Opinión

Un poquito de quietud

Se echa de menos esa capacidad de cuidar el diálogo y confrontar ideas

Cuando era pequeño me sorprendían, e incluso alarmaban, las personas que eran capaces de ir juntas en silencio. Sí, era algo que me sorprendía mucho. ¿Cómo puede ser que alguien pueda estar con alguien y no estén compartiendo? El ímpetu me obligaba a no reconocer en la quietud una de las mayores virtudes que estamos arrinconando en el callejón del olvido.

Y esa inquietud no respondía a la necesidad de tener que hablar o ser escuchado. Se entrevenaba con un gusto inmenso por escuchar a otras personas, compartir, aprender, debatir, reír, llorar… lo que yo entendía por vivir.

Con el paso de los años y el incremento del ruido que nos rodea, se va haciendo más necesario que nunca cultivar el silencio. Un silencio respetuoso que nos ayuda a oír aquello que realmente nos rodea. Aquello que realmente piensan y pensamos. Sólo desde ese silencio podemos escuchar, reflexionar y entender que cosas son realmente importantes. Sólo así podemos entender lo que es la convivencia, la construcción de una sociedad digna y el cuidado de la democracia.

Podría lanzar este mensaje a nuestros representantes y gestores públicos, a las empresas de nuestra región, a las entidades, a las familias, a mayores y jóvenes, a profesionales de la educación, de la salud, a mí mismo… vivimos tan rápido y tan fuera de nosotros, que ya no somos conscientes de lo poco que paramos a ver de dónde venimos, donde estamos y a donde vamos. Ya no sabemos lo que es importante. La excitación de lo urgente nos lapida.

Estos días, semanas y meses se ha hablado mucho de respeto, de democracia, de regeneración. Palabras que se baten en duelo en los discursos de la clase política con circunloquios sutiles llenos de insultos o desprecios. Difícil sostener ante la opinión pública "estar en misa y replicando".

Echo de menos esa capacidad de cuidar el diálogo, la confrontación de ideas, el silencio… el arte de la oratoria que nos permite vencer los bucles interminables que en ocasiones nos atrapan. Un arte donde el silencio es tan importante como la palabra. Sólo así comprobaremos las realidades que nos rodean y de las que formamos parte. Sólo así seremos testigos de la magia de lo diverso. Sólo así entenderemos muchas de las cosas que nos pasan, que nos preocupan y que en ocasiones alimentan mensajes que nos descolocan.

Llega el verano (o eso esperamos). Es un gran momento para cultivar la quietud. Para detener el ritmo intrépido del día a día y reconectar. Creo firmemente que nuestros representantes públicos necesitan hacer este ejercicio. Creo que nuestra sociedad postmoderna necesita hacer este ejercicio.

Cojamos perspectiva, abramos nuestros sentidos y empecemos a interaccionar con las cosas importantes que nos deberían definir como sociedad.

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