo por las tropelías y atracos de un vecino de La Bárgana (Laviana), Benjamín García, "El Bárgana", en los años 1926-1927 causaron una oleada de temor y miedo en la comarca de Tolivia. Las andanzas del bandido habían atemorizado al vecindario que veían "bárganas" por todas partes y al anochecer, los vecinos se retiraban a sus casas imponiéndose una especie de toque de queda. Había vecinos que a las seis o siete de la tarde echaban los cerrojos en sus casas. Incluso estuvo a punto de plasmarse un plante de los médicos de Laviana, de negarse a asistir a los vecinos de Villoria y Tolivia. El motivo que dio origen al intento de plante fue el atraco perpetrado por el Bárgana y un acompañante al médico de Laviana, Gustavo Álvarez Canga, a las tres de la tarde del 6 de noviembre de 1927 en las proximidades de San Pedro de Villoria. De la modestia del bandido llama la atención su "modus operandi", al limitar sus acciones casi exclusivamente a la zona de Tolivia-Villoria, salvo excepciones de alguna incursión a Aller y San Martín del Rey Aurelio y sobre todo el asalto al cajero de la mina Bufarrera en Covadonga, que le dio fama regional. Un fiasco que se saldó con la muerte del cajero al que no se le sustrajo cantidad alguna y sólo 25 pesetas y el reloj que portaba al otro empleado. Recientemente se editó un libro de César Alcalá sobre la historia del bandolerismo en España, en el que se cita al Bárgana y un hecho que desconocíamos: el desvalijamiento de 13 peregrinos que se dirigían al santuario de la Virgen del Camino (León).

El corresponsal en Laviana firmando como el "El Solitario de Tiraña", del diario gijonés "El Noroeste" en una crónica de un atraco del Bárgana de fecha 9 de noviembre de 1927, le comparaba al "Vivillo", en alusión al famoso bandolero andaluz de la época. Esta comparación no le gustó al Bárgana, hasta el punto que días después, le dirigió una carta al corresponsal del periódico rechazando el apodo que le atribuía y criticando las informaciones sobre sus atracos.

Los principios delictivos de el Bárgana fueron muy modestos y estaban relacionados con pequeños hurtos de las cabañas llevándose pan, boroña o leche. Pronto adquirió fama en todo el valle de Tolivia, al tiempo que crecían sus desmanes con robos de cierta importancia y asaltos con escopeta. Casi todos los atracos perpetrados por él bandido se hacían de forma indiscriminada, sin entrar a valorar la capacidad económica de los asaltados, en su mayoría gente trabajadora del campo o la mina, personas carentes de patrimonio y que se saldaban con unas docenas de pesetas.

Hay que matizar que a pesar de su abuso de escopeta y revolver, la ausencia de delitos de sangre excepto el de Covadonga. Le acompañó en sus correrías un vecino de Oviedo de 16 años, Juan de la Fuente, un adolescente de pocas luces, socio forzado por la intimidación de su jefe y que años después tendría protagonismo en la revolución de 1934. Otro acompañante del Bárgana era Manuel Alonso, vecino de La Cuesta y minero en el Sotón, aunque la colaboración de éste se limitó a los meses de octubre y noviembre de 1927 exclusivamente en la zona de Tolivia, según la declaración judicial de De la Fuente.

El final del Bárgana fue trágico. A principios del mes de diciembre de 1927 se le había visto cruzar por La Hueria de Santa Bárbara con cierta dificultad para caminar, como si estuviese herido, dirigiéndose probablemente a la casa de su tío y padrino Manuel González, en La Raposa, un pequeño caserío en las cercanías de Blimea, precisamente donde había nacido el bandido. Un chivatazo sobre su presencia permitió rodear la casa del citado tío por la Guardia Civil. Ante la desesperada situación del cerco decidió suicidarse, primero intentando ahorcarse y posteriormente seccionándose la yugular con un tremendo tajazo de navaja.

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