Opinión | PARAÍSO CAPITAL

1988: Cuando el Oviedo subió a Primera

Aquella temporada fue larga, practicamos muy buen fútbol y acabamos gritando como locos, con medio cuerpo fuera de la ventana

Tendrán que perdonarme los estudiosos de la prensa deportiva, los amigos de lo riguroso e incluso las hemerotecas. Esta vez no pienso contrastar ni un solo dato acerca de lo que voy a contar. Todo lo que voy a compartir lo sacaré de mi memoria, lugar donde viven estos recuerdos tan emocionantes que me niego a adulterar ni tan siquiera con la verdad.

Porque voy a hablar de cuando era un adolescente y lo más importante para mí no era el colegio, ni las chicas, ni el futuro del planeta, sino el fútbol. Aun diría más, en aquellos días mi verdadera identidad era “Socio 7.218 del Real Oviedo Club de Fútbol”, privilegio por el que pagaba dos mil novecientas pesetas anualmente, aproximadamente diecisiete euros con cuarenta céntimos, que presupuestaba meticulosamente entre mis ahorros.

La temporada anterior a aquella en la que subió a primera, el Oviedo había hecho una de las peores campañas de su historia. No tenía un mal equipo, pero acabó en puestos de descenso a 2ªB. Por un milagro burocrático, un cambio en el modelo de competición, al final no descendió. El mejor ese año fue Chus Hevia, que era un delantero pundonoroso capaz de ser el más valiente jugando media hora con el brazo en cabestrillo, un domingo en el que se le había salido un hombro con los cambios agotados.

El año en que el Oviedo subió a Primera yo iba al fútbol con mis amigos, pero hasta el Tartiere me acompañaba un hombre buenísimo que me cuidó toda la infancia, Juan Olay. A Olay le encantaba el fútbol, y ese año me dijo: "Hay algo distinto, con Vicente Miera como entrenador y ese Carlos del Barça que acabamos de fichar". Yo no conocía a Miera ni a Carlos, que era un 9 puro que jugaba con el 10 a la espalda, pero me pareció que mucho tenían que cambiar las cosas si casi acabábamos de descender el curso anterior. Confianza nula, pero sangre azul. Miera dio con la tecla y el delantero de Úbeda marcó 24 goles, y otro en la promoción. Veinticuatro es, desde entonces, uno de mis números fetiche.

De aquella, ser futbolista era una profesión más normal. El jugador favorito de mi amigo Nando era Gorriarán, bestia parda llegado del Sestao. Nando se enteró de su dirección, ambos eran vecinos de la zona de Pedro Miñor. Le escribió una carta explicando su admiración y el rudo central no dudó en contestarle para citarse a tomar café. Mi favorito, sin embargo, era Tomás Gonzalez, mediocentro organizador con mucho fútbol. Jugaba con lentillas, en una ocasión perdió una en el césped. También era accesible, aunque muy tímido. Yo coincidía con él en la Sidrería Pilu, en León y Escosura, chigre famoso por sus pinchos de solomillo a la plancha. Aún conservo la foto firmada que me regaló.

La temporada fue larga, practicamos muy buen fútbol. Ganamos, perdimos, luchamos. Acabamos cuartos. La promoción de ascenso la jugamos contra el Mallorca, que era de Primera, y ganamos 2 a 1 en la ida, empatando a ceros en la vuelta. Un partido infumable que vi con mis amigos futboleros, Nando, Fune, Cario y Toño, en una tele minúscula en un piso de la Argañosa. Acabamos gritando como locos, con medio cuerpo fuera de la ventana y nos fuimos a celebrar. Ni siquiera recuerdo dónde, la Gabinona no existía aún. Pero por mucho ascenso que fuera, de aquella la norma adolescente era a las diez y media en casa. Y ese día no fue distinto. Pero se contaban leyendas sobre aquello en todos los bares de La Zona. En la Cervecería Plaká, donde trabajé años más tarde, recordaban cuando entraron Carlos y Berto por la puerta y se tomaron unas birras, cantando y sentados sobre el armario de los barriles de cerveza.

Los extranjeros eran Keith Anthony Thompson y Ramón Ángel Hicks "Chapacu", el abrelatas. Si el paraguayo no jugaba, Carlos no marcaba. Los porteros, Zubeldia y Viti. Vili, el capitán. Sañudo y su voz de pito. Luis Manuel, Elcacho, Bango, Conde, Murua. Juliá, que marcó gol en la promoción. Llevábamos trece años sin jugar en primera, casi toda mi vida de entonces. Ahora llevamos veintitrés. Al año siguiente por fin nos enfrentamos al Sporting en partido oficial. Les ganamos en el Tartiere con gol de Tomás. Ganamos también a la Real Sociedad de Arconada y le metimos cinco al Atlético de Madrid de Gil. Competimos contra el Barça de Cruyff y contra la Quinta del Buitre. Pero esa es otra historia, ¿verdad? Una que quizá sea pertinente contar el año que viene.

Esta semana toca velar armas. ¡Hala Oviedo!

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