Tenis

Por tierra, cemento y hierba, Carlos Alcaraz: el más joven en ganar en tres superficies tras conquistar Roland Garros

El murciano se impone en un agónico encuentro a Zverev, hereda el trono de Nadal y se convierte, con solo 21 años, un mes y cuatro días, en el tenista más precoz de la historia en ganar al menos un Grand Slam en tres superficies distintas

Carlos Alcaraz gana Roland Garros.

Carlos Alcaraz gana Roland Garros. / EFE

Daniel Gómez Alonso

Desde bien pequeño, Carlos Alcaraz sabía lo que quería. Que no eran "sueños", como le preguntaron aquella tarde de junio de 2015 en la que conoció París mientras veía, importancia a lo importante, los partidos de Roland Garros en las pantallas gigantes instaladas en los jardines de la torre Eiffel. Que en su caso era el deseo de alguien que con solo 12 años tenía claro cuál era su futuro, a pesar de su juventud. Y también, ya de paso, un aviso a navegantes de lo que se venía.

 “Mi torneo preferido es Roland Garros, quiero ganar allí y en Wimbledon”, dijo entonces Alcaraz, que de niño "salía del colegio e iba corriendo a casa para enchufar la tele y verlo". Pues dicho y hecho, apenas 11 años después. De un plumazo, Londres y París son territorios ya conquistados por el murciano. Disfruta ganando, y sufriendo, Alcaraz, y lo lamenta al otro lado de la red un combativo Alexander Zverev, uno de esos proyectos de megaestrella que ha encallado, cercenado primero por el 'Big Three' y luego, cuando parecía que por fin llegaba su momento, por la irrupción fulgurante de un Alcaraz al que ahora se ha sumado Jannik Sinner, recientemente encumbrado como número uno.

Como tantas veces hizo con sus rivales Rafa Nadal, su referente, remonta y lo fulmina en cinco sets Alcaraz (6-3, 2-6, 7-5, 6-1 y 6-2, en cuatro horas y 20 minutos), uno de esos elegidos que no conoce de riendas cuando fluye su tenis. Un potro salvaje al que ni su antebrazo derecho, renqueante casi todo el año, ni la inactividad que le frenó durante toda la gira de tierra (solo tres partidos antes de Roland Garros) le han pesado al llegar a París, donde desboca todo su repertorio, alcanzando el climax en la final.

El quinto set, territorio Alcaraz

Enseña el murciano lo mejor, muchísimo, y también lo que aún tiene que mejorar. Transparente, así es Alcaraz, una montaña rusa física y también mental que hace que el jugador de un set no se parezca en nada al del siguiente. Quizás es eso, y no otro motivo, lo único que le separa de tiranizar el circuito. Lo único que, por ahora, deja alguna esperanza a sus rivales cuando se cruza en su camino.

Flota como un peso pluma, pega como un peso pesado cuando está bien, como en el primer set en el que arrolla al gigantón alemán. Se desconecta poco después y regala el segundo y el tercero, pero nadie de los presentes en la Philippe Chatrier ni de los que lo ven por la tele se atreven a dudar ni por un segundo de que volverá. Y lo hace. Como si estuviera jugueteando con su rival, como si quisiera ilusionarlo para después despojarle de lo que más desea, regresa para morder y esta vez sí, no suelta a su presa.

Desbocado y fuído por tramos, pero por momentos también reposado, sin grietas mentales cuando aprieta el alemán y se pone por delante. Resetea Alcaraz, como también hizo ante Sinner, variando con el revés, pero también con la derecha, que por fin vuela como ha sido habitual toda su carrera. Fluctúa entre el bien y el mal, entre el virtuosismo y los fallos garrafales, hasta que, aunque pueda sonar contradictorio, alcanza la estabilidad en el momento que todos los demás tiemblan.

Asoma en el horizonte el quinto set, el territorio al que arrastra irremediablemente Alcaraz a Zverev, que aunque todavía no lo sabe ya ha perdido. Ahí se agarra y pese a mostrarse tocado en lo físico, con un muslo derecho que le da un susto, levanta hasta cinco bolas de 'break'.

Y remacha, alargando una racha que no tiene precedentes en el tenis: el murciano ha ganado 11 de los 12 partidos de cinco sets que ha jugado. Djokovic, Sinner, Tsitsipas o Cilic eran algunas de sus víctimas, a las que ahora se une el alemán. Un 91% de efectividad, un porcentaje muy por encima (es cierto que con menos partidos) de cualquier leyenda del tenis que le lleva directo a la victoria en París.

Otro récord de precocidad

Tres finales de Grand Slam, tres victorias. A la primera, como ya pasó en Nueva York y en Londres, muerde metal en París. Infalible en las grandes citas, París le alumbra con solo 21 años, un mes y cuatro días como el más joven de la historia en ganar grandes torneos en las tres superficies (tierra, cemento y hierba). Otro registro de precocidad a la buchaca, casi a la altura de la vez en la que convirtió en el número uno más precoz de la historia, con solo 19 años, cuatro meses y seis días.

"He escuchado a alguien decir ese dato, y me parece absolutamente increíble. Supera incluso a Novak, a Roger y a Rafa", decía en la previa de la final John McEnroe, al que precisamente se le resistió el grande parisino para entrar en ese selecto club de ganadores en cualquier tipo de superficie.

Porque además del 'Big Three', solo Jimmy Connors, Mats Wilander, Andre Agassi lo consiguieron. El séptimo en toda la historia es el murciano, el que menos tiempo ha necesitado. Nadie lo había hecho antes de cumplir 22 años como el murciano, que solo ha dejado pasar 634 días (menos de dos años) entre el primero (US Open) y el tercero (Roland Garros). Aunque ahora eso, mientras sostiene en sus brazos la Copa de los Mosqueteros, quizás sea lo que menos le importa.