Una bendición de San Pedro con aniversario para su párroco: "No hay nada más gijonés"

Javier Gómez Cuesta celebra su 25.ª festividad en la parroquia gijonesa: "Es una fiesta de reconciliación"

Por la izquierda, José Rodríguez Rincón, Raúl Martínez, Javier Gómez Cuesta, Diego Villán y Enrique Palomo, ayer, frente a la iglesia.

Por la izquierda, José Rodríguez Rincón, Raúl Martínez, Javier Gómez Cuesta, Diego Villán y Enrique Palomo, ayer, frente a la iglesia. / Juan Plaza

Desvela Javier Gómez Cuesta que a él le gusta bendecir "de verdad" y, al menos para él, eso implica que los feligreses se tienen que mojar. El hisopo que usa, por eso, se lo compró en Roma –"como debe ser", dice– y es un modelo de fabricación belga robusto y que aún brilla. Lleva con él cosa de seis o siete años y traérselo a Gijón casi le cuesta un disgusto, porque en la revisión de seguridad del aeropuerto vieron el artilugio por el detector y le abrieron la maleta. "Creo que pensaron que era una bomba", recuerda él ahora, muerto de la risa. Que su explicación al empleado de seguridad fuese contarle que aquello era un hisopo no despejó las dudas tan rápido como hubiese sido deseable. El caso es que el hisopo está en Gijón, y que sigue mojando como el primer día, y con él Gómez Cuesta bendecirá las aguas de San Lorenzo por el día de San Pedro. Será su bendición número 25, tantas como años que lleva al frente de la parroquia. Tras este cuarto de siglo, confiesa, su principal preocupación a estas alturas es tratar de no repetirse en sus discursos previos al acto. "Ya tengo varias cosas pensadas", adelanta.

Por la izquierda, José Rodríguez Rincón, Raúl Martínez, Javier Gómez Cuesta, Diego Villán y Enrique Palomo, ayer, frente a la iglesia. | J. P.

La primera bendición de las aguas de Gómez Cuesta, en 1999 (en la foto), ya congregó a multitudes. / Isaac Rubio

El 20 de junio de 1999 era domingo y Gómez Cuesta llegaba a la parroquia ilusionado, pero nervioso. "Había leído que don Boni (el anterior párroco) tenía ingenio e incluso picardía para decir alguna cosa de actualidad antes de la bendición de aguas, y ya faltaban pocos días para ella y yo no conocía tanto la ciudad. Las homilías no me preocupaban, pero esto sí", cuenta. Le tocó la suerte de que acababa de cambiar el gobierno local. "Areces fue elegido presidente del Principado y como alcaldesa tuvimos por primera vez a una mujer, Paz Fernández Felgueroso. En mi discurso hablé de esa novedad y dije que las mujeres podían ser grandes gobernantes porque los valores femeninos eran muy importantes para el gobierno de una ciudad", rememora. Ese discurso, a la socialista, se lo tuvieron que contar. "Ella no estuvo en la bendición ese primer año porque se había tomado unos días de descanso, pero sí vino, en su lugar, Jesús Morales (entonces edil de Urbanismo). Y ella vino los años siguientes. Era lo normal", explica el sacerdote, que insiste en la "extrañeza" con la que vivió el debate respecto a la presencia institucional en este acto que se abrió durante el mandato pasado con el reglamento de laicidad. Aquel primer año, además, Morales se le acercó, dice, para comentarle que, ya que Gijón tenía alcaldesa, le tocaba el turno a la iglesia para dar el paso. "Me dijo que a ver para cuándo se nombraba una ‘obispa’. Desde entonces, creo que sí ha habido una promoción de la mujer en la iglesia. Hay mujeres en el Vaticano", reivindica el religioso.

La primera vez. La primera bendición de las aguas de Gómez Cuesta, en 1999 (en la foto), ya congregó a multitudes. | Isaac Rubio

Javier Gómez Cuesta, con el hisopo con el que bendecirá las aguas de San Pedro. / Juan Plaza

Gómez Cuesta cumple ahora 25 años ejerciendo la que siempre consideró como su verdadera vocación. "Venía de ser vicario general, pero a mí me gustaba ya mucho la vida parroquial y siempre soñé con dedicar mi vida a la comunidad parroquial. Ya lo había hecho en Avilés y había sido profesor, pero luego como vicario estuve 17 años... A esas alturas ya sentía cierta añoranza. Cuando me llamaron para venir aquí, me llenó de ilusión: esta parroquia ya era muy significativa y la ciudad me atraía mucho", asegura. Sobre esto último, la atracción tenía mucho que ver con el mar, porque él estudió en Comillas y tenía una ventana con vistas al gran azul.

Una bendición con aniversario

La imagen del santo, ayer, entrando al templo. / Juan Plaza

Poco tardó el sacerdote en contagiarse del gijonesismo y de San Pedro. "Esta iglesia es un icono de la ciudad, un monumento como el ‘Elogio del horizonte’. El templo es muy visitado por turistas, además, porque, gracias a Dios, tiene una belleza artística innegable y obras de Rubio Camín. No hay nada más gijonés que San Pedro; que era un hombre de reconciliación", defiende. Tampoco hay nada más gijonés para él que Cimadevilla, a quien siempre incluye en sus discursos –dice que es "como una abuela a la que hay que comprarle cada poco un traje para que permanezca joven"–, ni que la bendición de las aguas, "un gesto playo" que rinde, de paso, un homenaje al pasado pescador de la ciudad. El religioso presume de liderar una parroquia "muy unida" que este año, y como ya señaló LA NUEVA ESPAÑA, procesará como novedad su imagen de San Pedro, cuyos preparativos terminaron justo ayer en el templo. Allí estaban fieles colaboradores como el diácono Enrique Palomo y los ayudantes José Rodríguez Rincón –que lleva más de 30 años en ello– y los jóvenes Raúl Martínez y Diego Villán, de 15 y 28 años. Martínez colabora desde hace unos tres años y Villán, que se bautizó en la iglesia, es ya hoy uno de los ayudantes más estrechos. Ejerce como sacristán con frecuencia. "Javier nos escucha y nos apoya en todo", defiende, por su parte, el diácono.

Suscríbete para seguir leyendo