Opinión | Tribuna

El centenario del Ateneo Popular de Langreo (I)

El nacimiento de una institución cultural que concitó el interés de ciudadanos de todas las capas sociales

Fue el último jueves de julio de 1924 cuando el Ateneo Popular de Langreo se presentó en público. Lo hizo con solemnidad y en medio de una gran curiosidad ciudadana. Muchísimos samenses de todas las capas sociales se fueron involucrando en aquel proyecto, cuyo faro estaba en Gijón desde donde irradió la luz y el revulsivo de su ejemplaridad.

Julián G. Muñiz. | Archivo F. Santiago

Julián G. Muñiz. | Archivo F. Santiago / julio-josé rodríguez

La idea de fundar un ateneo en Sama comenzó a fraguarse en torno a los meses de marzo y abril de 1923. Miguel de Unamuno había viajado a Gijón, invitado por el Ateneo Obrero, para dictar varias conferencias. Desde la sociedad La Montera, directivos y algunos socios sintieron la necesidad de que Unamuno hablase en Sama. Francisco López García-Jove, a la sazón presidente, aceptó la propuesta de dos de sus compañeros de directiva, Julián García Muñiz y Jesús Torre, de viajar a la villa de Jovellanos para gestionar la posibilidad de que el vicerrector de la universidad salmantina viniera a La Montera.

Aurelio Delbrouck. | Archivo de Aurelio José Delbrouck

Aurelio Delbrouck. | Archivo de Aurelio José Delbrouck / julio-josé rodríguez

Se entrevistaron previamente con José María Gutiérrez Barreal, presidente del Ateneo Obrero y le expusieron los motivos de su visita. Unamuno era sabio, polémico y reconocido por su poder de "agitador de conciencias". Los representantes monteristas lograron su aceptación. De este encuentro el diario "La Prensa" informó el día 21.

El éxito alcanzado en la gestión y la buena relación surgida con los miembros del Ateneo Obrero, se tradujo en una invitación a su presidente a venir a Sama. Gutiérrez Barreal, dieciséis días después, habló en La Montera sobre "El delito bajo el punto de vista médico".

Esta buena relación quedaba reforzada por la amistad que el abogado samense José Loredo Aparicio mantenía con los ateneístas gijoneses motivó que surgiese la posibilidad de crear en Sama un Ateneo. Esta idea podría resultar favorecida por las magníficas relaciones que Aurelio Delbrouck tenía con profesores de la Universidad de Oviedo, en especial con el hijo de Clarín, el catedrático Leopoldo Alas Argüelles. La idea de contar en Sama con un ateneo y una biblioteca circulante se fue perfilando con el paso de los meses y cuando ya las piezas habían encajado en el tablero táctico, entonces se elaboró una nota para su difusión en los periódicos.

El 23 de abril de 1924, miércoles, la prensa regional publicó la primera noticia sobre lo que hasta entonces había sido trabajo teórico de conversaciones a varias bandas, que duraron quince meses. En el comunicado los langreanos pudieron leer: "Por unos cuantos señores, entusiastas de la cultura, se están realizando los trabajos preliminares para fundar aquí un ateneo popular y una biblioteca circulante, parecidos a los que funcionan en Gijón y otras poblaciones de España". El proyecto se enfrentaba así a la empinada cuesta de la dura realidad y los valientes encararon el desafío de las dificultades del día a día sin sucumbir.

Un mes después se publicó una circular en la que se pedía a todos los langreanos "que colaboren en la tarea propuesta y contribuyan, suscribiéndose, ya como socios protectores, ya como socios de número, al sostenimiento de estas instituciones; y como han de tener, ante todo, carácter popular, aspiramos a establecer una cuota mensual moderada, que no exceda de una peseta para los socios de número" … "Si merecemos la alentadora cooperación del pueblo, el auxilio de todas las clases sociales, citaremos en breve a todos los adheridos, que, reuniéndose en asamblea general, en un teatro de esta villa, habrán de constituir definitivamente el Ateneo y la Biblioteca Circulante, eligiendo las juntas directivas".

La circular iba firmada por personas de reconocido prestigio personal y profesional en sus respectivos ámbitos, encabezando la nómina del comité: Aurelio Delbrouck, Julián García Muñiz, Mario A. Campa, Eduardo Cadórniga Redondo, Valentín Ochoa, Lázaro García, Marcelino Iglesias, Antonio Salvadores, Manuel A. Marina, Arturo Mata, Gervasio Ramos, Augusto Álvarez, Adolfo G. Sampedro, Domingo Alonso y Ricardo Novoa. Un selecto muestrario de diferentes clases sociales e ideologías empeñadas en hacer que la cultura estuviera al alcance de todos, en especial del mundo obrero.

La iniciativa tomaba cuerpo. En un nuevo comunicado publicado el 7 de julio, se dio cuenta de que "un número considerable de obreros ha acudido a engrosar las listas de los adheridos", con lo que se cumplía un objetivo primordial. Se informó que, tras reunirse con el alcalde, Gil Rodríguez Sánchez, este cedió provisionalmente un local en el nuevo edificio de la Casa de Socorro, en plena calle Dorado. La noticia finalizaba con otra novedad: "Para el local social definitivo se hacen gestiones con la sociedad La Montera, que ofreció a esta nueva institución cultural su decidido apoyo".

Días después, se convocó junta general para someter al criterio de los socios los estatutos, que ya estaban ultimados, dejando claro que estos podrían ser aprobados independientemente del número de socios que acudieran al acto para adelantar la tramitación con el gobernador que debía ratificarlos. El paso siguiente sería proceder a la elección tanto de la junta directiva del Ateneo como de la Biblioteca, lo que tuvo lugar el jueves 10 de julio, en el teatro Vital Aza. Los socios aprobaron las normas por las que se regirán ambas instituciones.

El primer acto oficial del Ateneo Popular de Langreo se celebró en el salón principal de La Montera. Fue el 24 de julio de 1924, día en que comenzaban las fiestas de Santiago. El público abarrotó el imponente salón. Los periódicos destacaron que allí estaban todas las clases sociales, desde las más encopetadas a las más humildes.

El alcalde, Gil Rodríguez Sánchez y los presidentes de La Montera, Julio Ortiz de la Torre, y el de la Sociedad de Festejos de Santiago, Joaquín Soldevilla Gómez, cerraron filas en torno al Ateneo Popular bajo la "auctoritas" de Aurelio Delbrouck García-Ciaño.

El amplio y noble salón principal de La Montera resultó un marco digno para el gran acontecimiento protagonizado por la Cultura. En la tribuna presidencial, los encargados de intervenir en el acto: el periodista, escritor y representante del Ateneo Obrero de Gijón José Díaz Fernández; el escritor y abogado samense, socio y valedor del naciente Ateneo José Loredo Aparicio y el catedrático de Derecho de la Universidad de Oviedo Leopoldo Alas Argüelles, encargado de pronunciar la lección inaugural, acompañaban a un emocionado Aurelio Delbrouck, quien en su calidad de presidente del comité promotor del Ateneo Popular de Langreo fue el encargado de dar la palabra a los oradores.

El primero en intervenir fue el propio Delbrouck, que leyó unas cuartillas en las que se refirió a las ilusiones puestas por cuantos creían firmemente en lo importante que iba a ser el Ateneo para las clases trabajadoras.

Seguidamente, se dio la palabra al periodista y representante del Ateneo gijonés, que ofreció "todo el apoyo espiritual del centro que en aquel acto representaba". Loredo Aparicio intervino seguidamente expresando "su enorgullecimiento por el hecho de que en su pueblo natal se inaugurara un ateneo y biblioteca circulante porque, a su juicio, es la cultura la que salva a los pueblos, haciendo ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes".

Finalmente, intervino Alas Argüelles, que "empezó recomendando a los iniciadores que piensen en que la obra que realizan es la más útil, la más necesario y la más santa, porque el problema fundamental de España es hoy de cultura, como en tiempos de Costa". Siguió hablando sobre el significado de dos palabras: "cultura" y "libertad". De la primera subrayó "que es el cultivo integral del espíritu. Y después de ejemplos curiosísimos, llega a la conclusión de que "solo la cultura puede hacer libres a los hombres". De la segunda señaló: "(la libertad) consiste en ser dignos, en tener opinión propia y no pensar por cuenta de los demás".

El periodista que glosó el acto destacó como final que "Cree que el pueblo debe cambiar de hacer política, no en el bajo y mezquino sentido en que algunos la sienten, sino en cuanto contribuye al buen gobierno de los pueblos y progreso de estos"… "Tanto el señor Alas como los demás oradores que le precedieron fueron muy aplaudidos. Y en medio del mayor entusiasmo se levantó la sesión, cuyo recuerdo quedará grabado en el ánimo de todos, y que tanto habla en favor de la cultura y afán por el mejoramiento espiritual de un pueblo", escribió.

Una semana después, el 1 de agosto de 1924, se celebró la anunciada convocatoria para la elección de los directivos. De las quince personas que integraron el comité promotor, fueron ratificados Aurelio Delbrouck, Julián G. Muñiz, Mario A. Campa, Marcelino Iglesias y Manuel Á. Marina para el Ateneo y Eduardo Cadórniga Redondo, Arturo G. Mata y Augusto Álvarez Rodríguez, para la Biblioteca.

Las donaciones de libros durante agosto y septiembre fueron numerosas. Los directivos fueron los primeros en dar ejemplo. Antes de finalizar agosto se abrió el gabinete de lectura con diarios y revistas regionales y nacionales que, provisionalmente, podían leer los socios entre las seis de la tarde y las nueve de la noche, horario en el que también estaban operativos los servicios de recepción de donativos y admisión de socios.

A mediados de octubre se anunció que quedaba abierto el plazo de matrícula para el curso cuyo inicio estaba fijado para el 2 de noviembre Las asignaturas eran Gramática castellana, Lengua francesa, Geografía, Aritmética, Geometría, Dibujo, Cálculos mercantiles, Teneduría de libros, Mecanografía y Taquigrafía.

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