Opinión
Mágico Oviedo
Veo meterse a llorar en el baño a un chaval de unos dieciocho, alto, grande, camiseta azul algo apretada. Le esperan los colegas, sale rápido, se seca los ojos. No hablan, se palmean la espalda, aprietan los labios y las cabezas buscan hombros. No hay fuerza ni para decir que volveremos. Yo también rabio. Lo siento por ellos, en esa edad cuando todo es definitivo. El verano de tu vida, el amor de tu vida, el coche de tu vida, el amigo de tu vida, el examen de tu vida... La derrota de tu vida. Solo una más, te diría, amigo, hijo.
Yo fui rico en un pequeño Tartiere, siempre se comía a la carta; tú siempre has sido pobre, naciste en el barro, era lo que conocías y te gustaba. Hasta ayer, que te viste con mesa reservada y te la cancelaron porque sí. Te cuento. El restaurante bueno merece la pena pero sabe mejor cuanto más difícil es llegar. Lo verás, lo vas a ver, esto tiene pintaza. Hay que comentarle a Carrión que aquí va a estar muy bien, que se deje de historias. El Oviedo es un equipo mágico; magia es pintar de azul una ciudad, magia es poner la calle del revés; magia es sacar la cabeza cuando te la pisan tantas veces y con tanta fuerza. Hasta Copperfield fallaba trucos. Maldecías no estar allí, tú, que sumas Santander, Lezama, Valladolid y no sé cuántos más este año. Era el mejor estadio que ibas a ver. Y te acuerdas de él, que sí ha ido, del nuestro, roto en el bus de vuelta, dos noches durmiendo sentado. Sueñas con verle en el verde, que él te dé ese ascenso. No se lo dices pero lo sueñas. ¡Cómo sería eso! No he llorado, no se debe hacer por el fútbol, de verdad, no es para tanto, pero ahora sí tengo los ojos húmedos. Oviedistas los hay por toda España. En ese hotel de San Juan había camisetas viendo la tele, aplaudiendo, como esa niña tan ilusionada.
Tengo en la cabeza el día que fui al Tartiere sin mi bandera. Las vuestras son ignífugas, ligeras. El palo de la mía, madera de una sierra de Soto de Ribera. La tela, no sé, una franja azul, otra blanca. El escudo, dos pegatinas que se caían. Se me quedó en casa. Y ese día, flipa, metimos ocho. Al Lorca. ¡8-0 y yo sin bandera! Lo busco. Fue en marzo de 1985, hay vídeo en youtube. Sería mi primera temporada, seguro, entrenaba Romero, de eso me acuerdo. Era Segunda, como ahora, pero ahí sí que había barro. Lo había hasta en Primera. Te lo digo, no dejes de creer. Lucha, siempre hasta el final; cuando te falle la voz, canta con el corazón. Que esto es maravilloso. ¡Mágicoooviedo aléeee!!!
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