Opinión | Velando el fuego

Final abierto

Las consecuencias de la baja natalidad y posibles soluciones

En el cine o en la literatura cada cual puede mostrar sus preferencias por los finales abiertos o cerrados. Por ello, hay quienes apuestan por el enigmático final de "2001: Una odisea en el espacio", antes que por películas como "El Rey León", en donde la última escena es igual que la inicial, solo que con una nueva generación en ascenso, cerrándose así, literalmente, el círculo de la vida.

A ese cerrar o no el círculo de la vida se refiere, precisamente, uno de los problemas más importantes que existen hoy en las pantallas reales: el descenso de la natalidad. En España, la tasa de fecundidad es una de las más bajas del mundo: 1,23 hijos por mujer, lo que en buena medida condiciona el envejecimiento demográfico y también el tamaño de la futura población económicamente activa. No hace falta arrugar muchos los ojos para darse cuenta de que la persistencia de un nivel tan bajo de fecundidad, en una población cada vez más longeva, supone un reto muy importante para la sostenibilidad del Estado de bienestar. Así que ya no cabe otra opción que apostar por un final abierto que vaya corrigiendo, con el mejor tino posible, las consecuencias de esta baja natalidad.

Si bien es cierto que muchas veces el guión de una película aparece perfectamente delimitado: encabezados, personajes, descripciones y diálogos, su dificultad reside después en saber ordenar las piezas para que vayan encajando con el resultado final que se pretende, pues no es lo mismo, pongo por caso, priorizar un escenario antes que otro o elegir el momento adecuado para iluminar una escena. Y de esto trata, por cierto, el guión de la natalidad: de saber encontrar tanto las razones y consecuencias de ese descenso como de acertar con la medicina más apropiada para curar esa hemorragia (a modo de ejemplo, la caída de la natalidad en China es la más baja desde 1949).

En todo caso, como una buena película que se precie, hay que partir de un hecho irrefutable: no existen soluciones taumatúrgicas, lo que nos lleva a concluir que el desarrollo de la historia precisará de variados y múltiples encadenamientos de escenas hasta conseguir por fin el objetivo pretendido.

Seguro que cada uno de nosotros pondría sobre el tapete algunas recomendaciones que, a su juicio, serían las más convenientes para paliar el problema. Existen abundantes estudios y ensayos sobre el particular, y por referirme a alguno de ellos, sirva como muestra el "Estudio sobre la Economía Española-2021/04", en el apartado de "Cómo mejorar la natalidad en España" (Teresa Castro Martín; Teresa Martín-García; Julia Cordero y Marta Seis), donde se desgranan algunas recetas para sazonar mejor la salsa natalicia. Así, una mejora en el acceso, estabilidad y calidad del empleo entre los adultos jóvenes; la reducción de dificultades para compaginar responsabilidades familiares y laborales, evitando centrar el debate de la conciliación en las mujeres y fomentando mecanismos que faciliten la incorporación de los hombres al cuidado; la organización de un sistema más flexible del tiempo de trabajo… Y sin olvidar la importancia de las políticas públicas para redistribuir de forma más equitativa los costes asociados a la crianza: por ejemplo, garantizando el acceso universal a escuelas infantiles de calidad y minimizando la inseguridad económica de muchas familias con hijos.

En todo caso, nos encontramos ante un guión abierto. Pues si bien es cierto que la decisión de tener hijos se toma a nivel individual o de pareja, no es menos verdad que, a fin de cuentas, la última escena apunta a una inversión de futuro y, por tanto, a una verdadera apuesta por el bienestar social.

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