Un nudo de sangre en la cabeza

Moisés Mori profundiza en "Doble Autorretrato Mundo" en la vía de la autobiografía, inserta en una voz que examina hasta la extenuación la obra literaria de dos suicidas

Moisés Mori.

Moisés Mori. / Ilustración de Pablo García

Ricardo Menéndez Salmón

Ricardo Menéndez Salmón

En "Del inconveniente de haber nacido", Emil Cioran, el más contumaz y angustiado de los existencialistas del pasado siglo, expresó con su inigualable talento para el aforismo la relación que se verifica entre la escritura y la muerte voluntaria: "Un libro es un suicidio diferido". Aunque la intuición del filósofo rumano vertebra y bien podría servir como lema a "Doble Autorretrato Mundo", la nueva y fascinante entrega del proyecto literario de Moisés Mori, habrá que esperar a la página 590 del libro para que esta almendra conceptual se exprese con plena rotundidad y con exquisita firmeza. Escribe Mori a tal efecto: "El suicidio […] es indisociable de la escritura. Pues justamente en la escritura se expresan a su modo las dolencias insuperables y cobra cuerpo la propia figura ante uno mismo y en el célebre espejo de la realidad social". Así pues: suicidio; así pues: escritura; así pues: dolencia, figura, espejo. Se dan cita en este fragmento las palabras fundamentales de una pesquisa por momentos desoladora y junto a ellas se perfila la zona cero de un texto monumental y exigente, que desde ahora reclama su lugar junto a las obras mayores de Mori hasta la fecha: "Estampas rusas", "Escenas de la vida de Annie Ernaux" y "Stendher en Santandal".

Un resumen aseado y pedagógico se contentaría con sugerir que "Doble Autorretrato Mundo" procede a una lectura tan sistemática como exhaustiva de la obra de dos escritores suicidas, el francés Édouard Levé (1965-2007, muerto por ahorcamiento) y el peruano José María Arguedas (1911-1969, muerto por arma de fuego), autores alejados entre sí por la perspectiva histórica, por la lengua de trabajo, por el clima estético, por el marco conceptual, por los intereses personales y por la plasmación literaria de sus obsesiones. Pero con Mori a los mandos las cosas resultan siempre más complejas, poseen muchos otros pliegues, roturan y fecundan campos en ocasiones inadvertidos, y "Doble Autorretrato Mundo" se convierte no sólo en una investigación en torno a dos autores que "levantaron la mano" contra sí mismos, por usar la expresión acuñada por Jean Améry, sino que se impone como una larguísima redacción destinada a profundizar en una decisión presente cada vez con más nitidez en la peripecia del escritor asturiano, donde hace tiempo que se insinúa la vía de una constelación narrativa gozosamente ficcional, la voluntad por añadir al relato de la escritura ajena la evidencia de la existencia propia, una sospecha que nació de forma pudorosa ("Escenas de la vida de Annie Ernaux"), se tornó pronto explícita ("César Aira y la silla de Gaspard") y, en fecha tan reciente como 2021, acabó por convertirse en imparable ("Stendher en Santandal").

Este narrador que dice "yo" constantemente, y que libera textos de muy diversa atmósfera y calado (descripciones de lo cotidiano, añoranzas arcádicas, poemas de una voz que se frustró, una genealogía proustiana de lugares, afectos, sabores, paisajes y gentes), inserta los recuerdos de una vida dolorosa en sus fracturas, que obliga a pensar en un cristal roto, y que se mueve entre 1966 (el narrador se reclama en cierto momento "hijo del 68") y un apéndice fechado por su hija en 2026. La introducción de esta plausible autobiografía en el seno de esa otra voz profesoral que examina hasta la extenuación la obra de dos autores que decidieron acabar con sus vidas genera una rara, magnífica sensación de desajuste. Pasamos así de páginas de singular agudeza en torno a los mensajes presentes en la obra de Levé (la cultura pop, la vida parisina, la pasión por el viaje, el desorden sexual, los conflictos de clase y edípico) y Arguedas (el mundo indigenista, la relación con la literatura del boom, la encrucijada peruana entre tradición y progreso, el socialismo latinoamericano, la inevitabilidad del fracaso amoroso) a otras donde la literatura encarna en epifanías que sólo un poema perfecto podrían fijar: "pienso mucho en la lavadora / la goma gotea en una tarde de inocencia / y aburrimiento / son las cosas de los moribundos / estás tumbado un día / leyendo los deportes / y se te hace un nudo de sangre en la cabeza / cualquier chapuza –es verdad– / te saca luego a flote/ bueno / también en el microondas pienso a veces".

El libro se lee en un estado permanente de asombro

Escribir, pues, para no matarse. Y a la vez escribir para dejar constancia de que, en ocasiones, no matarse resulta imposible. La escritura como carta a una posteridad que se rechaza de forma voluntaria y consciente. La escritura como recordatorio de que la puerta de salida permanece siempre abierta. Elogio de una estirpe, la de quienes aceptan que la literatura consiste en "entrar en uno mismo armado hasta los dientes, en hacerse a uno mismo la visita del casero" (Valéry en "Monsieur Teste"), "Doble Autorretrato Mundo" se lee como un inmenso esfuerzo por decantar en palabras el enigma que constituye cualquier vida. Porque al final, agotado el esfuerzo hermenéutico, satisfecho el vaciado textual, completado el análisis psicológico, lo que queda es un aullido fijado en palabras: "La vida se me propone / El nombre se me transmite / El cuerpo se me impone", escribe Levé en "Suicidio". Y ahí, ante ese grito congelado que es la escritura, las eternas preguntas que nos concedemos en las noches de insomnio, o en la tristeza de las mañanas sin objeto, o en las prosaicas certidumbres que nos asisten en la cola del pan, vuelven para abrazarnos con su rigor jansenista: ¿Cómo podemos vivir? ¿Qué sentido tiene lo que hacemos? ¿En qué momento nuestra existencia descarriló sin remedio? A ese aullido, a ese grito, Mori responde con un libro que se lee en un estado permanente de asombro. Un asombro sostenido durante ochocientas páginas, como una operación a corazón abierto que durara días en vez de horas, y que nos entrega, en su ardiente y formidable audacia, la dimensión oracular de la literatura: "Giran las estrellas por encima de los árboles, corre la sangre en la piedra del molino, no somos sino corazones desnudos, insectos desesperados, marañas de despojos, dioses inocentes y perversos, crías envenenadas con leche ácida. Nada importa el arco o la lanza del padre, el viento sur en las ventanas, el fuego de los volcanes, las pinturas en la roca; ni las madres amantes, la filosofía existencialista, la regla de tres, el origen del mundo; nada importan la muerte y unas flores amarillas sobre la tumba negra. Sólo importa la ley, adorar al dios de Durkheim para sufrir algo menos, cerrar los ojos".

DobleAutorretratoMundo 400

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Doble Autorretrato Mundo

Moisés Mori

KRK, 798 páginas, 34,95 euros

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