De aula en aula | Un recorrido por los centros educativos de Gijón

Inclusión de matrícula de honor, así trabajan los centros de educación especial

Castiello, Ángel de la Guarda y Sanatorio Marítimo impulsan la "autonomía personal" del alumnado

Los centros de educación especial de Gijón sacan una matrícula de honor en inclusión. Cada uno con sus metodologías y líneas de trabajo, pero todos persiguen la misma meta: fomentar el desarrollo personal y académico de su alumnado. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el colegio público de Castiello, que cuenta con 145 estudiantes entre los 3 y 21 años. Padecen síndrome de Down, trastorno del espectro autista o discapacidad intelectual. Da igual, no hay barreras para ellos. "Nos basamos en las enseñanzas que establece el currículum regional, pero adaptándonos a las necesidades", declara la directora del centro, Conchi Rodríguez. En Castiello no hay libros, se trabaja por proyectos. Al inicio del curso, el profesorado realiza una evaluación inicial para adecuar el material a los estudiantes. Un proyecto de bellas artes ha involucrado este año a los jóvenes. Cada ciclo (educación infantil, educación básica obligatoria y transición a la vida adulta) abordaba distintas épocas, desde la prehistoria hasta la Edad Antigua o Moderna. "Potenciamos los aprendizajes funcionales para que les sirvan en la vida diaria, como hacer la cama o coger un autobús urbano", señala Conchi Rodríguez, que ensalza que "es muy satisfactorio" trabajar con los alumnos". "Estamos en un entorno extraordinario", reivindica la directora.

También se comparten actividades con centros ordinarios para "compartir experiencias", valora Conchi Rodríguez. "Aquí el proceso de aprendizaje es diferente, pero el resultado es el mismo", subraya. Para la profesora Beatriz González, ser docente en el colegio de Castiello es "muy enriquecedor". "Trabajamos multinivel porque cada alumno va a su ritmo y no tenemos esa presión de acabar un libro", recalca González, que aboga por terminar con los "prejuicios". María José Paz está matriculada en la Formación Profesional de Agraria y lo pasa en grande sembrando y visitando el invernadero. A Yaiza Luis Castillo, por su parte, le encanta aprender matemáticas. También al dicharachero Iker Teixeira, que ha disfrutado este curso preparando la Navidad y citas como el magüestu. "Me gustaría estudiar muy bien e ir a la Universidad", comenta Teixeira mientras contempla varios de sus dibujos de antigüedades que decoran los pasillos del cole.

Al colegio Ángel de la Guarda, de Aspace, acuden alrededor de medio centenar de estudiantes con parálisis cerebral o alguna discapacidad a nivel motor o cognitivo. Hay maestros de Pedagogía Terapéutica, fisioterapeutas, psicomotricista, enfermera, trabajadora social o logopeda, entre otros departamentos, por los que va pasando el alumnado. Se impulsa la comunicación alternativa y habilidades para el día a día como el posicionamiento corporal. Incluso hay salas para la estimulación sensorial. Como no hay prisa para preparar un examen o finalizar un temario, cada uno se desarrolla con sus tiempos, sin prisa, pero sin pausa.

"Que hayan pasado una buena semana te reconforta", valora Inés Navas, la directora, para la que "la inclusión significa que todos tienen derecho a una educación de calidad". Está encantada en el centro. "Estos alumnos te dan algo que no encuentras en otro sitio", indica. "Tenemos espacios muy amplios y unos horarios estructurados", afirma la tutora y jefa de estudios Inés Lapuerta, que resalta que los métodos, por ejemplo, para dar Matemáticas se salen de lo convencional. "A veces lo hacemos con dinero y eso es más atractivo para ellos", dice. "Procuramos que estén felices y tengan momentos agradables", sostiene David López, maestro de educación especial que aboga por "sensibilizar a la sociedad". "Todos somos iguales", proclama. Mientras, el psicomotricista Jesús Ortega emplea el juego como "elemento canalizador" en aras de lograr el "bienestar" de los alumnos. La terapia intensiva es una de las señas de identidad del colegio Ángel de la Guarda, un tratamiento para "aglutinar las dosis en menos tiempo", explica Sara Rodríguez, terapeuta ocupacional. Se plantean ejercicios que supongan "un reto" y que fomenten el aprendizaje motor. Una ortesis blanda es la gran aliada. Un traje para corregir la postura del estudiante o facilitar movimientos. Ahí está Candela Morís, en una cinta, caminando con una sonrisa en la boca y el aliento de Cristina Almagro.

"No me imagino trabajando en otro lugar", confiesa Mensegal Villamayor, directora académica del área educativa del Sanatorio Marítimo, al que asisten personas con discapacidad psíquica y asociadas. Son una familia. "Establecemos vínculos afectivos, nos cogemos mucho cariño", apunta Villamayor, que apuesta por impulsar la "autonomía personal" de los estudiantes. Este curso, una iniciativa para visibilizar la cultura asturiana ha cautivado a los alumnos, que gozan de aulas con recurso tecnológicos y también un área lúdica para desconectar. "He aprendido muchos valores, como la empatía", asegura Einar Arroyo, que sueña con tener una empresa de vehículos. El joven refleja la razón de ser de los centros de educación especial de la ciudad, donde las dificultades no merman la ilusión y el aprendizaje. El desarrollo personal se abre paso ante cualquier obstáculo y el colegio de Castiello, el Ángel de la Guarda y el Sanatorio Marítimo son la prueba.

Con los tres centros de educación especial, LA NUEVA ESPAÑA cierra hoy la serie «De aula en aula», un recorrido por todos los centros educativos de Gijón, tanto públicos como concertados y privados, en el que profesores y alumnos han ido explicando los diferentes proyectos en los que trabajan. Todas las escuelas infantiles (de 3 a 6 años), colegios e institutos de la ciudad (a excepción del colegio público Cabueñes, que tras reiterados intentos no accedió a participar) han relatado todas sus iniciativas en estas páginas a lo largo de 70 entregas –todos los lunes, a excepción de los meses de vacaciones– desde el pasado 8 de noviembre de 2021. 

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