ENTREVISTA

Mariana Mazzucato: "Necesitamos nuevas formas de comer, movernos, construir y calentarnos"

La profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público en el University College London (UCL) cree que "hay que crear asociaciones público-privadas más simbióticas y también menos parasitarias"

Mariana Mazzucato, profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público en el University College London.

Mariana Mazzucato, profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público en el University College London. / Christian Clavadetscher

Martí Saballs Pons

Martí Saballs Pons

Nacida en Roma en 1968, es profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público en el University College London (UCL). Defensora acérrima de la colaboración público-privada en el desarrollo de los países, su obra ‘El Estado emprendedor’ se ha convertido en libro de cabecera de los defensores de la gestión pública. Será ponente estrella en el Foro Económico y Social del Mediterráneo de Prensa Ibérica, el 26 y 27 de junio en Valencia.

¿Cómo valora el papel de la Unión Europea (UE) desde la irrupción de la pandemia de covid y los efectos de la invasión a Ucrania? ¿Cómo ha acelerado la transición hacia una economía más verde y digital?

El coronavirus despertó al mundo sobre lo poco preparados y lo débiles que estábamos en capacidad de fabricación, en sistemas sanitarios -hubo un exceso de muertes-, en gobernanza digital y en solidaridad entre países -hubo un apartheid de vacunas-. Debemos asegurarnos de que todo se solucione. Por desgracia, Europa ha sustituido su dependencia del gas ruso por gas no ruso y energía nuclear en lugar de las renovables. Es un gran error. Asistimos al inicio de una revolución verde que requiere inversión y escala. Debemos apostar por las renovables y la revolución verde, con un enfoque de cartera que puede incluir un papel menor para el gas y la nuclear.

¿Piensa que la UE ha sido demasiado lenta en su reacción para desarrollar nuevas tecnologías comparada con EEUU y ciertos países asiáticos?

Sí, porque no tenemos nada parecido a la ley de reducción de la inflación (IRA) estadounidense. Tenemos normas sobre ayudas estatales que prohíben un uso más activo de las inversiones tipo DARPA o ARPA-E. Debemos construir una estrategia industrial verde seria que garantice que todos nuestros sectores, desde el transporte hasta los materiales de construcción y la alimentación, experimenten una transición ecológica. No puede hacerse solo a través de la política de la UE. También se necesitan políticas nacionales audaces como la forma que utilizó el KfW, el banco público de Alemania, para conceder un préstamo al sector siderúrgico del país, condicionado a que el sector redujera el contenido material de la producción. Por eso hay acero verde en Alemania. En Italia, en cambio, la Cassa Depositi e Prestiti (CDP) no ha puesto nunca ninguna condición vinculada a las transformaciones sectoriales y ha optado por las dádivas.

¿Hay tiempo para desarrollar un Silicon Valley europeo con la ambición de ser número uno a nivel mundial? 

Sí. Requiere una estrategia regional, así como capacidades del sector público nacional. En mi último libro, El gran engaño, examino el modo en que hemos debilitado nuestra función pública mediante la externalización de las capacidades dinámicas necesarias. Silicon Valley se creó gracias a una red descentralizada de instituciones públicas a lo largo de toda la cadena de suministro, interactuando de forma dinámica con el sector privado: desde la I+D básica -muy superior a la de la UE, por ejemplo, la NSF-, pasando por la investigación aplicada (DARPA), la política de contratación orientada a los resultados, el capital paciente a largo plazo [Inqtel, el fondo de capital riesgo de la CIA] hasta las audaces políticas de demanda que permitieron la reducción de escala y costes de los semiconductores. Necesitamos más de todo esto en la UE, con programas dinámicos en torno a objetivos sanitarios y climáticos.

¿Es el exceso de burocracia el principal obstáculo en la UE para ser más competitivo? 

No es la burocracia, sino la falta de sistemas dinámicos de innovación regionales y nacionales. En otras palabras, necesitamos que todos los países de la UE cuenten con inversión en I+D, bancos públicos dinámicos, vínculos entre ciencia e industria, políticas de demanda que permitan a las nuevas empresas crecer y, por supuesto, una formación profesional adecuada. Algunos países como Alemania lo hacen, mientras que muchos del sur de Europa -Italia, Portugal, Grecia, España-, no. 

¿Qué más puede hacerse para redefinir la colaboración entre el sector público y el privado en Europa?

Necesitamos gobiernos orientados a una misión que trabajen con empresas que tengan un propósito. Necesitamos un enfoque basado en el valor de las partes interesadas. Qué papel deben desempeñar las empresas en la sociedad. Esto significa crear asociaciones público-privadas más simbióticas y menos parasitarias. He dado ejemplos de ello en un artículo en el que examino casos de condicionalidad en el centro de las asociaciones entre los gobiernos y las empresas. Por ejemplo, si las empresas farmacéuticas se benefician de la investigación financiada con fondos públicos, los precios de esos medicamentos y la estructura de los derechos de propiedad intelectual también deberían reflejarlo.

¿Favorece que los países participen accionarialmente en empresas estratégicas? 

Necesitamos socializar tanto los riesgos como las recompensas. A veces puede hacerse mediante una participación en el capital. Otras veces puede hacerse a través de las condiciones establecidas en los precios o los derechos de propiedad intelectual (DPI). Yozma, en Israel, siempre se ha quedado con los derechos. Sitra, en Finlandia, se ha quedado con el capital. EEUU ha sido uno de los principales estados emprendedores, pero ha evitado la participación en el capital, con consecuencias disfuncionales, ya que las empresas tecnológicas se benefician de las inversiones públicas, pero las recompensas se privatizan. En 2013, tanto Tesla como Solyndra recibieron grandes préstamos garantizados por el Departamento de Energía estadounidense. Cuando Solyndra quebró, el contribuyente los rescató. Tesla, en cambio, fue un éxito, pero el contribuyente no obtuvo nada. De hecho, la ironía es que la Administración de Barack Obama quería tres millones de acciones si no se hubiera devuelto el préstamo. En cambio, el acuerdo debería haberse estructurado para obtener esas acciones si se hubiera devuelto el préstamo y el precio por acción hubiera pasado de 9 a 90 dólares. Tres millones de acciones con esa subida de precio habrían amortizado con creces la pérdida de Solyndra y la siguiente ronda de inversión. Esto no es socialismo: es lo que haría un verdadero capitalista de riesgo.

¿Qué sectores considera estratégicos para la UE?

No me fijo en los sectores. Debemos fijarnos en problemas que requieren que muchos sectores innoven e inviertan. Al igual que la llegada a la Luna no solo necesitó la industria aeroespacial, la crisis climática no solo necesita energías renovables. Necesitamos nuevas formas de comer, movernos, construir y calentarnos. Esto significa que necesitamos innovación en nutrición, transporte, materiales, etcétera. También sostengo que esto requerirá una revolución dentro de las burocracias.

La presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), Nadia Calviño, será una de las ponentes del Foro Económico y Social del Mediterráneo. ¿En qué industrias debería el BEI tener su foco para dar préstamos?

El BEI debe convertirse en el banco verde de Europa. Pero esto significa que debe tener una verdadera cartera de riesgo en toda Europa para impulsar una revolución verde. Tiene que utilizar la condicionalidad para asegurarse de que todas las empresas que reciban préstamos cumplan su parte. He escrito extensamente sobre este tema, incluyendo lo que significa para la gobernanza del BEI.

¿Qué papel deberían tener las inversiones en tecnologías aplicadas a defensa?

Desgraciadamente, con el aumento del gasto en defensa estamos asistiendo paralelamente a recortes en otros ámbitos. Esto es un error. Lo que podemos aprender de la defensa es que fueron los problemas de la guerra los que impulsaron el pensamiento orientado a los resultados -por ejemplo, la ley de adquisiciones para la producción de defensa de EEUU-, las colaboraciones intersectoriales -llegamos a la Luna gracias a la innovación intersectorial en nutrición, materiales, aeroespacial y otros sectores- y el Gobierno interministerial dinámico -la burocracia de la NASA se centró en la comunicación entre departamentos-. Así pues, deberíamos aprender la lección de cómo el gasto en defensa se ha tomado en serio los resultados, pero aplicarlo a nuestro gasto social. ¿Y por qué siempre hay dinero para las guerras y no lo hay para los problemas sociales? Porque en la guerra recordamos que se puede crear dinero. Lo fundamental es que el dinero se gaste estratégicamente para ampliar la capacidad productiva, manteniendo la deuda/PIB bajo control. 

¿Cómo evitar las estratagemas fiscales que realizan las grandes tecnológicas?

Por desgracia, los gobiernos han sido capturados por las empresas en torno a la política fiscal, tanto por el sector tecnológico como por el farmacéutico. Llevo mucho tiempo oponiéndome a la política del patent box, por ejemplo, que reduce los impuestos sobre los beneficios generados por las patentes. No tiene sentido, porque el Estado ya concede a la empresa un monopolio de 17 años. No hay razón para reducir también los impuestos sobre ese beneficio monopolístico. Y el comportamiento intimidatorio de la industria tecnológica, donde las empresas amenazan con abandonar los países si no se reducen los impuestos, debería calificarse de corrupción. Tengo un gran proyecto sobre las rentas algorítmicas, que muestra cómo esta búsqueda de rentas -no solo en los impuestos- es muy común en las grandes tecnológicas. Podemos combatirla, pero eso requiere mucha más capacidad tecnológica -entender lo algorítmico-, experiencia legal y confianza -para llegar a un buen acuerdo en interés público-. Recordemos que internet, el GPS, Siri y las pantallas táctiles se financiaron con fondos públicos. Sin embargo, las enormes rentas de la industria actual -debidas también a la evasión fiscal- están permitiendo a las empresas contratar a toda la mejor mano de obra científica, provocando una hemorragia en las universidades.   

¿Dónde están situados los límites de la competencia fiscal entre territorios?

La competencia fiscal crea una carrera hacia el fondo. Necesitamos una carrera hacia arriba. Pero esto requiere coordinación. Hay un intento de hacerlo en el impuesto de sociedades, pero debemos mirar más allá y hacerlo también en el impuesto sobre las plusvalías -donde la mayoría de los beneficios se obtienen en el sector financiero-, y un impuesto mundial sobre las transacciones financieras (GFTT). Un GFTT del 0,1% podría generar medio billón de dólares al año -solo de EEUU y la UE- que podría ayudar a financiar la mitigación del cambio climático y los esfuerzos de adaptación en el Sur Global.

¿Se puede generar una política mediterránea común a pesar de las desigualdades existentes? 

Sí, el Mediterráneo es increíblemente rico en fuentes de energía renovables -sol, viento-, tiene una cultura vibrante que atrae talento y está estratégicamente posicionado. Pero esto no es suficiente. Necesitamos una política regional de solidaridad que pueda ayudar a construir una verdadera red de estados emprendedores, con el apoyo de los fondos estratégicos en investigación y desarrollo, instituciones aplicadas que creen vínculos dinámicos entre la ciencia y la industria (como Fraunhofer en Alemania) y financiación paciente a largo plazo. Los bancos públicos son fundamentales para proporcionar financiación a largo plazo, y existe la oportunidad de crear un mejor vínculo entre los bancos multilaterales de desarrollo -como el BEI y el BID- y los nacionales. Esto también debe incluir la ampliación de programas que permitan a los jóvenes de la región compartir experiencias, formación y visión. Ayudaría a los países de la región a trabajar juntos en los desafíos climáticos, sanitarios y digitales. Tanto a través de las inversiones científicas y de la oferta, como a través de la demanda para permitir que las pequeñas empresas -demasiadas son pequeñas- escalen. Una política de adquisiciones orientada a los resultados podría ayudar a ello.

¿A qué país o países mediterráneos les pronostica un mejor futuro?

¡A todos! Pero solo si trabajan juntos. Podemos aprender de la Unión Africana, que está empezando a crear una verdadera solidaridad e impulso en África, algo que sin embargo nos falta en América Latina. Necesitamos que el Mediterráneo, todo, se vea a sí mismo como un centro estratégico e innovador para la ciencia, la innovación -en cuanto a clima, salud, nutrición, digital-, la cultura y la solidaridad.