Opinión

No es la amnistía lo que nos hace desiguales

La desigualdad es una de las taras de nuestra democracia, pero no es la Ley de amnistía la que nos hace desiguales. La desigualdad existía antes de que existiera España y cuando la República intentó paliarla, la dictadura la restituyó y la colocó de serie en la transición, imponiendo una jefatura de estado hereditaria nombrada por el dictador. Rajoy benefició a treinta mil ciudadanos con su amnistía fiscal, entre ellos, Rato, Juan Carlos de Borbón o Bárcenas. Pese a que la Constitución prohíbe los indultos generales, Aznar concedió 5.948, Felipe González 5.944, y Zapatero 3.381. El General Armada, Vera, Gómez de Liaño, Barrionuevo, Jesús Gil, Alfredo Sanz o los condenados por el Yak 42 son algunos de ellos. PP y Vox retuercen la amnistía para tener algo que decir en las europeas, demonizando una desigualdad que fomentan cuando les conviene. Los amnistiados mienten sobre su futuro, saben que la amnistía borra delitos cometidos pero no es una patente de corso para seguir cometiéndolos y que si reinciden estarán sometidos a la ley. Unos y otros disimulan que con la amnistía, por primera vez en cuarenta años, los independentistas no son mayoría.

Lo que nos hace desiguales, no es la amnistía, es que un juez, basándose en recortes de seudo periódicos, inculpe a la mujer del presidente desoyendo el informe de la UCO que él mismo encargó, mientras ningún juez mueve un dedo para saber quién es M. Rajoy. O que cuando la Audiencia Provincial solo encuentra ligeros indicios en uno de los cargos que se señalan y descarta el resto, los medios titulen “la audiencia avala la causa contra Begoña Gómez” y apenas informan sobre la pareja de Ayuso. O si la vicepresidenta dice “a la mierda” y el Partido Popular pide su dimisión con carácter urgente, mientras convierten un “hijo de puta” de Ayuso al presidente en un eslogan. Somos desiguales cuando las cloacas del estado acaban con un partido honesto por desnudar el sistema impuesto. O cuando el Partido Popular secuestra el poder judicial y absuelven a sus líderes mientras condenan a los secundarios. No somos iguales ante la ley mordaza, o si una crisis económica mundial la pagan los más vulnerables. Ni permitiendo que la iglesia inmatricule más de 30.000 propiedades y reciba subvenciones milmillonarias. Ni mientras PP y Vox, privilegien con becas y subvenciones al servicio doméstico a quienes ingresan cien mil euros. O una gran empresa tribute tres veces menos que una pyme, o si la progresividad del IRPF termina en trescientos mil euros, mientras directivos del Ibex cobran más de cuatro millones. Ni si los toros reciben más dinero que la memoria histórica o la dependencia. Ni vendiendo a un fondo viviendas sociales para multiplicarnos el alquiler. No somos iguales cuando una comunidad practica dumping fiscal para beneficiar a los más ricos. O cuando Aznar y Abascal pueden llamar libremente a la violencia, al odio y al golpe de estado mientras unos titiriteros van al calabozo por un cartel.

Machado escribió: «Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios; una de las dos Españas ha de helarte el corazón», un siglo después, las diferencias entre las dos Españas siguen creciendo, y no es por la amnistía.

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