El Padre Chus, condenado a diez años de cárcel por tráfico de drogas y corrupción de menores

La sentencia condena a otro acusado a dos años por tráfico de drogas y absuelve a un tercero

El padre Chus.

El padre Chus. / .

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Jesús María Menéndez, el exsacerdote conocido popularmente como el padre Chus, ha sido condenado a diez años de prisión por un delito contra la salud pública por tráfico de drogas y por tres delitos de corrupción de menores. La sentencia sobre el religioso, cuyo juicio se celebró con gran expectación en abril en Gijón, ha dado sobre todo validez al testimonio de las víctimas. Por el primero de los delitos, por el tráfico de drogas en su piso de la calle Donato Argüelles de Gijón, la sección octava de la Audiencia Provincial le impone una pena de cuatro años de reclusión. Mientras, por cada uno de los tres delitos de corrupción de menores son dos años de condena, llegando a los seis años. La sentencia se conoció este viernes, pero no es firme. El excura presentará recurso y es por tanto probable que siga en libertad hasta que se resuelva el caso en instancias superiores. 

El contenido de la condena fue adelantado este viernes por la edición digital de LA NUEVA ESPAÑA. En el caso había otros dos acusados. A. M. ha sido condenado dos años de cárcel por un delito contra la salud pública por tráfico de drogas –hachís– en el piso del sacerdote. Ya había reconocido los hechos en el juicio. M. L., el tercer acusado, ha sido absuelto. El fiscal retiró los cargos durante el juicio. 

El exsacerdote, que ya estuvo en prisión preventiva por esta causa, le pedía la Fiscalía diez años de cárcel, pena a la que finalmente ha sido condenado ahora. No hubo acusación particular. El escrito de acusación sostiene que, al menos desde el año 2015, el padre Chus contactaba con menores, invitándoles a acudir a su domicilio. En ese lugar, «les entregaba pequeñas cantidades de dinero o les facilitaba hachís, que consumían en el salón y en su presencia». Además, prosigue este mismo relato, el acusado «incitaba a los menores para que estos, a su vez, contactaran con otros y les invitaran a subir al piso para fumar hachís y, con ello, entablar una relación de amistad». «Con esto pretendía ganarse la confianza del mayor número de chicos posible con la finalidad de mantener relaciones sexuales con ellos» a cambio de dinero o drogas. El fiscal señala tres proposiciones a menores, pero reconoce que las relaciones sexuales nunca se produjeron.