Opinión

San Josemaría, en el corazón de Gijón

El santo siempre se mantuvo sereno, con buen humor y fiel a la Iglesia

26 de junio, a las 7.30 horas de la tarde. El ambiente dentro de la Basílica está cargado de luz, de oración, y de entusiasmo contenido. En la sacristía, "Los Cromos", Pedro y Pepito, y los voluntarios se mueven con los preparativos de la misa. Fuera, en la calle, la tarde apareció un poco gris y pesada, con un aire cálido y sin esa brisa marina que tanto agrada a los que viven en Gijón. El cielo nos dejó ver unas nubes oscuras y algunas sombras definidas y largas, que nos recuerdan una tarde típica de bochorno. Media hora antes de la misa, una riada de devotos y amigos toma posesión de la basílica con las armas del fervor y el silencio.

Dejadme que os cuente despacio, cómo ha ido la misa de esta tarde. Se nos han olvidado tocar las campanas, pero habrá que corregirlo. Dentro de la Basílica, el altar lucía con un bonito mantel con los símbolos de la eucaristía, con sus candelabros limpios y elegantes, y los claveles, los lirios y las margaritas muy bien dispuestos que rodeaban el altar, el ambón y el cuadro de San Josemaría. Las flores, con su gama de colores diversos, ponían su toque festivo y lleno de piedad a la celebración.

La misa comenzó con la procesión de los sacerdotes subiendo las escaleras que conducen al altar. Con el celebrante principal, Manuel Álvarez, estaba el rector de la Basílica, Manuel Robles; el párroco de San José, Fernando Llenín; David Cuenca, párroco de Avilés; el P. Menes, don Vi, y un sacerdote sevillano, Luis Martín. También ayudaron como monaguillos los "Cromos de la Basílica", dos hermanos, Pedro y Pepito, que colaboran en las celebraciones.

En la homilía, Manuel Álvarez señaló que este año se celebraba el 49.º aniversario de la muerte de San Josemaría y que "sin olvidarse de la llamada a la santidad en la vida ordinaria, no quería dejar pasar las contrariedades que sufrió San Josemaría a lo largo de su vida y, sobre todo, en los años setenta, después del Concilio Vaticano II". También volvió a repasar el paralelismo entre la época postconciliar y la actualidad de la Iglesia. Y dejó claro que San Josémaría siempre se mantuvo sereno, con buen humor, y fiel a la Iglesia.

La música de esta celebración estuvo dirigida por Maritina, en un coro donde cantan hombres y mujeres de la ciudad. Y los solos de esta misa los protagonizó Juan Hevia, que deleitó con su voz grave a los asistentes. El coro cantó las partes importantes de la misa: Señor ten piedad, Ofertorio y en la Comunión: "Gracias, Señor, por el pan de la vida", que ayudaron a los fieles a participar en la liturgia y elevar sus corazones en agradecimiento a Dios por esta misa en honor de San Josemaría.

La Basílica sigue siendo el corazón del barrio, y abierta a todas las parroquias y grupos eclesiales de la ciudad, sin dejar de ser el punto de encuentro de las personas que viven en el centro de Gijón. Y en esta celebración asistieron unas 400 personas de todas las edades, que llenaron los bancos y los pasillos laterales de la iglesia. En las celebraciones de la eucaristía renovamos el fuego de nuestra fe, y la gente joven agradece siempre toda celebración atenta, devota y piadosa, como una expresión de amor a Dios.

Seguramente, con el tiempo se irán superando las dificultades históricas y canónicas que lleva consigo todo carisma que se abre paso en la Iglesia, y quedará claro que lo importante no son las discusiones de expertos, sino el agua limpia de un camino para todos: poner amor en la vida ordinaria. Y desde el cielo San Josemaría acariciará las almas como las acariciaba en la tierra. Y un año más, volveremos al Sagrado Corazón para rezarle y para que nos bendiga.

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