Opinión

Tres minutos fatídicos

Fueron tres minutos fatídicos. De esos capaces de arrumbar cualquier ilusión. Hasta entonces el Oviedo había conseguido que no se jugase a nada en Cornellá, algo que teóricamente le convenía para, presumiblemente, pasar a una segunda fase de su estrategia de trasladar toda la presión al rival. Pero la historia no acabó de escribirse al encajar los dos goles en un tiempo récord, justo antes de regresar al vestuario. El primero de un saque desde la esquina; el segundo, inmediatamente, ya en la prolongación, empezó a pesar en el ánimo como una losa. Ningún entrenador espera que le suceda algo así a su equipo. Los goles en esos momentos de un partido suelen achacarse a la falta de concentración, algo que no parecía percibirse en los azules, muy imprecisos y atenazados, igual que sus adversarios, pero atentos en todo momento a los lances. No suele resultar fácil cuando alguien sigue un guion y todo salta por los aires de manera tan brusca.

El Oviedo no fue inferior al Espanyol ni en juego ni en remates a puerta. Pero sí en los detalles que definen cualquier resultado. Ayer los puso Puado, el futbolista decisivo. Queda resignarse: una de las dos posibilidades consistía en no ascender. Para el aficionado carbayón era un baño de dicha en una fuente azul o una ducha fría. Lamentablemente sucedió lo segundo; consuela poder pensar que el club se encuentra en la buena línea después de una temporada ilusionante en la que el equipo bien dirigido fue de menos a más. Y de qué manera.

El sueño de regresar a Primera no se ha cumplido esta vez, pero eso no significa que haya que dejar de soñar. Soy de la opinión de que para volver a estar entre los grandes del fútbol hay que empezar a creer en que ya se emprendió el camino de vuelta. La afición que ha seguido al equipo con una admirable fe ciega hasta el final se merece el ascenso más que nadie. Seguirá creyendo en ese ascenso, una forma de desearlo como es debido. Y habrá tres minutos mejores que los de ayer en Barcelona. En fin, ¡Hala Oviedo!

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