Entrevista | Piragüista

Craviotto, que busca la medalla de oro con el K-4, avisa: "No hay nada más peligroso que unos alemanes cabreados”

"Venir a Asturias fue la decisión más acertada de mi vida; me siento asturiano hasta la médula"

Saúl Craviotto

Saúl Craviotto

Saúl Craviotto Rivero (Lérida, 3 de noviembre de 1984) empezó esta madrugada el camino hacia su quinta medalla olímpica. Primero lo intentará en K-1, pero su gran objetivo, lo que sería la guinda del pastel a su impresionante carrera, es subirse a lo más alto del podio con sus compañeros del K-4 (Marcus Cooper, Carlos Arévalo y Rodrigo Germade). Porque desde Montreal-76, con la plata del capitaneado por Herminio Menéndez, España nunca ha brillado en el barco de equipo por excelencia. Craviotto lo sabe y nota la presión, pero advierte: “Todas las medallas valen lo mismo”.

–¿Cómo llegan a la competición en Tokio?

–En muy buen estado de forma y con muchas ganas. Ha sido un ciclo olímpico complicado, pero de nada sirve mirar hacia atrás. Yo me siento rápido y mis compañeros también.

–¿Su experiencia le ayuda a afrontar un reto como este?

–La veteranía siempre te da un plus para controlarte en momentos de máximo estrés. Lo veremos cuando ponga la proa en el sistema de salida. Está claro que con el paso de los años vas aprendiendo a serenarte, a estar un poco más tranquilo, a competir un poco mejor, a conocer tus puntos débiles y tus fortalezas. A ver si me ayuda porque falta va a hacer.

–¿Cómo afronta el K-1?

–Yo voy a salir a por todas, con la máxima garra, la intención de ir a por todas, de llegar a la final y una vez ahí intentar hacer algo. Pero está claro la preparación ha ido encaminada al K-4 500. Es para lo que hemos estado preparándonos cinco años. En el K-1 creo que estamos rápidos, sobre todo Arévalo, que fue el que ganó el selectivo.

–Y después el K-4, sobre el que hay muchas expectativas.

–Sí, lo notamos bastante. Somos conscientes de esa presión. Se habla de él como el buque insignia de la Federación, pero al final es una medalla olímpica y da igual si la saca el K-2 de Íñigo Peña y Paco Cubelos, o la de Teresa Portela, que ha sido una maravilla. Todos son busques insignia e igual de importantes. Es verdad que en España se espera otro K-4 como el de Herminio, pero yo no le doy tanta importancia.

–¿Para usted sería la guinda al pastel de su carrera?

–Desde luego. Sería maravilloso conseguir medallas en K-1, en K-2 y en K-4. Sería una guinda del pastel espectacular, pero lo que quiero decir es que para el deporte no es más importante la medalla del K-4 que la de Teresa, por ejemplo.

–Parece que en su K-4 hay buena química.

–Estamos muy bien compenetrados, hay buen ambiente, amistad, y eso es importantísimo. En un barco de equipo, si de cuatro hay dos o tres que nos llevásemos mal sería un desastre.

–¿Qué supone la victoria frente a Alemania de mayo en Szeged?

–En su día nos dio una inyección de moral, para ver que no son inalcanzables, que no son superhombres. Llevábamos todo el ciclo olímpico siendo subcampeones y vimos que podemos ir a por ellos. Pero también pienso que hemos agitado el avispero, ahora estarán cabreados y no hay nada más peligroso que unos alemanes cabreados. Así que va a ser complicado.

–¿Puede haber otros rivales peligrosos?

–Hablamos de los alemanes porque son los que llevan ganando todo el ciclo olímpico, pero hay mucha igualdad. Los portugueses estuvieron en Trasona y en muchos entrenamientos nos ponían contra las cuerdas. Hay muchos barcos que pueden optar a la medalla.

–¿Qué supuso para su carrera trasladarse a Trasona?

–Venir a Asturias fue la decisión más acertada de mi vida. Gracias a ello he conocido a una asturiana, a Celia, he formado una familia maravillosa y he hecho mi vida en Gijón. Ya me siento asturiano hasta la médula. Además he conocido a un entrenador como Miguel García.

–¿Le resultó duro al principio?

–Claro que es difícil marchar de casa, dejar a tus padres y a tus hermanos, pero esa decisión había que tomarla. Si me hubiera quedado en casa nunca hubiera ido a unos Juegos Olímpicos. La vida es eso, tomar decisiones en momentos clave, a veces de forma inmadura porque tenía 14 o 15 años. Tuve suerte, me ha llevado a este camino y estoy muy orgulloso.

–Ahora tendrá una motivación más, sus hijas.

–En Río la mayor, Valentina, prefería ver dibujos animados. Ahora querrán dormir porque a las dos de la mañana no creo que tengan muchas ganas de ver a su padre. Valentina es muy pequeña todavía, tiene seis años, y Alejandra, tres. Justo antes de venir fui al colegio de Valentina, las Dominicas, y me hicieron un gran recibimiento. Ellas saben perfectamente donde estoy y espero que lo disfruten cuando se despierten y lo vean por la mañana.

–¿Las medallas serán para ellas?

–Por supuesto. Son una motivación increíble. Espero que lo disfrute mi familia y toda la gente que ha estado ahí detrás empujando.

–¿Qué importancia tiene Miguel García en su carrera?

–Toda. No hay carrera de Saúl sin Miguel, no hay medallas de Saúl sin Miguel. Somos uno. El que sale en las portadas soy yo, pero él está detrás de todos mis éxitos. Era mi referente como deportista y como entrenador es el mejor. Y, además, un gran amigo.

–¿Y después de Tokio...?

–Ya le dije a Miguel que me voy a pegar unas vacaciones que no me va a ver el pelo en seis meses. Ha sido un ciclo complicado, necesito descansar y desconectar, pasar mucho tiempo con mis hijas, con la familia, hacer otras cosas. Cuando resetee un poco la cabeza, me sentaré con Miguel y veremos qué hacemos, si tiramos un poco más. Depende de la ilusión que tenga en ese momento. Pero es verdad que el siguiente ciclo es de tres años y París está muy cerca. Ya veremos.

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