Opinión

Espíritu de dos tierras

La muerte de Fernando Álvarez López a los 99 años cierra una página sobresaliente de la historia de Gijón que se podría decir que ha estado protagonizada por una pléyade de gallegos geniales. Fernando Álvarez, aunque con raíces asturianas, había nacido en El Ferrol. Era uno de aquellos llegados de Galicia, entre los que descollaban por su relevancia pública Francisco Carantoña Dubert y por su magisterio el catedrático Francisco Vizoso. Galicia y Asturias estaban detrás de aquella "Semblanza de Gijón" del inmortal periodista que hoy pierde a uno de aquellos protagonistas que compartían sentimientos comunes a dos tierras. Por su supervivencia, Fernando Álvarez es una de las últimas figuras de un Gijón que ya no es como fue.

Hombre religioso, culto, noble e inteligente, sirvan estas líneas de homenaje agradecido a un colaborador que, rompiendo con una tradición ciudadana y vínculos de una enraizada amistad, acogió hace ya treinta años, desde el primer momento, este como su periódico. Cuando cambiar de periódico se asemejaba a cambiar de ciudad. Hace ya treinta años. Nos honró con sus colaboraciones, su ayuda constante, con su excelencia profesional, su saber y su profunda humanidad. Sensible, como poeta y como persona, fue protagonista carismático y discreto en las áreas en las que se comprometía en la vida gijonesa. Su honradez y su honestidad le distinguieron en un terreno empresarial que, años después, se cubrió con las sombras de otros que eclipsaron años de labor ejemplar de algunos que, como él, entendieron su empresa como un servicio a la ciudad y que ennoblecieron el ejercicio de la promoción y la construcción. Fernando Álvarez, infatigable tertuliano, era un espíritu libre al que nada humano le resultaba ajeno. Así ha sido hasta el final de sus días. Relataban sus hijos que aún se interesaba por el ascenso futbolístico del Ferrol en sus últimas horas. Nos quedan sus obras, sus versos, sus edificios; y su gran familia, hijos, nietos y bisnietos, que lo acompañaron hasta su último suspiro. Tras gozar del privilegio de la vejez, disfruta ya de la gloria eterna. Nunca olvidaremos su ejemplo.

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