Martín Caparrós | Periodista, estará en la Feria del Libro de Gijón este sábado

"Los últimos 200 años se podrían definir por la hegemonía occidental, pero se está acabando"

"El periodismo debe dejar de trabajar tanto para la supuesta masividad y pensar más en qué vale la pena ser contado aunque se pierdan clics"

Martín Caparrós |  Periodista, estará en la Feria del Libro de Gijón este sábado

Martín Caparrós | Periodista, estará en la Feria del Libro de Gijón este sábado

El periodista Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) será uno de los invitados estrella de la Feria del Libro de Gijón que hoy empieza. Presentará "El mundo entonces", su último libro, en el que usa como protagonista a una historiadora del siglo XXII a quien se le encarga resumir los cambios del XXI. Lo hará este sábado día 22, a las 13.00 horas, en el Antiguo Instituto.

–¿Hay que tomar perspectiva para analizar los tiempos que corren?

–En cualquier trabajo de análisis conviene dar uno o dos pasos atrás para ver cosas que no vas a ver si estás dentro. Y no hay nada en lo que uno esté más dentro que el propio mundo en el que vivimos. La distancia permite mirar con extrañeza aquello a lo que estamos acostumbrados.

–La narradora se extraña de que vivamos "apretujados" en pisos e incluso de que llevemos pantalones. Ella los llama "tubos de tela".

–Es parte del asunto, ¿no? Que hay tantas cosas que ya no pensamos porque forman parte de nuestra realidad cotidiana.

–También le llama la atención la desigualdad. Se pregunta por qué aún hay hambrunas.

–Es una de las grandes vergüenzas de estos tiempos. Hay algo que me interesa particularmente: pensar qué cosas nos parecerán intolerables dentro de cien años. Igual que ahora nos parece intolerable que hubiese esclavos o que las mujeres no pudiesen votar, que hoy tanta gente no coma lo que necesita cuando sí hay comida para todos probablemente hará que en el futuro otras personas se pregunten cómo se pudo permitir.

–¿No hubo siempre ricos y pobres?

–Siempre es una gran palabra… Desde hace cuatro o cinco mil años, sí. Pero tendemos a ver nuestro momento como el único posible, y por eso me interesa la distancia: no hay ningún único momento posible.

–Al contar esta década, la narradora habla del "fin de la Era Occidental". ¿Es así?

–Hay dos partes. Por un lado, los historiadores han divido la historia en cuatro periodos: Edad Antigua, Media, Moderna y Contemporánea. Y el problema es el título de esta última, porque toda edad es contemporánea de sí misma; faltaría ponerle un nombre que la identifique. Después, creo, como la historiadora del libro, que estos últimos 200 años se definen por la hegemonía de occidente y que eso ahora está cambiando: el foco está volviendo al oriente de Asia. Dos países, China y la India, concentran ya casi un tercio de la población mundial.

–¿Desde occidente miramos por encima del hombro al resto?

–(Ríe). Por encima del hombro pero con cada vez más justa preocupación. Veremos cómo será el mundo cuando esa hegemonía oriental se concrete. Suena aburridísimo. Vamos a extrañar el imperialismo.

–Desde ese siglo XXII, la historiadora habla de nuestros problemas como asuntos ya superados.

–Sí, pero eso no significa que en su época no tengan sus propios problemas. No hago futurología, solo quería escribir sobre este tiempo, pero me divierte mostrar su sorpresa respecto a cosas que probablemente hayan cambiado. Ella también dice que en nuestra época hay mucho "sexo presencial".

–La protagonista dice que hace el estudio por encargo del "Saber Central". ¿Es una referencia a la inteligencia artificial?

–Sí. A ella le extraña esa melancolía de que le hayan encargado el trabajo, siendo una humana, y para hacer un libro, esa cosa tan rara.

–Pero usted dice que la inteligencia artificial no le da miedo.

–También digo que quien no sabe imaginar el futuro, le teme. Hasta ahora, lo único que no pensábamos como amenaza, sino como esperanza, era el avance técnico, pero con este nuevo miedo a la IA lo vemos también como amenaza. A mí no me lo parece. Cuando inventaron el revólver, alguno podría haber pensado que habría masacres continuas. Y no es así si se le da un uso controlado.

–Respecto a ver el futuro como una amenaza, Bauman decía que, sin utopías, surgen "retrotopías": miramos atrás y pensamos que antes estábamos mejor. ¿Lo comparte?

–Claro. Hay épocas que son capaces de imaginar un futuro que les interesa y que quieren construir y otras en las que las sociedades acaban de terminar de construir ese futuro, o fracasado, y no han formado una nueva idea. Si no tenemos claro ese futuro, lo tememos o echamos la mano a tiempos pasados.

–¿Se ha imaginado cómo será el periodismo dentro de un siglo?

–Es imposible de imaginar. Un periodista de 1924 no se podría imaginar que haríamos esta entrevista con un teléfono, estando uno en Madrid y el otro en Gijón, mientras se toman notas en una cosa llamada ordenador y para compartirlas en algo llamado internet. Sí creo que el periodismo tratará de ver cómo aplicar las nuevas técnicas para contar buenas historias.

–¿Debe renunciar a la inmediatez?

–Absolutamente. Es importante tomarse el tiempo y el esfuerzo de ver el contexto.

–Defiende la idea de escribir, a veces, "contra" el público.

–Sí, pero no sé si la audiencia demanda inmediatez. Creo que gran parte del público no está mirando si tal noticia la dio primero LA NUEVA ESPAÑA o "El País". Eso es, más bien, una coquetería de periodistas. Lo de escribir contra el público para mí tiene que ver con que muchas veces el público pide tonterías. Muchas de las noticias más leídas son abominables. Creo que hay que dejar de trabajar tanto para esa supuesta masividad y pensar más en lo que creemos que vale la pena ser contado. Y si perdemos algunos clics, bueno. No le importará a nadie salvo a los gerentes del marketing. Y ese es otro trabajo.

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